La confesión reconcilia al pecador con Dios
y con la Iglesia. [14681470. 1496]
El segundo después de la absolución es como ...
una ducha después de hacer deporte, el aire
fresco tras una tormenta de verano, el despertar
en una radiante mañana de verano, la ingravidez
de un submarinista ... En la palabra
«reconciliación» está contenido todo: estamos de
nuevo en paz con Dios.
1468. "Toda la fuerza de la Penitencia consiste en que nos restituye a
la gracia de Dios y nos une con Él con profunda amistad" (Catecismo
Romano, 2, 5, 18). El fin y el efecto de este sacramento son, pues, la
reconciliación con Dios. En los que reciben el sacramento de la
Penitencia con un corazón contrito y con una disposición religiosa,
"tiene como resultado la paz y la tranquilidad de la conciencia, a las
que acompaña un profundo consuelo espiritual" (Concilio de Trento:
DS 1674). En efecto, el sacramento de la reconciliación con Dios
produce una verdadera "resurrección espiritual", una restitución de la
dignidad y de los bienes de la vida de los hijos de Dios, el más
precioso de los cuales es la amistad de Dios (Lc 15, 32)
1470. En este sacramento, el pecador, confiándose al juicio
misericordioso de Dios, anticipa en cierta manera el juicio al que será
sometido al fin de esta vida terrena. Porque es ahora, en esta vida,
cuando nos es ofrecida la elección entre la vida y la muerte, y sólo por
el camino de la conversión podemos entrar en el Reino del que el
pecado grave nos aparta (cf. 1 Co 5, 11; Ga 5, 19-21; Ap 22, 15).
Convirtiéndose a Cristo por la penitencia y la fe, el pecador pasa de la
muerte a la vida "y no incurre en juicio" (Jn 5,24).
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