domingo, 25 de noviembre de 2018

52. ¿Qué es el cielo?



El cielo es el «medio» de Dios, la morada de los  ángeles y los santos y la meta de la Creación. Con la  expresión «cielo y tierra» designamos la totalidad de  la realidad creada. [325­327] El cielo no es un lugar en el universo. Es un estado en el  más allá. El cielo está allí donde se cumple la voluntad de  Dios sin ninguna resistencia. El cielo existe cuando se da  la vida en su máxima intensidad y santidad —vida que no  se puede encontrar como tal en la tierra—. Cuando con la  ayuda de Dios vayamos algún día al cielo, entonces nos  espera lo «que ni el ojo vio, ni el oído oyó, ni el hombre  puede pensar lo que Dios ha preparado para los que lo  aman» (1 Cor 2,9). 158, 285

325.   El Símbolo de los Apóstoles profesa que Dios es "el Creador del cielo y de la tierra", y el Símbolo Niceno-Constantinopolitano explicita: "...de todo lo visible y lo invisible". 

327.   La profesión de fe del IV Concilio de Letrán afirma que Dios, "al comienzo del tiempo, creó a la vez de la nada una y otra criatura, la espiritual y la corporal, es decir, la angélica y la mundana; luego, la criatura humana, que participa de las dos realidades, pues está compuesta de espíritu y de cuerpo" (Concilio de Letrán IV: DS, 800; cf. Concilio Vaticano I: ibíd., 3002 y Pablo VI, Credo del Pueblo de Dios, 8). 

51. Si Dios lo sabe todo, ¿por qué no impide entonces el mal?



«Dios permite el mal sólo para hacer surgir de él algo mejor» (Santo Tomás de  Aquino). [309­314,324] El mal en el mundo es un misterio oscuro y doloroso. El mismo Crucificado preguntó a su  Padre: «Dios mío, ¿por qué me has abandonado?» (Mt 27,46). Hay muchas cosas  incomprensibles. Pero tenemos una certeza: Dios es totalmente bueno. Nunca puede ser el  causante de algo malo. Dios creó el mundo bueno, pero éste no es aún perfecto. En medio de  rebeliones violentas y de procesos dolorosos se desarrolla hasta su consumación definitiva.  De este modo se puede situar mejor lo que la Iglesia denomina el mal físico, por ejemplo, una  minusvalía de nacimiento o una catástrofe natural. Por el contrario, los males morales  vienen al mundo por el abuso de la libertad. El «infierno en la tierra» (niños soldado, ataques  de terroristas suicidas, campos de concentración) es obra de los hombres la mayoría de las  veces. Por eso la cuestión decisiva no es: «¿Cómo se puede creer en un Dios bueno cuando  existe tanto mal?», sino: «¿Cómo podría un hombre con corazón y razón, soportar la vida en  este mundo si no existiera Dios?». La Muerte y la Resurrec­ción de Jesucristo nos muestran  que el mal no tuvo la primera palabra y no tiene tampoco la última. Del peor de los males  hizo Dios salir el bien absoluto. Creemos que en el Juicio Final Dios pondrá fin a toda  injusticia. En la vida del mundo futuro el mal ya no tiene lugar y el dolor acabará. 40, 286287

309.   Si Dios Padre todopoderoso, Creador del mundo ordenado y bueno, tiene cuidado de todas sus criaturas, ¿por qué existe el mal? A esta pregunta tan apremiante como inevitable, tan dolorosa como misteriosa no se puede dar una respuesta simple. El conjunto de la fe cristiana constituye la respuesta a esta pregunta: la bondad de la creación, el drama del pecado, el amor paciente de Dios que sale al encuentro del hombre con sus Alianzas, con la Encarnación redentora de su Hijo, con el don del Espíritu, con la congregación de la Iglesia, con la fuerza de los sacramentos, con la llamada a una vida bienaventurada que las criaturas son invitadas a aceptar libremente, pero a la cual, también libremente, por un misterio terrible, pueden negarse o rechazar. No hay un rasgo del mensaje cristiano que no sea en parte una respuesta a la cuestión del mal. 

324.   La permisión divina del mal físico y del mal moral es misterio que Dios esclarece por su Hijo, Jesucristo, muerto y resucitado para vencer el mal. La fe nos da la certeza de que Dios no permitiría el mal si no hiciera salir el bien del mal mismo, por caminos que nosotros sólo conoceremos plenamente en la vida eterna. 

50. ¿Qué papel juega el hombre en la providencia divina?



La consumación de la Creación a través de la providencia  divina no sucede sin nuestra intervención. Dios nos invita a  colaborar en la perfección de la Creación. [307­308]

El hombre puede rechazar la voluntad de Dios. Pero es mejor  convertirse en un instrumento del amor divino. La Madre Teresa se  esforzó toda su vida por pensar así: «Soy únicamente un pequeño lápiz  en la mano de nuestro Señor. Él puede cortar o afilar el lápiz. Él puede  escribir o dibujar lo que quiera y donde quiera. Si lo escrito o un dibujo  es bueno, no valoramos el lápiz o el material empleado, sino a aquel  que lo ha empleado». Si Dios actúa también con nosotros y a través  nuestro, no debemos confundir nunca nuestros propios pensamientos,  planes y actos con la acción de Dios. Dios no necesita nuestro trabajo  como si a Dios le faltara algo sin él.

307.   Dios concede a los hombres incluso poder participar libremente en su providencia confiándoles la responsabilidad de "someter'' la tierra y dominarla (cf. Gn 1, 26-28). Dios da así a los hombres el ser causas inteligentes y libres para completar la obra de la Creación, para perfeccionar su armonía para su bien y el de sus prójimos. Los hombres, cooperadores a menudo inconscientes de la voluntad divina, pueden entrar libremente en el plan divino no sólo por su acciones y sus oraciones, sino también por sus sufrimientos (cf. Col 1, 24). Entonces llegan a ser plenamente "colaboradores [...] de Dios" (1 Co 3, 9; 1 Ts 3, 2) y de su Reino (cf. Col 4, 11). 

308.   Es una verdad inseparable de la fe en Dios Creador: Dios actúa en las obras de sus criaturas. Es la causa primera que opera en y por las causas segundas: "Dios es quien obra en vosotros el querer y el obrar, como bien le parece" (Flp 2, 13; cf. 1 Co 12, 6). Esta verdad, lejos de disminuir la dignidad de la criatura, la realza. Sacada de la nada por el poder, la sabiduría y la bondad de Dios, no puede nada si está separada de su origen, porque "sin el Creador la criatura se 
diluye" (GS 36, 3); menos aún puede ella alcanzar su fin último sin la ayuda de la gracia (cf. Mt 19, 26; Jn 15, 5; Flp 4, 13). 

49. ¿Dirige Dios el mundo y también mi vida?



