lunes, 4 de febrero de 2019

109.¿Qué quiere decir que Jesús ascendido a los cielos?



Con Jesús uno de nosotros ha llegado junto a Dios y está allí para siempre.  En su Hijo, Dios está humanamente cercano a nosotros los hombres.  Además Jesús dice en el evangelio de san Juan: «y cuando yo sea elevado.  sobre la tierra, atraeré a todos hacia mí» (Jn 12,32). [659­667]

  En el NUEVO TESTAMENTO, la Ascensión de Cristo a los cielos marca el final de  una cercanía especial del Resucitado con sus discípulos a lo largo de cuarenta días.  Acabado este tiempo, Jesús entra con toda su humanidad en la gloria de Dios. La  Sagrada Escritura expresa esto mediante los símbolos de la «nube» y el «cielo». «El  hombre», dice el papa Benedicto XVI, «encuentra sitio en Dios». Jesucristo está  ahora junto al Padre, de donde vendrá un día «a juzgar a los vivos y a los muertos».  La Ascensión significa que Jesús ya no está en la tierra de forma visible, aunque  está presente y está aquí.

659.   "Con esto, el Señor Jesús, después de hablarles, fue elevado al Cielo y se sentó a la diestra de Dios" (Mc 16, 19). El Cuerpo de Cristo fue glorificado desde el instante de su Resurrección como lo prueban las propiedades nuevas y sobrenaturales, de las que desde entonces su cuerpo disfruta para siempre (cf. Lc 24, 31;  Jn 20, 19. 26). Pero durante los cuarenta días en los que él come y bebe familiarmente con sus discípulos (cf. Hch 10, 41) y les instruye sobre el Reino (cf. Hch 1, 3), su gloria aún queda velada bajo los rasgos de una humanidad ordinaria (cf. Mc 16,12; Lc 24, 15; Jn 20, 14-15; 21, 4). La última aparición de Jesús termina con la entrada irreversible de su humanidad en la gloria divina simbolizada por la nube (cf. Hch 1, 9; cf. también  Lc 9, 34-35; Ex 13, 22) y por el cielo (cf. Lc 24, 51) donde él se sienta para siempre a la derecha de Dios (cf. Mc 16, 19; Hch 2, 33; 7, 56; cf. también Sal 110, 1). Sólo de manera completamente excepcional y única, se muestra a Pablo "como un abortivo" (1 Co 15, 8) en una última aparición que constituye a éste en apóstol (cf. 1 Co 9, 1; Ga 1, 16).

667.   Jesucristo, habiendo entrado una vez por todas en el santuario del cielo, intercede sin cesar por nosotros como el mediador que nos asegura permanentemente la efusión del Espíritu Santo. 

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