OBJECIÓN:
Claramente se dice en la Biblia que las imágenes y las
estatuas están prohibidas, esto se puede leer en Ex 20, 4; Dt 4, 16; y
Lv 26, 1. ¿Por qué los católicos tienen tantas imágenes y
estatuas?
Es verdad que en dichos textos se prohíben las imágenes y
las estatuas, pero es igualmente verdad que, en otros textos,
Dios ordena esculpir estatuas, como en Ex 25, 18; Nm 21, 8;
1R 6, 23-29; 7, 25-29. Encontrándonos aparentemente ante una
contradicción, es necesario que veamos el por qué de la
prohibición, para comprender el motivo y no quedarnos con la
impresión de que una prescripción legal se opone a otra.
¿Cuál es el motivo para que Dios prohíba esto? La respuesta
la tenemos antes y después de las palabras que lo prohíben:
«No tengas otros dioses aparte de mí. No te hagas ningún
ídolo ni figura de lo que hay arriba en el cielo, ni de lo que hay
abajo en la tierra, ni de lo que hay en el mar debajo de la
tierra. No te inclines delante de ellos ni les rindas culto, porque yo
soy el Señor tu Dios, Dios celoso que castiga la maldad de
los padres que me odian, en sus hijos, nietos y bisnietos» (Ex 20,
3-5).
Como se ve, lo que prohíbe Dios es «construirse» otros
dioses, pues el pueblo judío era propenso a eso. En Ex 32, 1-8 se
relata que, en ausencia de Moisés, se fabricaron un becerro
de oro y lo adoraron. Dios prohíbe la idolatría, no las estatuas o
las imágenes como si éstas fueran malas en sí mismas. Esto
lo podemos ver claramente cuando el mismo Dios ordena
esculpir dos querubines para adornar el arca de la alianza:
«… con dos seres alados de oro, labrado a martillo en los dos
extremos» (Ex 25, 18).
Otro ejemplo lo encontramos cuando Dios dice a Moisés: «Y el
Señor le dijo: hazte una serpiente como ésas, y ponla en el
asta de una bandera. Cuando alguien sea mordido por una
serpiente, que mire hacia la serpiente del asta, y se salvará.
Moisés hizo una serpiente de bronce y la puso en el asta de
una bandera, y cuando alguien era mordido por una serpiente,
miraba a la serpiente de bronce y se salvaba» (Nm 21, 8-9).
Así pues, lo importante es comprender que, mientras no haya
peligro de tomar como dioses ni a los dos querubines, ni a la
serpiente, Dios manda esculpirlos. Pero Israel cometió un
grave pecado, y llegó el día en que vio a la serpiente como a una
divinidad. Entonces, Dios ordenó su destrucción: «Él fue
quien quitó los santuarios paganos, hizo pedazos las piedras
sagradas, rompió las representaciones de Aserá y destrozó la
serpiente de bronce que Moisés había hecho y a la que hasta
entonces los israelitas quemaban incienso y llamaban
Nehustán» (2R 18, 4).
Los textos mencionados al principio de este capítulo también
hablan de estatuas. No es necesario transcribirlos, cada cual
podrá leerlos en su Biblia. En el Nuevo Testamento no hay
ninguna prohibición al respecto. Pero se menciona una
circunstancia que era propicia para que Jesús condenara el
uso de las imágenes, mas no lo hizo. Se trata del momento en el
que presentaron al Señor una moneda con la imagen del César.
Y de su parte, no hay ninguna palabra de desprecio y de
condena contra ella (Mc 12, 16-17).
¿Quién cree hoy en día que Dios prohíbe las imágenes? ¿En
qué casa no hay una foto de alguna persona querida? Lo que
Dios prohíbe es la idolatría. Por eso la Iglesia Católica
prohíbe también la idolatría. No enseña a adorar a los santos o a sus
imágenes, sino exhorta vivamente a los cristianos a que se
sirvan de la devoción a ellos para acercarse más a Dios, imitando
sus virtudes, y haciéndose ayudar con su intercesión.
Además de las imágenes y las estatuas, la Iglesia venera las
reliquias de los santos, no como si tuvieran poder por ellas
mismas, sino en virtud de las personas a las cuales
pertenecieron.
El culto de las reliquias no se opone a la enseñanza de la
Biblia. En Mt 9, 20, se lee que una mujer, al tocar el manto de
Jesús, quedó curada gracias a ello; en Hch 5, 15, describe
la curación de muchos enfermos al ser tocados por la sombra de
Pedro. Y en Hch 19, 11-12 se lee: «Y Dios hacía grandes
milagros por medio de Pablo, tanto que hasta los pañuelos o las
ropas que habían sido tocados por su cuerpo eran llevados a
los enfermos, y éstos se curaban de sus enfermedades, y los
espíritus malignos salían de ellos.»
Otro texto que vale la pena tener presente para entender el
culto a las reliquias, es 2R 13, 20-21: «Eliseo murió y lo
enterraron. Y como año tras año bandas de ladrones moabitas
invadían el país, en cierta ocasión en que unos israelitas
estaban enterrando a un hombre, al ver que una de esas
bandas venía, arrojaron al muerto dentro de la tumba de Eliseo y se
fueron. Pero tan pronto como el muerto rozó los restos de
Eliseo, resucitó y se puso en pie».
La eficacia que da Dios a lo que perteneció a algunos de sus
siervos, nos demuestra que la veneración a estos objetos no es
superstición. A Dios agrada el respeto que tenemos a sus más
fieles siervos y a cuanto les perteneció.
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