miércoles, 5 de junio de 2019

227. ¿Quién ha instituido el sacramento de la Penitencia? - CATEQUESIS-



Jesús mismo instituyó el sacramento de la Penitencia cuando el día de Pascua se  apareció a los APÓSTOLES y les dijo: «Recibid el Espíritu Santo, a quienes les  perdonéis los pecados, les quedan perdonados; a quienes se los retengáis, les quedan  retenidos». (Jn 20,220­23). [1439, 1485] En ningún lugar ha expresado Jesús de forma más bella lo que sucede en el sacramento de la  Penitencia que en la parábola del hijo pródigo: nos extraviamos, nos perdemos, no podemos  más. Pero Dios Padre nos espera con un deseo mayor e incluso infinito; nos perdona cuando  regresamos; nos acepta siempre, perdona el pecado. Jesús mismo perdonó los pecados a  muchas personas; eso era más importante para él que hacer milagros. Veía en ello el gran  signo de la llegada del reino de Dios, en el que todas las heridas serán sanadas y todas las  lágrimas serán enjugadas. El poder del Espíritu Santo, en el que Jesús perdonaba los pecados,  lo transmitió a sus APÓSTOLES. Cuando nos dirigimos a un sacerdote y nos confesamos, nos  arrojamos a los brazos abiertos de nuestro Padre celestial. 314,524

1439. El proceso de la conversión y de la penitencia fue descrito maravillosamente por Jesús en la parábola llamada "del hijo pródigo", cuyo centro es "el padre misericordioso" (Lc 15,11-24): la fascinación de una libertad ilusoria, el abandono de la casa paterna; la miseria extrema en que el hijo se encuentra tras haber dilapidado su fortuna; la humillación profunda de verse obligado a apacentar cerdos, y peor aún, la de desear alimentarse de 1394-1395 540 2043 545 1850 270, 431 589 983 las algarrobas que comían los cerdos; la reflexión sobre los bienes perdidos; el arrepentimiento y la decisión de declararse culpable ante su padre, el camino del retorno; la acogida generosa del padre; la alegría del padre: todos estos son rasgos propios del proceso de conversión. El mejor vestido, el anillo y el banquete de fiesta son símbolos de esta vida nueva, pura, digna, llena de alegría que es la vida del hombre que vuelve a Dios y al seno de su familia, que es la Iglesia. Sólo el corazón de Cristo, que conoce las profundidades del amor de su Padre, pudo revelarnos el abismo de su misericordia de una manera tan llena de simplicidad y de belleza.

1485. En la tarde de Pascua, el Señor Jesús se mostró a sus Apóstoles y les dijo: "Recibid el Espíritu Santo. A quienes perdonéis los pecados, les quedan perdonados; a quienes se los retengáis, les quedan retenidos" (Jn 20, 22-23).




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