Necesitamos los SACRAMENTOS para transformar nuestra pequeña
vida humana y por medio de Jesús llegar a ser como Jesús: hijos de Dios
en libertad y esplendor. [1129]
En el Bautismo los hijos perdidos de los hombres se convierten en hijos protegidos
de Dios;
mediante la CONFIRMACIÓN los débiles se convierten en fuertes;
mediante la Confesión los culpables se convierten en reconciliados;
mediante la EUCARISTÍA los hambrientos se convierten en pan para otros;
mediante el Matrimonio y mediante el Orden sacerdotal los individualistas se
convierten en servidores del amor;
mediante la Unción de los enfermos los desesperados se convierten en hombres
con confianza.
El sacramento de todos los sacramentos es Cristo mismo. En él podemos dejar la
perdición del egoísmo y entramos en la verdadera vida, que no cesa nunca.
1129. La Iglesia afirma que para los creyentes los sacramentos de la
Nueva Alianza son necesarios para la salvación (cf. Concilio de
Trento: DS 1604). La "gracia sacramental" es la gracia del Espíritu
Santo dada por Cristo y propia de cada sacramento. El Espíritu cura y
transforma a los que lo reciben conformándolos con el Hijo de Dios.
El fruto de la vida sacramental consiste en que el Espíritu de adopción
deifica (cf. 2 P 1,4) a los fieles uniéndolos vitalmente al Hijo único, el
Salvador.
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