«Los libros sagrados enseñan sólidamente, fielmente y sin error la verdad, porque escritos por inspiración del Espíritu Santo, tienen a Dios como autor» (Concilio Vaticano II, DV 11). [103 107] ― Ni la BIBLIA cayó ya acabada del cielo ni fue dictada a unos escribas autómatas. Más bien Dios «se valió de hombres elegidos, que usaban de todas sus facultades y talentos; de este modo, obrando Dios en ellos y por ellos, como verdaderos autores, pusieron por escrito todo y sólo lo que Dios quería» (Concilio Vaticano II, DV 11). Para que determinados textos fueran reconocidos como Sagrada Escritura se requería además la aceptación universal en la IGLESIA. En las comunidades debía existir el consenso: «Sí, Dios nos habla a través de estos textos; esto está inspirado por el Espíritu Santo». Desde el siglo IV está establecido en el CANON DE LAS SAGRADAS ESCRITURAS cuáles de los muchos textos cristianos primitivos están inspirados realmente por el Espíritu Santo.
104. En la sagrada Escritura, la Iglesia encuentra sin cesar su alimento y su fuerza (cf. DV 24), porque, en ella, no recibe solamente una palabra humana, sino lo que es realmente: la Palabra de Dios (cf. 1 Ts 2,13). «En los libros sagrados, el Padre que está en el cielo sale amorosamente al encuentro de sus hijos para conversar con ellos»
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