lunes, 7 de enero de 2019

87. ¿Por qué Jesús se dejó bautizar por Juan, aunque no tenía pecado?


Bautizar significa sumergir. En su bautismo, Jesús se sumergió en la  historia de pecado de toda la humanidad. Con ello instituyó un signo.  Para redimirnos de nuestros pecados sería sumergido un día en la  muerte, pero por el poder de su Padre sería despertado de nuevo a la  vida. [535­537, 565] Los pecadores —soldados, prostitutas, publicanos— salían al encuentro de Juan  el Bautista, porque buscaban «el bautismo de conversión para perdón de los  pecados» (Lc 3,3). En realidad, Jesús no necesitaba este bautismo, pues él no  tenía pecado. El hecho de que se sometiera a este bautismo nos demuestra dos  cosas. Jesús toma sobre sí nuestros pecados. Jesús ve su bautismo como  anticipación de su Pasión y su Resurrección. Ante este gesto de su disponibilidad  a morir por nosotros, se abre el cielo: «Tú eres mi Hijo, el amado» (Lc 3,22b).

535.   El comienzo (cf. Lc 3, 23) de la vida pública de Jesús es su bautismo por Juan en el Jordán (cf. Hch 1, 22). Juan proclamaba "un bautismo de conversión para el perdón de los pecados" (Lc 3, 3). Una multitud de pecadores, publicanos y soldados (cf. Lc 3, 10-14), 
fariseos y saduceos (cf. Mt 3, 7) y prostitutas (cf. Mt 21, 32) viene a hacerse bautizar por él. "Entonces aparece Jesús". El Bautista duda. Jesús insiste y recibe el bautismo. Entonces el Espíritu Santo, en forma de paloma, viene sobre Jesús, y la voz del cielo proclama que él es "mi Hijo amado" (Mt 3, 13-17). Es la manifestación ("Epifanía") de Jesús como Mesías de Israel e Hijo de Dios. 

537.   Por el Bautismo, el cristiano se asimila sacramentalmente a Jesús que anticipa en su bautismo su muerte y su resurrección: debe entrar en este misterio de rebajamiento humilde y de arrepentimiento, descender al agua con Jesús, para subir con él, renacer del agua y del Espíritu para convertirse, en el Hijo, en hijo amado del Padre y "vivir una vida nueva" (Rm 6, 4): 
«Enterrémonos con Cristo por el Bautismo, para resucitar con él; descendamos con él para ser ascendidos con él; ascendamos con él para ser glorificados con él» (San Gregorio Nacianceno, Oratio 40, 9: PG 36, 369). «Todo lo que aconteció en Cristo nos enseña que después del baño de agua, el Espíritu Santo desciende sobre nosotros desde lo alto del cielo y que, adoptados por la Voz del Padre, llegamos a ser hijos de Dios» (San Hilario de Poitiers, In evangelium Matthaei, 2, 6: PL 9, 927). 

565.   Desde el comienzo de su vida pública, en su bautismo, Jesús es el "Siervo" enteramente consagrado a la obra redentora que llevará a cabo en el "bautismo" de su pasión. 
 
 

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