Sí, pero de un modo misterioso; Dios conduce todo  por caminos que sólo él conoce, hacia su  consumación. En ningún momento deja de su mano  aquello que ha creado. [302­305] Dios influye tanto en los grandes acontecimientos de la  historia como en los pequeños acontecimientos de nuestra  vida personal, sin que por ello quede recortada nuestra  libertad y seamos únicamente ma­rionetas de sus planes  eternos. En Dios «vivimos, nos movemos y existimos» (Hch  17 ,28). Dios está en todo lo que nos sale al encuentro en las  vicisitudes de la vida, también en los acontecimientos  dolorosos y en las casualidades aparentemente sin sentido.  Dios también quiere escribir derecho por medio de los  renglones torcidos de nuestra vida. Todo lo que nos quita y lo  que nos regala, aquello en lo que nos fortalece yen lo que nos  prueba: todo esto son designios y señales de su voluntad. 43

302.   La creación tiene su bondad y su perfección propias, pero no salió plenamente acabada de las manos del Creador. Fue creada "en estado de vía" (in statu viae) hacia una perfección última todavía por alcanzar, a la que Dios la destinó. Llamamos divina providencia a las disposiciones por las que Dios conduce la obra de su creación hacia esta perfección: 
«Dios guarda y gobierna por su providencia todo lo que creó, "alcanzando con fuerza de un extremo al otro del mundo y disponiéndolo todo suavemente" (Sb 8,1). Porque "todo está desnudo y patente a sus ojos" (Hb 4,13), incluso cuando haya de suceder por libre decisión de las criaturas» (Concilio Vaticano I: DS, 3003). 

305.   Jesús pide un abandono filial en la providencia del Padre celestial que cuida de las más pequeñas necesidades de sus hijos: "No andéis, pues, preocupados diciendo: ¿qué vamos a comer? ¿qué vamos a beber? [...] Ya sabe vuestro Padre celestial que tenéis necesidad de todo eso. Buscad primero su Reino y su justicia, y todas esas cosas se os darán por añadidura" (Mt 6, 31-33; cf. Mt 10, 29-31). 

48. ¿Para qué ha creado Dios el mundo?



«El mundo ha sido creado para la gloria de  Dios» (Concilio Vaticano I). [293­294,319] No hay ninguna otra razón para la Creación más  que el amor. En ella se manifiesta la gloria y el  honor de Dios. Alabar a Dios no quiere decir por  eso aplaudir al Creador. El hombre no es un  espectador de la obra de la Creación. Para él,  «alabar» a Dios significa, juntamente con toda la  Creación, aceptar la propia existencia con  agradecimiento. 489

293.   Es una verdad fundamental que la Escritura y la Tradición no cesan de enseñar y de celebrar: "El mundo ha sido creado para la gloria de Dios" (Concilio Vaticano I: DS 3025). Dios ha creado todas las cosas, explica san Buenaventura, non [...] propter gloriam augendam, sed propter gloriam manifestandam et propter gloriam suam communicandam ("no para aumentar su gloria, sino para manifestarla y comunicarla") (In secundum librum sententiarum, dist. 1, p. 2, a.2, q. 1, concl.). Porque Dios no tiene otra razón para crear que su amor y su bondad: Aperta manu clave amoris creaturae prodierunt ("Abierta su mano con la llave del amor surgieron las criaturas") (Santo Tomás de Aquino, Commentum in secundum librum Sententiarum, 2, prol.) Y el Concilio Vaticano I explica: 

319.   Dios creó el mundo para manifestar y comunicar su gloria. La gloria para la que Dios creó a sus criaturas consiste en que tengan parte en su verdad, su bondad y su belleza. 

47. ¿Por qué descansó Dios en el séptimo día?



El descanso de Dios apunta a la  consumación de la Creación, que está más  allá de todo esfuerzo humano. [349] Por mucho que el hombre trabajador sea el socio  menor de su Creador (Gén 2,15), tanto menos  puede él salvar la tierra mediante su esfuerzo. La  meta de la Creación es «un nuevo cielo y una  nueva tierra» (Is 65,17) mediante una redención  que nos es concedida. Por eso el descanso  dominical, que es un anticipo del descanso  celestial, está por encima del trabajo que nos  prepara para ello. 362

362.   La persona humana, creada a imagen de Dios, es un ser a la vez corporal y espiritual. El relato bíblico expresa esta realidad con un lenguaje simbólico cuando afirma que "Dios formó al hombre con polvo del suelo e insufló en sus narices aliento de vida y resultó el hombre un ser viviente" (Gn 2,7). Por tanto, el hombre en su totalidad es querido por Dios. 

46. ¿Por qué el libro del Génesis describe la Creación como un trabajo de seis días?



En el símbolo de la semana laboral, que es coronada por un día de  descanso (Gén 1,1­2,3), se expresa qué bien, qué hermosa y que  sabiamente ordenada está la Creación. [337­342] A partir de la simbología de un trabajo de seis días se pueden deducir principios  importantes: 2. No hay nada que no haya sido llamado al ser por el Creador. 3. Todo lo que existe es bueno según su naturaleza. 4. También lo que se ha transformado en malo tiene un núcleo bueno 5. Los seres y cosas creados son interdependientes y se complementan. 6. La Creación, en su orden y armonía, refleja la extraordinaria bondad y belleza  de Dios. 7. En la Creación hay una jerarquía: el hombre está por encima del animal, el  animal por encima de la planta, la planta por encima de la materia inerte. 8. La Creación está orientada a la gran fiesta final, cuando Cristo venga a buscar  al mundo y Dios sea todo en todos. 362

337.   Dios mismo es quien ha creado el mundo visible en toda su riqueza, su diversidad y su orden. La Escritura presenta la obra del Creador simbólicamente como una secuencia de seis días "de trabajo" divino que terminan en el "reposo" del día séptimo (Gn 1, 1-2,4). El texto sagrado enseña, a propósito de la creación, verdades reveladas por Dios para nuestra salvación (cf. DV 11) que permiten "conocer la naturaleza íntima de todas las criaturas, su valor y su ordenación a la alabanza divina"

342.   La  jerarquía de las criaturas está expresada por el orden de los "seis días", que va de lo menos perfecto a lo más perfecto. Dios ama todas sus criaturas (cf. Sal 145, 9), cuida de cada una, incluso de los pajarillos. Sin embargo Jesús dice: "Vosotros valéis más que muchos pajarillos" (Lc 12, 6-7), o también: "¡Cuánto más vale un hombre que una oveja!" (Mt 12, 12). 

45. ¿Las leyes de la naturaleza y las ordenaciones  naturales también proceden de Dios?



Sí. También las leyes de la naturaleza y las  ordenaciones naturales pertenecen a la  Creación de Dios. [339,346,354] El hombre no es una hoja en blanco. Está marcado  por el orden y las leyes del ser que Dios ha inscrito  en su Creación. Un cristiano no hace, sin más, «lo  que quiere». Sabe que se perjudica a sí mismo y a  su entorno cuando niega las leyes naturales, usa  de las cosas contra su orden interno y quiere ser  más listo que Dios, quien las creó. Sobrepasa la  capacidad del hombre el pretender hacerse a sí  mismo desde cero.


