El culto o servicio divino es ante todo el servicio que Dios nos
hace a nosotros, y sólo en segundo lugar nuestro servicio a Dios.
Dios se nos da bajo signos sagrados, para que nosotros hagamos
lo mismo: entregarnos sin reserva a él. [11451192]
Jesús está ahí, en la Palabra y el SACRAMENTO: Dios está presente.
Esto es lo primero y lo más importante en toda celebración litúrgica. En
segundo lugar estamos nosotros. Jesús entrega su vida por nosotros, para
que nosotros le ofrezcamos el sacrificio espiritual de nuestras vidas. En la
EUCARISTÍA Cristo se nos da, para que nos demos a él. Por así decir,
extendemos a Cristo un cheque en blanco sobre nuestra vida. De este
modo participamos en el sacrificio salvador y transformador de Cristo.
Nuestra pequeña vida es elevada al reino de Dios. Dios puede vivir su
vida en nuestra vida.
1145. Una celebración sacramental esta tejida de signos y de
símbolos. Según la pedagogía divina de la salvación, su significación
tiene su raíz en la obra de la creación y en la cultura humana, se perfila
en los acontecimientos de la Antigua Alianza y se revela en plenitud
en la persona y la obra de Cristo.
1192. Las imágenes sagradas, presentes en nuestras iglesias y en
nuestras casas, están destinadas a despertar y alimentar nuestra fe en
el Misterio de Cristo. A través del icono de Cristo y de sus obras de
salvación, es a Él a quien adoramos. A través de las sagradas
imágenes de la Santísima Madre de Dios, de los ángeles y de los
santos, veneramos a quienes en ellas son representados.
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