No. Pero el hombre está profundamente herido por el pecado original y tiende a pecar. Sin embargo, con la ayuda de Dios, es capaz de hacer el bien. [405] No deberíamos pecar en ningún caso. Pero, de hecho, pecamos una y otra vez, porque somos débiles, ignorantes y caemos en la tentación. Por lo demás, un pecado a la fuerza no sería tal pecado, porque el pecado implica siempre la decisión libre.
405. Aunque propio de cada uno (cf. ibíd., DS 1513), el pecado original no tiene, en ningún descendiente de Adán, un carácter de falta personal. Es la privación de la santidad y de la justicia originales, pero la naturaleza humana no está totalmente corrompida: está herida en sus propias fuerzas naturales, sometida a la ignorancia, al sufrimiento y al imperio de la muerte e inclinada al pecado (esta inclinación al mal es llamada "concupiscencia"). El Bautismo, dando la vida de la gracia de Cristo, borra el pecado original y devuelve el hombre a Dios, pero las consecuencias para la naturaleza, debilitada e inclinada al mal, persisten en el hombre y lo llaman al combate espiritual
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