339.   Toda criatura posee su bondad y su perfección propias. Para cada una de las obras de los "seis días" se dice: "Y vio Dios que era bueno". "Por la condición misma de la creación, todas las cosas están dotadas de firmeza, verdad y bondad propias y de un orden y leyes propias" (GS 36, 2). Las distintas criaturas, queridas en su ser propio, reflejan, cada una a su manera, un rayo de la sabiduría y de la bondad infinitas de Dios. Por esto, el hombre debe respetar la bondad propia de cada criatura para evitar un uso desordenado de las cosas, que desprecie al Creador y acarree consecuencias nefastas para los hombres y para su ambiente. 
 
 354.   Respetar las leyes inscritas en la creación y las relaciones que derivan de la naturaleza de las cosas es un principio de sabiduría y un fundamento de la moral. 

martes, 20 de noviembre de 2018

44. ¿Quién ha creado el mundo?



Dios solo, que existe ante todo más allá del tiempo y  del espacio, ha creado el mundo de la nada y ha  convocado al ser a todas las cosas. Todo lo que existe,  depende de Dios y sólo perdura en el ser porque Dios  quiere que exista. [290­292,316] La Creación del mundo es, por decirlo así, una «obra en  común» del Dios trino. El Padre es el Creador, el  todopoderoso. El Hijo es el sentido y el corazón del mundo:  «Todo fue creado por él y para él» (Col 1,16). Sólo cuando  conocemos a Jesucristo sabemos para qué es bueno el mundo,  y comprendemos que el mundo avanza hacia una meta: la  verdad, la bondad y la belleza del Señor. El Espíritu Santo  mantiene todo unido; él es «quien da vida» (Jn 6,63).

292.   La acción creadora del Hijo y del Espíritu, insinuada en el Antiguo Testamento (cf. Sal 33,6; 104,30; Gn 1,2-3), revelada en la Nueva Alianza, inseparablemente una con la del Padre, es claramente afirmada por la regla de fe de la Iglesia: "Sólo existe un Dios [...]: es el Padre, es Dios, es el Creador, es el Autor, es el Ordenador. Ha hecho todas las cosas por sí mismo, es decir, por su Verbo y por su Sabiduría", "por el Hijo y el Espíritu", que son como "sus manos" (San Ireneo de Lyon, Adversus haereses, 2,30,9 y 4, 20, 1). La creación es la obra común de la Santísima Trinidad

316.   Aunque la obra de la creación se atribuya particularmente al Padre, es igualmente verdad de fe que el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo son el principio único e indivisible de la creación. 

43. ¿Es el mundo un producto de la casualidad?



No. Es Dios, no la casualidad, la causa del mundo. El mundo, ni por  su origen, ni por su orden interno y su finalidad, es el producto de  factores que actúen «sin sentido». [295­301,317­318,320] Los cristianos creen que pueden leer la escritura de Dios en su Creación. A  los científicos que hablan de que la totalidad del mundo es un proceso casual,  sin sentido y sin finalidad, les replicó beato Juan Pablo II en el año 1985:  «Hablar de azar delante de un universo en el que existe tal complejidad en la  organización de sus elementos y una intencionalidad tan maravillosa en su  vida, sería igual a abandonar la búsqueda de una explicación del mundo  como él se nos muestra. De hecho, sería equivalente a aceptar efectos sin  causa. Supondría la abdica­ción de la razón humana, que renunciaría de este  modo a pensar ya buscar una solución a los problemas». 49

295.   Creemos que Dios creó el mundo según su sabiduría (cf. Sb 9, 9). Este no es producto de una necesidad cualquiera, de un destino ciego o del azar. Creemos que procede de la voluntad libre de Dios que ha querido hacer participar a las criaturas de su ser, de su sabiduría y de su bondad: "Porque tú has creado todas las cosas; por tu voluntad lo que no existía fue creado" (Ap 4,11). "¡Cuán numerosas son tus obras, Señor! Todas las has hecho con sabiduría" (Sal 104,24). "Bueno es el Señor para con todos, y sus ternuras sobre todas sus obras" (Sal 145,9). 

318.   Ninguna criatura tiene el poder infinito que es necesario para "crear" en el sentido propio de la palabra, es decir, de producir y de dar el ser a lo que no lo tenía en modo alguno (llamar a la existencia de la nada) (cf. Congregación para la Educación Católica, Decreto del 27 de julio de 1914, Theses approbatae philosophiae tomisticae: DS 3624). 

320.   Dios, que ha creado el universo, lo mantiene en la existencia por su Verbo, "el Hijo que sostiene todo con su palabra poderosa" (Hb 1, 3) y por su Espirita Creador que da la vida. 

42. ¿Se puede estar convencido de la evolución y creer sin embargo en el Creador?


Sí. La fe está abierta a los descubrimientos e hipótesis de las ciencias  naturales. [282­289] La Teología no tiene competencia científico­natural; las ciencias naturales no  tienen competencia teológica. Las ciencias naturales no pueden excluir de  manera dogmática que en la creación haya procesos orientados a un fin; la fe, por  el contrario, no puede definir cómo se producen estos procesos en el desarrollo de  la naturaleza. Un cristiano puede aceptar la teoría de la evolución como un  modelo explicativo útil, mientras no caiga en la herejía del evolucionismo, que ve  al hombre como un producto casual de procesos biológicos. La EVOLUCIÓN  supone que hay algo que puede desarrollarse. Pero con ello no se afirma nada  acerca del origen de ese «algo». Tampoco las preguntas acerca del ser, la  dignidad, la misión, el sentido y el porqué del mundo y de los hombres se pueden  responder biológicamente. Así como el «evolucionismo» se inclina demasiado  hacia un lado, el CREACIONISMO lo hace hacia el lado contrario. Los  creacionistas toman los datos bíblicos (por ejemplo, la edad de la Tierra, la  creación en seis días) ingenuamente al pie de la letra.

282.   La catequesis sobre la Creación reviste una importancia capital. Se refiere a los fundamentos mismos de la vida humana y cristiana: explicita la respuesta de la fe cristiana a la pregunta básica que los 
hombres de todos los tiempos se han formulado: "¿De dónde venimos?" "¿A dónde vamos?" "¿Cuál es nuestro origen?" "¿Cuál es nuestro fin?" "¿De dónde viene y a dónde va todo lo que existe?" Las dos cuestiones, la del origen y la del fin, son inseparables. Son decisivas para el sentido y la orientación de nuestra vida y nuestro obrar.
289.   Entre todas las palabras de la sagrada Escritura sobre la creación, los tres primeros capítulos del Génesis ocupan un lugar único. Desde el punto de vista literario, estos textos pueden tener diversas fuentes. Los autores inspirados los han colocado al comienzo de la Escritura de suerte que expresan, en su lenguaje solemne, las verdades de la creación, de su origen y de su fin en Dios, de su orden y de su bondad, de la vocación del hombre, finalmente, del drama del pecado y de la esperanza de la salvación. Leídas a la luz de Cristo, en la unidad de la sagrada Escritura y en la Tradición viva de la Iglesia, estas palabras siguen siendo la fuente principal para la catequesis de los misterios del "comienzo": creación, caída, promesa de la salvación. 

