La LITURGIA es siempre en primer lugar comunión con Jesucristo. Toda celebración
litúrgica, no sólo la Eucaristía, es una fiesta de la Pascua en pequeño. Jesús celebra con
nosotros el paso de la muerte a la vida y lo hace accesible para nosotros. [1085]
El acto litúrgico más importante del mundo fue la fiesta de la Pascua que Jesús celebró con sus discípulos
en el Cenáculo la víspera de su Muerte. Los discípulos pensaban que Jesús iba a conmemorar la liberación
de Israel del poder de Egipto. Pero Jesús celebró la liberación de toda la humanidad del poder de la
muerte. En Egipto fue la «sangre del cordero» la que protegió a los israelitas del ángel de la muerte. Ahora
es él mismo el Cordero, cuya sangre salva a la humanidad de la muerte. Porque la Muerte y la
Resurrección de Jesús son la prueba de que se puede morir y, sin embargo, ganar la vida. Éste es el
verdadero contenido de cada celebración litúrgica cristiana. Jesús mismo comparó su Muerte y
Resurrección con la liberación de Israel de la esclavitud en Egipto. Con el término misterio pascual se
designa por ello el efecto salvífica de la Muerte y Resurrección de Jesús. En forma análoga a la sangre del
cordero que salvó las vidas de los israelitas en la salida de Egipto (Éx 12), Jesús es el verdadero Cordero
pascual, que ha liberado a la humanidad de su encierro en la muerte y el pecado.
1085. En la liturgia de la Iglesia, Cristo significa y realiza
principalmente su misterio pascual. Durante su vida terrestre Jesús
anunciaba con su enseñanza y anticipaba con sus actos el misterio
pascual. Cuando llegó su hora (cf. Jn 13,1; 17,1), vivió el único
acontecimiento de la historia que no pasa: Jesús muere, es sepultado,
resucita de entre los muertos y se sienta a la derecha del Padre "una
vez por todas" (Rm 6,10; Hb 7,27; 9,12). Es un acontecimiento real,
sucedido en nuestra historia, pero absolutamente singular: todos los
demás acontecimientos suceden una vez, y luego pasan y son
absorbidos por el pasado. El misterio pascual de Cristo, por el
contrario, no puede permanecer solamente en el pasado, pues por su
muerte destruyó a la muerte, y todo lo que Cristo es y todo lo que hizo
y padeció por los hombres participa de la eternidad divina y domina
así todos los tiempos y en ellos se mantiene permanentemente
presente. El acontecimiento de la Cruz y de la Resurrección
permanece y atrae todo hacia la Vida.
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