María estaba totalmente disponible y abierta a Dios (Lc 1,38). De este modo pudo convertirse, por la acción del Espíritu Santo, en «Madre de Dios», y como Madre de Cristo también en Madre de los cristianos, y más aún, de todos los hombres. [721726] María posibilitó al Espíritu Santo el milagro de los milagros: la Encarnación de Dios. Ella dio su si a Dios: «He aquí la esclava del Señor; hágase en mí según tu palabra» (Lc 1,38). Confortada por el Espíritu Santo estuvo con Jesús a las duras y a las maduras, hasta la Cruz. Allí Jesús nos la dio a todos nosotros como Madre (Jn 19,2527). 8085,479
721. María, la Santísima Madre de Dios, la siempre Virgen, es la obra maestra de la Misión del Hijo y del Espíritu Santo en la Plenitud de los tiempos. Por primera vez en el designio de Salvación y porque su Espíritu la ha preparado, el Padre encuentra la Morada en donde su Hijo y su Espíritu pueden habitar entre los hombres. Por ello, los más bellos textos sobre la Sabiduría, la Tradición de la Iglesia los ha entendido frecuentemente con relación a María (cf. Pr 8, 1-9, 6; Si 24): María es cantada y representada en la Liturgia como el "Trono de la Sabiduría".
En ella comienzan a manifestarse las "maravillas de Dios", que el Espíritu va a realizar en Cristo y en la Iglesia
726. Al término de esta misión del Espíritu, María se convierte en la "Mujer", nueva Eva "madre de los vivientes", Madre del "Cristo total" (cf. Jn 19, 25-27). Así es como ella está presente con los Doce, que "perseveraban en la oración, con un mismo espíritu" (Hch 1, 14), en el amanecer de los "últimos tiempos" que el Espíritu va a inaugurar en la mañana de Pentecostés con la manifestación de la Iglesia
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