41. ¿Las ciencias naturales hacen innecesario al Creador?



No. La frase «Dios ha creado el mundo» no es una  afirmación ya superada de las ciencias naturales. Se trata  de una afirmación teológica, es decir, una afirmación sobre  el sentido (theos = Dios, logos = sentido) y el origen divino  de las cosas. [282­289] El relato de la Creación no es un modelo explicativo del principio  del mundo. «Dios ha creado el mundo» es una afirmación teológica  sobre la relación del mundo con Dios. Dios ha querido que exista el  mundo; él lo acompaña y lo llevará a plenitud. Ser creadas es una  cualidad permanente en las cosas y una verdad elemental acerca  de ellas.

282.   La catequesis sobre la Creación reviste una importancia capital. Se refiere a los fundamentos mismos de la vida humana y cristiana: explicita la respuesta de la fe cristiana a la pregunta básica que los 
hombres de todos los tiempos se han formulado: "¿De dónde venimos?" "¿A dónde vamos?" "¿Cuál es nuestro origen?" "¿Cuál es nuestro fin?" "¿De dónde viene y a dónde va todo lo que existe?" Las dos cuestiones, la del origen y la del fin, son inseparables. Son decisivas para el sentido y la orientación de nuestra vida y nuestro obrar.

289.   Entre todas las palabras de la sagrada Escritura sobre la creación, los tres primeros capítulos del Génesis ocupan un lugar único. Desde el punto de vista literario, estos textos pueden tener diversas fuentes. Los autores inspirados los han colocado al comienzo de la Escritura de suerte que expresan, en su lenguaje solemne, las verdades de la creación, de su origen y de su fin en Dios, de su orden y de su bondad, de la vocación del hombre, finalmente, del drama del pecado y de la esperanza de la salvación. Leídas a la luz de Cristo, en la unidad de la sagrada Escritura y en la Tradición viva de la Iglesia, estas palabras siguen siendo la fuente principal para la catequesis de los misterios del "comienzo": creación, caída, promesa de la salvación. 

40. ¿Dios lo puede todo? ¿Es omnipotente?


«Para Dios nada hay imposible» (Lc 1,37). Es  omnipotente. [268­278] Quien en su angustia llama a Dios, cree en su  omnipotencia. Dios ha creado el mundo de la nada. Es el  Señor de la historia. Gobierna todas las cosas y lo puede  todo. Ciertamente es un misterio cómo emplea su  omnipotencia. No es raro que las personas pregunten:  ¿Dónde estaba Dios? A través del profeta Isaías Dios nos  dice: «Porque mis planes no son vuestros planes, vuestros  caminos no son mis caminos» (Is 55,8). Con frecuencia la  omnipotencia de Dios se muestra donde los hombres ya no  esperan nada de ella. La impotencia del Viernes Santo fue  el requisito de la Resurrección. 51,478,506­507

268.   De todos los atributos divinos, sólo la omnipotencia de Dios es nombrada en el Símbolo: confesarla tiene un gran alcance para nuestra vida. Creemos que esa omnipotencia es universal, porque Dios, que ha creado todo (cf. Gn 1,1; Jn 1,3), rige todo y lo puede todo; es amorosa, porque Dios es nuestro Padre (cf. Mt 6,9); es misteriosa, porque sólo la fe puede descubrirla cuando "se manifiesta en la debilidad" (2 Co 12,9; cf. 1 Co 1,18). 
"TODO CUANTO LE PLACE, LO REALIZA" (SAL 115, 3) 

278.   De no ser por nuestra fe en que el amor de Dios es todopoderoso, ¿cómo creer que el Padre nos ha podido crear, el Hijo rescatar, el Espíritu Santo santificar? 
 

39. ¿Es Jesús Dios? ¿Forma parte de la Trinidad?



Jesús de Nazaret es el Hijo, la segunda persona  divina, a quien aludimos cuando rezamos: «En el  nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo»  (Mt 28,19). [243­260] O bien Jesús era un impostor al hacerse señor del  SÁBADO Y dejar que se dirigieran a él con el título de  «Señor», o era realmente Dios. Llegó a provocar  escándalo al perdonar los pecados. Esto, a los ojos de sus  contemporáneos, era un crimen digno de muerte.  Mediante los signos y los milagros, pero especialmente  través de la Resurrección, los discípulos se dieron,  cuenta, de quién era Jesús y lo adoraron como el Señor.  Ésta es la fe de la  IGLESIA.

260.   El fin último de toda la economía divina es la entrada de las criaturas en la unidad perfecta de la Bienaventurada Trinidad (cf. Jn 17,21-23). Pero desde ahora somos llamados a ser habitados por la Santísima Trinidad: "Si alguno me ama –dice el Señor– guardará mi Palabra, y mi Padre le amará, y vendremos a él, y haremos morada en él" (Jn 14,23). 
«Dios mío, Trinidad que adoro, ayúdame a olvidarme enteramente de mí misma para establecerme en ti, inmóvil y apacible como si mi alma estuviera ya en la eternidad; que nada pueda turbar mi paz, ni hacerme salir de ti, mi inmutable, sino que cada minuto me lleve más lejos en la profundidad de tu Misterio. Pacifica mi alma. Haz de ella tu cielo, tu morada amada y el lugar de tu reposo. Que yo no te deje jamás solo en ella, sino que yo esté allí enteramente, totalmente despierta en mi fe, en adoración, entregada sin reservas a tu acción creadora» (Beata Isabel de la Trinidad, Oración). 


















38. ¿Quién es el «Espíritu Santo»?



El Espíritu Santo es la tercera persona de la Santísima  Trinidad (TRINIDAD) y de la misma naturaleza divina del  Padre y del Hijo. [243­248,263­264] Cuando descubrimos la realidad de Dios en nosotros, entramos en  contacto con la acción del Espíritu Santo. Dios «envió a nuestros  corazones el Espíritu de su Hijo» (Gál 4,6), para que nos llene  completamente. En el Espíritu Santo el cristiano encuentra una  alegría profunda, la paz interior y la libertad. «Pues no habéis  recibido un espíritu de esclavitud para recaer en el temor, sino que  habéis recibido un Espíritu de hijos de adopción, en el que  clamamos: ¡Abbá, Padre!» (Rom 8,15b). En el Espíritu Santo, que  hemos recibido en el Bautismo y la  CONFIRMACIÓN podemos  llamar a Dios «Padre». 113­120, 203­206, 310­311

243.   Antes de su Pascua, Jesús anuncia el envío de "otro Paráclito" (Defensor), el Espíritu Santo. Éste, que actuó ya en la Creación (cf. Gn 1,2) y "por los profetas" (Símbolo Niceno-Constantinopolitano: DS 150), estará ahora junto a los discípulos y en ellos (cf. Jn 14,17), para enseñarles (cf. Jn 14,16) y conducirlos "hasta la verdad completa" (Jn 16,13). El Espíritu Santo es revelado así como otra persona divina con relación a Jesús y al Padre.

