lunes, 4 de febrero de 2019

116.¿Qué quiere decir que el Espíritu Santo «habló por los  profetas»?



Ya en la antigua alianza Dios colmó a hombres y  mujeres con el Espíritu Santo, de modo que  alzaran su voz en favor de Dios, hablaran en su  nombre y prepararan al pueblo para la llegada  del Mesías. [683­688, 702­720]

  En la antigua alianza Dios escogió hombres y mujeres  que estuvieran dispuestos a dejarse convertir por él en  consoladores, guías y amonestadores de su pueblo. Fue  el Espíritu de Dios el que habló por boca de Isaías,  Jeremías, Ezequiel y los demás profetas. Juan el  Bautista, el último de estos profetas, no sólo predijo la  llegada del Mesías. Se encontró con él y lo proclamó  como el liberador del poder del pecado.

684.   El Espíritu Santo con su gracia es el "primero" que nos despierta en la fe y nos inicia en la vida nueva que es: "que te conozcan a ti, el único Dios verdadero, y a tu enviado, Jesucristo" (Jn 17, 3). No obstante, es el "último" en la revelación de las personas de la Santísima Trinidad. San Gregorio Nacianceno, "el Teólogo", explica esta progresión por medio de la pedagogía de la "condescendencia" divina: 

688.   La Iglesia, comunión viviente en la fe de los Apóstoles que ella transmite, es el lugar de nuestro conocimiento del Espíritu Santo: 
– en las Escrituras que Él ha inspirado; 
– en la Tradición, de la cual los Padres de la Iglesia son testigos siempre actuales; 
– en el Magisterio de la Iglesia, al que Él asiste; 
– en la liturgia sacramental, a través de sus palabras y sus símbolos, en donde el Espíritu Santo nos pone en comunión con Cristo; 
–  en la oración en la cual Él intercede por nosotros; 
– en los carismas y ministerios mediante los que se edifica la Iglesia; 
–  en los signos de vida apostólica y misionera; 

–  en el testimonio de los santos, donde Él manifiesta su santidad y continúa la obra de la salvación. 

702.   Desde el comienzo y hasta "la plenitud de los tiempos" (Ga 4, 4), la Misión conjunta del Verbo y del Espíritu del Padre permanece oculta pero activa. El Espíritu de Dios preparaba entonces el tiempo del Mesías, y ambos, sin estar todavía plenamente revelados, ya han sido prometidos a fin de ser esperados y aceptados cuando se manifiesten. Por eso, cuando la Iglesia lee el Antiguo Testamento (cf. 2 Co 3, 14), investiga en él (cf. Jn 5, 39-46) lo que el Espíritu, "que habló por los profetas" (Símbolo Niceno-Constantinopolitano:DS 150), quiere decirnos acerca de Cristo. 

Por "profetas", la fe de la Iglesia entiende aquí a todos los que fueron inspirados por el Espíritu Santo en el vivo anuncio y en la redacción de los Libros Santos, tanto del Antiguo como del Nuevo Testamento. La tradición judía distingue la Ley [los cinco primeros libros o Pentateuco], los Profetas [que nosotros llamamos los libros históricos y proféticos] y los Escritos [sobre todo sapienciales, en particular los Salmos] (cf. Lc 24, 44).

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