miércoles, 5 de junio de 2019

232. ¿Qué debo hacer en una confesión? CATEQUESIS-



Pertenecen a toda confesión el examen de  conciencia, la contrición o arrepentimiento, el  propósito de enmienda, la confesión y la  penitencia. [1450­1460,1490­1492,1494] El examen de conciencia debe ser a fondo, pero nunca  puede ser exhaustivo. Sin verdadero arrepentimiento,  basado en una confesión de los labios, nadie puede ser  absuelto de sus pecados. Igualmente es imprescindible el  propósito de no cometer ese pecado nunca más en el  futuro. El pecador debe necesariamente declarar el  pecado ante el confesor, es decir, hacer una confesión del  mismo. Finalmente pertenece a una confesión la reparación o penitencia que impone el confesor al pecador  para reparar el daño cometido.

1450. "La penitencia mueve al pecador a soportarlo todo con el ánimo bien dispuesto; en su corazón, contrición; en la boca, confesión; en la obra, toda humildad y fructífera satisfacción" (Catecismo Romano 2,5,21; cf. Concilio de Trento: DS 1673) .

1460. La penitencia que el confesor impone debe tener en cuenta la situación personal del penitente y buscar su bien espiritual. Debe corresponder todo lo posible a la gravedad y a la naturaleza de los pecados cometidos. Puede consistir en la oración, en ofrendas, en obras de misericordia, servicios al prójimo, privaciones voluntarias, sacrificios, y sobre todo, la aceptación paciente de la cruz que debemos llevar. Tales penitencias ayudan a configurarnos con Cristo que, el Único, expió nuestros pecados (Rm 3,25; 1 Jn 2,1-2) una vez por todas. Nos permiten llegar a ser coherederos de Cristo resucitado, "ya que sufrimos con él" (Rm 8, 17; cf. Concilio de Trento: DS 1690): «Pero nuestra satisfacción, la que realizamos por nuestros pecados, sólo es posible por medio de Jesucristo: nosotros que, por nosotros mismos, no podemos nada, con la ayuda "del que nos fortalece, lo podemos todo" (Flp 4,13). Así el hombre no tiene nada de que pueda gloriarse sino que toda "nuestra gloria" está en Cristo [...] en quien nosotros satisfacemos "dando frutos dignos de penitencia" (Lc 3,8) que reciben su fuerza de Él, por Él son ofrecidos al Padre y

1490. El movimiento de retorno a Dios, llamado conversión y arrepentimiento, implica un dolor y una aversión respecto a los pecados cometidos, y el propósito firme de no volver a pecar. La conversión, por tanto, mira al pasado y al futuro; se nutre de la esperanza en la misericordia divina.


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