263.   La misión del Espíritu Santo, enviado por el Padre en nombre del Hijo (cf. Jn 14,26) y por el Hijo "de junto al Padre" (Jn 15,26), revela que Él es con ellos el mismo Dios único. "Con el Padre y el Hijo recibe una misma adoración y gloria". 

lunes, 12 de noviembre de 2018

37. ¿Por qué es Dios «Padre»?


Veneramos a Dios como padre por el hecho de que es el Creador y  cuida con amor de sus criaturas. Jesús, el Hijo de Dios, nos ha  enseñado además a considerar a su Padre como nuestro Padre y a  dirigirnos a él como «Padre nuestro». [238­240] Muchas  RELIGIONES anteriores al cristianismo conocen ya el trato a Dios  como «Padre». Ya antes de Jesús se hablaba en Israel de Dios como el Padre  (Dt 32,6; Mal 2,10) y se sabía que es también como una madre (Is 66,13). El  padre y la madre son en la experiencia humana la representación del origen  y la autoridad, de aquello que protege y sostiene. Jesús nos muestra de qué  modo es Dios realmente Padre: «Quien me ha visto a mí, ha visto al Padre»  (Jn 14,9). En la parábola del hijo pródigo, Jesús responde al deseo más hondo  que el ser humano tiene de un Padre misericordioso. 511­527

238.   La invocación de Dios como "Padre" es conocida en muchas religiones. La divinidad es con frecuencia considerada como "padre de los dioses y de los hombres". En Israel, Dios es llamado Padre en cuanto Creador del mundo (Cf. Dt 32,6; Ml 2,10). Pues aún más, es Padre en razón de la Alianza y del don de la Ley a Israel, su "primogénito" (Ex 4,22). Es llamado también Padre del rey de Israel (cf. 2 S 7,14). Es muy especialmente "el Padre de los pobres", del huérfano y de la viuda, que están bajo su protección amorosa (cf. Sal 68,6). 
239.   Al designar a Dios con el nombre de "Padre", el lenguaje de la fe indica principalmente dos aspectos: que Dios es origen primero de todo y autoridad transcendente y que es al mismo tiempo bondad y solicitud amorosa para todos sus hijos. Esta ternura paternal de Dios puede ser expresada también mediante la imagen de la maternidad (cf. Is 66,13;  Sal 131,2) que indica más expresivamente la inmanencia de Dios, la intimidad entre Dios y su criatura. El lenguaje de la fe se sirve así de la experiencia humana de los padres que son en cierta manera los primeros representantes de Dios para el hombre. Pero esta experiencia dice también que los padres humanos son falibles y que pueden desfigurar la imagen de la paternidad y de la maternidad. Conviene recordar, entonces, que Dios transciende la distinción humana de los sexos. No es hombre ni mujer, es Dios. Transciende también la paternidad y la maternidad humanas (cf. Sal 27,10), aunque sea su origen y medida (cf. Ef 3,14; Is 49,15): Nadie es padre como lo es Dios. 

36. ¿Se puede deducir por lógica que Dios es trino?



No. La Trinidad (TRINIDAD) de Dios es un  misterio. Sólo por Jesucristo sabemos que  Dios es Trinidad.  [237] Los hombres no pueden deducir por medio de su  propia razón el misterio de la Trinidad. Pero  pueden reconocer la razonabilidad de este misterio,  cuando aceptan la REVELACIÓN de Dios en  Jesucristo. Si Dios estuviera solo y fuera solitario,  no podría amar desde toda la eternidad.  Iluminados por Jesucristo, podemos encontrar ya  en el ANTIGUO TESTAMENTO (por ejemplo, Gén  1,2; 18,2; 2 Sam 23,2) e incluso en toda la creación  huellas de la Trinidad.

237.   La Trinidad es un misterio de fe en sentido estricto, uno de los misterios escondidos en Dios, "que no pueden ser conocidos si no son revelados desde lo alto" (Concilio Vaticano I: DS 3015). Dios, ciertamente, ha dejado huellas de su ser trinitario en su obra de Creación y en su Revelación a lo largo del Antiguo Testamento. Pero la intimidad de su Ser como Trinidad Santa constituye un misterio inaccesible a la sola razón e incluso a la fe de Israel antes de la Encarnación del Hijo de Dios y el envío del Espíritu Santo. 

35. ¿Creemos en un solo Dios o en tres dioses?



Creemos en un solo Dios en tres personas  (TRINIDAD). «Dios no es soledad, sino  comunión perfecta» (Benedicto XVI,  22.05.2005). [232­236,249­256,261,265­266] Los cristianos no adoran a tres dioses diferentes,  sino a un único ser, que es trino (Padre, Hijo y  Espíritu Santo) y sin embargo uno. Que Dios es  trino lo sabemos por Jesucristo: Él, el Hijo, habla  de su Padre del Cielo («Yo y el Padre somos uno»,  Jn 10,30). Él ora al Padre y nos envía el Espíritu  Santo, que es el amor del Padre y del Hijo. Por eso  somos bautizados «en el nombre del Padre y del  Hijo y del Espíritu Santo» (Mt 28,19).

232.   Los cristianos son bautizados "en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo" (Mt 28,19). Antes responden "Creo" a la triple pregunta que les pide confesar su fe en el Padre, en el Hijo y en el Espíritu: Fides omnium christianorum in Trinitate consistit ("La fe de todos los cristianos se cimenta en la Santísima Trinidad") (San Cesáreo de Arlés, 

236.   Los Padres de la Iglesia distinguen entre la Theologia y la Oikonomia, designando con el primer término el misterio de la vida íntima del DiosTrinidad, con el segundo todas las obras de Dios por las que se revela y comunica su vida. Por la Oikonomia nos es revelada la Theologia; pero inversamente, es la Theologia, la que esclarece toda la Oikonomia. Las obras de Dios revelan quién es en sí mismo; e inversamente, el misterio de su Ser íntimo ilumina la inteligencia de todas sus obras. Así sucede, analógicamente, entre las personas humanas. La persona se muestra en su obrar y a medida que conocemos mejor a una persona, mejor comprendemos su obrar.

249.   La verdad revelada de la Santísima Trinidad ha estado desde los orígenes en la raíz de la fe viva de la Iglesia, principalmente en el acto del Bautismo. Encuentra su expresión en la regla de la fe bautismal, formulada en la predicación, la catequesis y la oración de la Iglesia. Estas formulaciones se encuentran ya en los escritos apostólicos, como este saludo recogido en la liturgia eucarística: "La gracia del Señor Jesucristo, el amor de Dios y la comunión del Espíritu Santo sean con todos vosotros" (2 Co 13,13; cf. 1 Co 12,4-6; Ef 4,4-6).

