martes, 20 de noviembre de 2018

42. ¿Se puede estar convencido de la evolución y creer sin embargo en el Creador?


Sí. La fe está abierta a los descubrimientos e hipótesis de las ciencias  naturales. [282­289] La Teología no tiene competencia científico­natural; las ciencias naturales no  tienen competencia teológica. Las ciencias naturales no pueden excluir de  manera dogmática que en la creación haya procesos orientados a un fin; la fe, por  el contrario, no puede definir cómo se producen estos procesos en el desarrollo de  la naturaleza. Un cristiano puede aceptar la teoría de la evolución como un  modelo explicativo útil, mientras no caiga en la herejía del evolucionismo, que ve  al hombre como un producto casual de procesos biológicos. La EVOLUCIÓN  supone que hay algo que puede desarrollarse. Pero con ello no se afirma nada  acerca del origen de ese «algo». Tampoco las preguntas acerca del ser, la  dignidad, la misión, el sentido y el porqué del mundo y de los hombres se pueden  responder biológicamente. Así como el «evolucionismo» se inclina demasiado  hacia un lado, el CREACIONISMO lo hace hacia el lado contrario. Los  creacionistas toman los datos bíblicos (por ejemplo, la edad de la Tierra, la  creación en seis días) ingenuamente al pie de la letra.

282.   La catequesis sobre la Creación reviste una importancia capital. Se refiere a los fundamentos mismos de la vida humana y cristiana: explicita la respuesta de la fe cristiana a la pregunta básica que los 
hombres de todos los tiempos se han formulado: "¿De dónde venimos?" "¿A dónde vamos?" "¿Cuál es nuestro origen?" "¿Cuál es nuestro fin?" "¿De dónde viene y a dónde va todo lo que existe?" Las dos cuestiones, la del origen y la del fin, son inseparables. Son decisivas para el sentido y la orientación de nuestra vida y nuestro obrar.
289.   Entre todas las palabras de la sagrada Escritura sobre la creación, los tres primeros capítulos del Génesis ocupan un lugar único. Desde el punto de vista literario, estos textos pueden tener diversas fuentes. Los autores inspirados los han colocado al comienzo de la Escritura de suerte que expresan, en su lenguaje solemne, las verdades de la creación, de su origen y de su fin en Dios, de su orden y de su bondad, de la vocación del hombre, finalmente, del drama del pecado y de la esperanza de la salvación. Leídas a la luz de Cristo, en la unidad de la sagrada Escritura y en la Tradición viva de la Iglesia, estas palabras siguen siendo la fuente principal para la catequesis de los misterios del "comienzo": creación, caída, promesa de la salvación. 

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