Dios solo, que existe ante todo más allá del tiempo y del espacio, ha creado el mundo de la nada y ha convocado al ser a todas las cosas. Todo lo que existe, depende de Dios y sólo perdura en el ser porque Dios quiere que exista. [290292,316] La Creación del mundo es, por decirlo así, una «obra en común» del Dios trino. El Padre es el Creador, el todopoderoso. El Hijo es el sentido y el corazón del mundo: «Todo fue creado por él y para él» (Col 1,16). Sólo cuando conocemos a Jesucristo sabemos para qué es bueno el mundo, y comprendemos que el mundo avanza hacia una meta: la verdad, la bondad y la belleza del Señor. El Espíritu Santo mantiene todo unido; él es «quien da vida» (Jn 6,63).
292. La acción creadora del Hijo y del Espíritu, insinuada en el Antiguo Testamento (cf. Sal 33,6; 104,30; Gn 1,2-3), revelada en la Nueva Alianza, inseparablemente una con la del Padre, es claramente afirmada por la regla de fe de la Iglesia: "Sólo existe un Dios [...]: es el Padre, es Dios, es el Creador, es el Autor, es el Ordenador. Ha hecho todas las cosas por sí mismo, es decir, por su Verbo y por su Sabiduría", "por el Hijo y el Espíritu", que son como "sus manos" (San Ireneo de Lyon, Adversus haereses, 2,30,9 y 4, 20, 1). La creación es la obra común de la Santísima Trinidad
316. Aunque la obra de la creación se atribuya particularmente al Padre, es igualmente verdad de fe que el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo son el principio único e indivisible de la creación.
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