34. ¿Qué hay que hacer cuando se ha conocido a Dios?



Cuando se ha conocido a Dios hay que ponerlo en  el primer lugar de la vida. Con ello comienza una  nueva vida. A los cristianos se les debe conocer  porque aman incluso a sus enemigos. [222­227,229] Conocer a Dios significa que quien me ha creado y me  ha querido, quien me mira con amor a cada segundo,  quien bendice y sostiene mi vida, quien tiene en su  mano el mundo y las personas que amo, quien me  espera ardientemente, quien quiere llenarme y  perfeccionarme y hacerme vivir eternamente con él, está  aquí. No basta con asentir con la cabeza. Los cristianos  deben asumir el estilo de vida de Jesús.

222.   Creer en Dios, el Único, y amarlo con todo el ser tiene consecuencias inmensas para toda nuestra vida: 

223.   Es reconocer la grandeza y la majestad de Dios: "Sí, Dios es tan grande que supera nuestra ciencia" (Jb 36,26). Por esto Dios debe ser "el primer servido" (Santa Juana de Arco, Dictum: Procès de condamnation). 

224.   Es vivir en acción de gracias: Si Dios es el Único, todo lo que somos y todo lo que poseemos vienen de Él: "¿Qué tienes que no hayas recibido?" (1 Co 4,7). "¿Cómo pagaré al Señor todo el bien que me ha hecho?" (Sal 116,12). 

225.   Es reconocer la unidad y la verdadera dignidad de todos los hombres: Todos han sido hechos "a imagen y semejanza de Dios" (Gn 1,26). 

226.   Es usar bien de las cosas creadas: La fe en Dios, el Único, nos lleva a usar de todo lo que no es Él en la medida en que nos acerca a Él, y a separarnos de ello en la medida en que nos aparta de Él (cf. Mt 5,29-30; 16, 24; 19,23-24): 
«¡Señor mío y Dios mío, quítame todo lo que me aleja de ti! ¡Señor mío y Dios mío, dame todo lo que me acerca a ti! ¡Señor mío y Dios mío, despójame de mí mismo para darme todo a ti» (San Nicolás de Flüe, Oración). 

227.   Es confiar en Dios en todas las circunstancias, incluso en la adversidad. Una oración de Santa Teresa de Jesús lo expresa admirablemente: 
Nada te turbe, / Nada te espante Todo se pasa, / Dios no se muda La paciencia  / Todo lo alcanza; Quien a Dios tiene / Nada le falta: Sólo Dios basta. (Poesía, 30)

33. ¿Qué quiere decir que Dios es amor?


Si Dios es amor no hay nada creado que no sea soste­nido y abrazado por  una benevolencia infinita. Dios no sólo explica que él es amor, sino que lo  demuestra: «Nadie tiene amor más grande que el que da la vida por sus  amigos» (Jn 15,13). [218­221] Ninguna otra  RELIGIÓN dice lo que dice el cristianismo: «Dios es Amor» (1 Jn  4,8.16). La fe se apoya en esta palabra, aunque la experiencia del dolor y del mal en el  mundo hace dudar a los hombres si verdaderamente Dios es bueno. Va en el   ANTIGUO TESTAMENTO Dios comunica a su pueblo, por boca del profeta 1saías:  «Porque eres precioso ante mí, de gran precio y yo te amo. Por eso entrego regiones a  cambio de ti, pueblos a cambio de tu vida. No temas, porque yo estoy contigo» (ls 43,45a), y añade: «¿puede una madre olvidar al niño que amamanta, no tener compasión  del hijo de sus entrañas? Pues aunque ella se olvidara, yo no te olvidaré. Mira, te llevo  tatuada en mis palmas» (ls 49,15­16a), Que este lenguaje sobre el amor divino no son  palabras vanas lo demuestra Jesús en la cruz, donde entrega su vida por sus amigos.

218.   A lo largo de su historia, Israel pudo descubrir que Dios sólo tenía una razón para revelársele y escogerlo entre todos los pueblos como pueblo suyo: su amor gratuito (cf. Dt 4,37; 7,8; 10,15). E Israel comprendió, gracias a sus profetas, que también por amor Dios no cesó de salvarlo (cf. Is 43,1-7) y de perdonarle su infidelidad y sus pecados (cf. Os 2). 

219.   El amor de Dios a Israel es comparado al amor de un padre a su hijo (cf. Os 11,1). Este amor es más fuerte que el amor de una madre a sus hijos (cf. Is 49,14-15). Dios ama a su pueblo más que un esposo a su amada (Is 62,4-5); este amor vencerá incluso las peores infidelidades (cf. Ez 16; Os 11); llegará hasta el don más precioso: "Tanto amó Dios al mundo que dio a su Hijo único" (Jn 3,16). 

220.   El amor de Dios es "eterno" (Is 54,8). "Porque los montes se correrán y las colinas se moverán, mas mi amor de tu lado no se apartará" (Is 54,10). "Con amor eterno te he amado: por eso he reservado gracia para ti" (Jr 31,3). 

221.  Pero san Juan irá todavía más lejos al afirmar: "Dios es Amor" (1 Jn 4,8.16); el ser mismo de Dios es Amor. Al enviar en la plenitud de los tiempos a su Hijo único y al Espíritu de Amor, Dios revela su secreto más íntimo (cf. 1 Cor 2,7-16; Ef 3,9-12); Él mismo es una eterna comunicación de amor: Padre, Hijo y Espíritu Santo, y nos ha destinado a participar en Él. 



32. ¿Qué quiere decir que Dios es la Verdad?



«Dios es luz y en él no hay tiniebla alguna» (1 Jn 1,5). Su palabra es  verdad (Prov 8,7; 2 Sam 7,28), y su leyes verdad (Sal 119,142). Jesús  mismo garantiza la verdad de Dios, cuando declara ante Pilato: «Yo  para esto he nacido y para esto he venido al mundo: para dar  testimonio de la verdad» (Jn 18,37). [214 217] ― No se puede someter a Dios a un procedimiento probatorio, porque la  ciencia no puede convertirlo en un objeto verificable. Sin embargo, Dios  mismo se somete a un procedimiento probatorio algo especial. Sabemos que  Dios es la verdad por la absoluta credibilidad de Jesús. Él es «el Camino, la  Verdad y la Vida». Esto lo puede descubrir toda persona que se comprometa  con él. Si Dios no fuera «verdadero», la fe y la razón no podrían entablar un  diálogo recíproco. Pero ellas pueden entenderse, porque Dios es la verdad y  la Verdad es divina.

