miércoles, 5 de junio de 2019

229. ¿Qué hace que un hombre esté dispuesto al arrepentimiento?- CATEQUESIS-


Desde el examen de la culpa personal surge el deseo de mejorar; esto se llama  arrepentimiento. Se produce cuando vemos la contradicción entre el amor de  Dios y nuestro pecado. Entonces nos llenamos de dolor por nuestros pecados; nos  decidimos a cambiar nuestra vida y ponemos toda nuestra confianza en el auxilio  de Dios. [1430­1433, 1490] Con frecuencia se oculta la realidad del pecado. Algunos creen incluso que contra los  sentimientos de culpa sencillamente sólo hay que tomar medidas psicológicas. Pero los  verdaderos sentimientos de culpa son importantes. Es como en los coches: cuando el  velocímetro señala que se ha superado el límite de velocidad, no es culpable el velocímetro,  sino el conductor. Cuanto más nos acercamos a Dios, que es todo luz, tanto más claramente  salen a la luz nuestras sombras. Pero Dios no es una luz que quema, sino una luz que cura.  Por eso el arrepentimiento nos impulsa a avanzar hacia la luz en la que somos  completamente curados. 312

1430. Como ya en los profetas, la llamada de Jesús a la conversión y a la penitencia no mira, en primer lugar, a las obras exteriores "el saco y la ceniza", los ayunos y las mortificaciones, sino a la conversión del corazón, la penitencia interior. Sin ella, las obras de penitencia permanecen estériles y engañosas; por el contrario, la conversión interior impulsa a la expresión de esta actitud por medio de signos visibles, gestos y obras de penitencia (cf. Jl 2, 12-13; Is 1,16- 17; Mt 6,1-6. 16-18)

1433. Después de Pascua, el Espíritu Santo "convence al mundo en lo referente al pecado" (Jn 16, 8-9), a saber, que el mundo no ha creído en el que el Padre ha enviado. Pero este mismo Espíritu, que desvela el pecado, es el Consolador (cf. Jn 15,26) que da al corazón del hombre la gracia del arrepentimiento y de la conversión (cf. Hch 2,36-38; Juan Pablo II, Dominum et vivificantem, 27-48). 

1490. El movimiento de retorno a Dios, llamado conversión y arrepentimiento, implica un dolor y una aversión respecto a los pecados cometidos, y el propósito firme de no volver a pecar. La conversión, por tanto, mira al pasado y al futuro; se nutre de la esperanza en la misericordia divina.


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