214.   Dios, "El que es", se reveló a Israel como el que es "rico en amor y fidelidad" (Ex 34,6). Estos dos términos expresan de forma condensada las riquezas del Nombre divino. En todas sus obras, Dios muestra su benevolencia, su bondad, su gracia, su amor; pero también su fiabilidad, su constancia, su fidelidad, su verdad. "Doy gracias a tu Nombre por tu amor y tu verdad" (Sal 138,2; cf. Sal 85,11). Él es la Verdad, porque "Dios es Luz, en él no hay tiniebla alguna" (1 Jn 1,5); él es "Amor", como lo enseña el apóstol Juan (1 Jn 4,8). DIOS ES LA VERDAD 215.

215.   "Es verdad el principio de tu palabra, por siempre, todos tus justos juicios" (Sal 119, 160). "Ahora, mi Señor Dios, tú eres Dios, tus palabras son verdad" (2 S 7,28); por eso las promesas de Dios se realizan siempre (cf. Dt 7,9). Dios es la Verdad misma, sus palabras no pueden engañar. Por ello el hombre se puede entregar con toda confianza a la verdad y a la fidelidad de la palabra de Dios en todas las cosas. El comienzo del pecado y de la caída del hombre fue una mentira del tentador que indujo a dudar de la palabra de Dios, de su benevolencia y de su fidelidad. 216.   La verdad de Dios es su sabiduría que rige todo el orden de la creación y del gobierno del mundo (cf. Sb 13,1-9). Dios, único Creador del cielo y de la tierra (cf. Sal 115,15), es el único que puede dar el conocimiento verdadero de todas las cosas creadas en su relación con Él (cf. Sb 7,17-21). 

31. ¿Por qué revela Dios su nombre?


Dios revela su nombre porque quiere que se le pueda  invocar. [203­213, 230­231] Dios no quiere mantenerse en el anonimato. No quiere ser  adorado como un ser meramente sentido o intuido. Dios  quiere ser conocido y ser invocado como el verdadero y el que  actúa. En la zarza ardiente, Dios da a conocer su nombre a  Moisés: JHWH (Éx 3,14). Dios se hace invocable para su  pueblo, pero continúa siendo el Dios escondido, el misterio  presente. Por respeto a Dios el pueblo de Israel no  pronunciaba (ni pronuncia) el nombre de Dios y lo sustituye  por el apelativo Adonai (Señor). Justamente esta palabra es  la que usa el NUEVO TESTAMENTO, cuando glorifica a  Jesús como verdadero Dios: «Jesús es Señor» (Rom 10,9).

203.   Dios se reveló a su pueblo Israel dándole a conocer su Nombre. El nombre expresa la esencia, la identidad de la persona y el sentido 
de su vida. Dios tiene un nombre. No es una fuerza anónima. Comunicar su nombre es darse a conocer a los otros. Es, en cierta manera, comunicarse a sí mismo haciéndose accesible, capaz de ser más íntimamente conocido y de ser invocado personalmente. 

213.   Por tanto, la revelación del Nombre inefable "Yo soy el que soy" contiene la verdad de que sólo Dios ES. En este mismo sentido, ya la traducción de los Setenta y, siguiéndola, la Tradición de la Iglesia han entendido el Nombre divino: Dios es la plenitud del Ser y de toda perfección, sin origen y sin fin. Mientras todas las criaturas han recibido de Él todo su ser y su poseer. Él solo es su ser mismo y es por sí mismo todo lo que es. 

sábado, 3 de noviembre de 2018

30. ¿Por qué creemos en un solo Dios?


Creemos en un solo Dios porque según el  testimonio de la Sagrada Escritura sólo hay un  Dios y porque, según las leyes de la lógica,  tampoco puede haber más que uno. [200­202, 228] Si hubiera dos dioses, uno sería el límite del otro;  ninguno de los dos sería infinito, ninguno sería perfecto;  de modo que ninguno de los dos sería Dios. La  experiencia fundamental de Dios que tiene el pueblo de  Israel es: «Escucha, Israel: el Señor es nuestro Dios, el  Señor es uno solo» (Dt 6,4). Una y otra vez los profetas  exhortan a abandonar los falsos dioses y a convertirse al  único Dios: «Yo soy un Dios justo y salvador, y no hay  ninguno más» (Is 45,22).

202.   Jesús mismo confirma que Dios es "el único Señor" y que es preciso amarle con todo el corazón, con toda el alma, con todo el espíritu y todas las fuerzas (cf. Mc 12,29-30). Deja al mismo tiempo entender que Él mismo es "el Señor" (cf. Mc 12,35-37). Confesar que "Jesús es Señor" es lo propio de la fe cristiana. Esto no es contrario a la fe en el Dios Único. Creer en el Espíritu Santo, "que es Señor y dador de vida", no introduce ninguna división en el Dios único: 
«Creemos firmemente y confesamos que hay un solo verdadero Dios, inmenso e inmutable, incomprensible, todopoderoso e inefable, Padre, Hijo y Espíritu Santo: Tres Personas, pero una sola esencia, substancia o naturaleza absolutamente simple» (Concilio de Letrán IV: DS 800). 

29. ¿Qué dice el credo largo de Nicea­Constantinopla?



Creo en un solo Dios, Padre Todopoderoso,  Creador del cielo y de la tierra,  de todo lo visible e invisible.  Creo en un solo Señor, Jesucristo, Hijo único de Dios,  nacido del Padre antes de todos los siglos:  Dios de Dios, luz de luz,  Dios verdadero de Dios verdadero, engendrado, no creado,  de la misma naturaleza del Padre, por quien todo fue hecho;  que por nosotros, los hombres,  y por nuestra salvación, bajó del cielo, y por obra del Espíritu Santo se encarnó de María, la Virgen,  y se hizo hombre;  y por nuestra causa fue crucificado en tiempo de Poncio Pilato; padeció y fue sepultado,  y resucitó al tercer día,  según las Escrituras,  y subió al cielo y está sentado a la derecha del Padre;  y de nuevo vendrá con gloria para juzgar a vivos y muertos, y su reino no tendrá fin.  Creo en el Espíritu Santo, Señor y dador de vida,  que procede del Padre y del Hijo, que con el Padre y el Hijo  recibe una misma adoración y gloria, y que habló por los profetas.  Creo en la Iglesia que es una, santa, católica y apostólica.  Confieso que hay un solo Bautismo para el perdón de los pecados.  Espero la resurrección de los muertos y la vida del mundo futuro.  Amén. 

28. ¿Qué dice la fórmula de fe de los apóstoles?


Creo en Dios, Padre Todopoderoso, Creador del cielo y de la tierra.  Creo en Jesucristo, su único Hijo, Nuestro Señor,  que fue concebido por obra y gracia del Espíritu Santo, nació de Santa  María Virgen,  padeció bajo el poder de Poncio Pilato, fue crucificado, muerto y sepultado,  descendió a los infiernos,  al tercer día resucitó de entre los muertos,  subió a los cielos y está sentado a la derecha de Dios, Padre todopoderoso.  Desde allí ha de venir a juzgar a vivos y muertos.  Creo en el Espíritu Santo,  la santa Iglesia Católica,  la comunión de los santos,  el perdón de los pecados,  la resurrección de la carne y la vida eterna. Amén.

27. ¿Cómo surgieron las profesiones de fe?



Las profesiones de fe se remontan a Jesús, que mandó a sus discípulos  que bautizaran. En el bautismo debían exigir a las personas la profesión  de una determinada fe, en concreto la fe en el Padre, el Hijo y el Espíritu  Santo (TRINIDAD). [188­191] El germen de todas las fórmulas de fe posteriores es la fe en Jesús, el Señor, y el  envío a la misión: «Id, pues, y haced discípulos a todos los pueblos, bautizándolos  en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo» (Mt 28,19). Todas las  profesiones de fe de la  IGLESIA son desarrollo de la fe en este Dios trinitario.  Comienzan con la confesión de la fe en el Padre, Creador y quien sostiene el  mundo, se refieren luego al Hijo, por quien el mundo y nosotros mismos hemos  encontrado la salvación, y desembocan en la confesión de fe en el Espíritu Santo, la  persona divina por quien se da la presencia de Dios en la Iglesia y en el mundo.

191.  Cada una de estas tres partes se subdividen en una serie de fórmulas variadas y exactas. Utilizando una comparación frecuentemente repetida en las obras de los Santos Padres, llamamos artículos a cada una de las fórmulas del Símbolo que clara y distintamente hemos de creer, lo mismo que llamamos artículos (articulaciones) a las distintas partes en que se divide cada una de las partes del organismo humano (Catecismo Romano, 1,1,4). Según una antigua tradición, atestiguada ya por san Ambrosio, se acostumbra a enumerar doce artículos del Credo, simbolizando con el número de los doce apóstoles el conjunto de la fe apostólica (cf. San Ambrosio, Explanatio Symboli,  8: PL 17, 1158D)

26. ¿Qué son las profesiones de fe?


Las profesiones de fe son fórmulas sintéticas de la fe,  que hacen posible una confesión común de todos los  creyentes. [185 188, 192 197] ― ― Este tipo de síntesis se encuentran ya en las cartas de san  Pablo. La profesión de fe o credo de los apóstoles, de los  primeros tiempos del cristianismo, tiene una categoría  especial, porque es considerado como el resumen de fe de  los  APÓSTOLES. La profesión de fe larga o símbolo de  Nicea­Constantinopla tiene una gran autoridad, porque  procede de los grandes concilios de la Cristiandad aún no  dividida (Nicea en el año 325 y Constantinopla en el 381) y  hasta el día de hoy constituye la base común de los  cristianos de Oriente y Occidente.

185.   Quien dice "Yo creo", dice "Yo me adhiero a lo que nosotros creemos". La comunión en la fe necesita un lenguaje común de la fe, normativo para todos y que nos una en la misma confesión de fe. 

192.   A lo largo de los siglos, en respuesta a las necesidades de diferentes épocas, han sido numerosas las profesiones o símbolos de la fe: los símbolos de las diferentes Iglesias apostólicas y antiguas (cf. DS 1-64), el Símbolo Quicumque, llamado de san Atanasio (cf.Ibíd., 75-76), las profesiones de fe de varios Concilios (de Toledo XI: DS 525-541; de Letrán IV: ibíd., 800-802; de Lyon II: ibíd., 851-861; de Trento: ibíd.,1862-1870) o de algunos Papas, como la  fides Damasi  (cf. DS 71-72) o el "Credo del Pueblo de Dios" de Pablo VI (1968). 

25. ¿Para qué necesita la fe definiciones y fórmulas?



En la fe no se trata de palabras vacías, sino de una realidad.  A lo largo del tiempo se condensaron en la Igle­sia fórmulas  de la fe, con cuya ayuda contemplamos, expresamos,  aprendemos, transmitimos, celebramos y vivimos esa  realidad. [170­174] Sin fórmulas fijas el contenido de la fe se disuelve. Por eso la Iglesia  da mucha importancia a determinadas frases, cuya formulación  precisa se logró en la mayoría de los casos con mucho esfuerzo, para  proteger el mensaje de Cristo de malentendidos y falsificaciones.  Las fórmulas de la fe son importantes especialmente cuando la fe de  la Iglesia se traduce a las diferentes culturas y sin embargo tiene  que mantenerse en su esencia. Porque la fe común es el fundamento  de la unidad de la Iglesia.

174.   "Porque, aunque las lenguas difieren a través del mundo, el contenido de la Tradición es uno e idéntico. Y ni las Iglesias establecidas en Germania tienen otra fe u otra Tradición, ni las que están entre los iberos, ni las que están entre los celtas, ni las de Oriente, de Egipto, de Libia, ni las que están establecidas en el centro del mundo..." (Ibíd.). "El mensaje de la Iglesia es, pues, verídico y sólido, ya que en ella aparece un solo camino de salvación a través del mundo entero" (Ibíd. 5,20,1). 



jueves, 1 de noviembre de 2018

24. ¿Qué tiene que ver mi fe con la Iglesia?


Nadie puede creer por sí solo, como nadie puede vivir por sí solo. Recibimos  la fe de la Iglesia y la vivimos en comunión con los hombres con los que  compartimos nuestra fe. [166­169,181] La fe es lo más personal de un hombre, pero no es un asunto privado. Quien quiera  creer tiene que poder decir tanto «yo» como «nosotros», porque una fe que no se puede  compartir ni comunicar sería irracional. Cada creyente da su asentimiento libre al  «creemos» de la  IGLESIA. De ella ha recibido la fe. Ella es quien la ha transmitido a  través de los siglos hasta él, la ha protegido de falsificaciones y la ha hecho brillar de  nuevo. La fe es por ello tomar parte en una convicción común. La fe de los otros me  sostiene, así como el fuego de mi fe enciende y conforta a otros. El «yo» y el «nosotros»  de la fe lo destaca la Iglesia empleando dos confesiones de la fe en sus celebraciones: el  credo apostólico, que comienza con «creo» (CREDO) y el credo de NiceaConstantinopla, que en su forma original comenzaba con «creemos» (Credimus).

166.   La fe es un acto personal: la respuesta libre del hombre a la iniciativa de Dios que se revela. Pero la fe no es un acto aislado. Nadie puede creer solo, como nadie puede vivir solo. Nadie se ha dado la fe a sí mismo, como nadie se ha dado la vida a sí mismo. El creyente ha recibido la fe de otro, debe transmitirla a otro. Nuestro amor a Jesús y a los hombres nos impulsa a hablar a otros de nuestra fe. Cada creyente es como un eslabón en la gran cadena de los creyentes. Yo no puedo creer sin ser sostenido por la fe de los otros, y por mi fe yo contribuyo a sostener la fe de los otros. 

 181.  "Creer" es un acto eclesial. La fe de la Iglesia precede, engendra, conduce y alimenta nuestra fe. La Iglesia es la Madre de todos los creyentes. "Nadie puede tener a Dios por Padre si no tiene a la Iglesia por Madre" (San Cipriano de Cartago, De Ecclesiae catholicae unitate, 6: PL 4,503A). 
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