sábado, 15 de junio de 2019

235. ¿Puede uno confesarse también cuando no se han cometido pecados graves?-CATEQUESIS-



La confesión es también en esa ocasión el gran  regalo de la curación y de la unión más íntima con  el Señor, aunque estrictamente uno no estuviera  obligado a confesarse. [1458] En muchos encuentros eclesiales como en las Jornadas  Mundiales de la Juventud, se ve a jóvenes que se  reconcilian con Dios. Cristianos que se toman en serio el  seguimiento de Jesús buscan la alegría que viene de un  nuevo comienzo radical con Dios. Incluso los santos  acudían regularmente a la confesión cuando era posible.  Lo necesitaban para crecer en la humildad y en el amor  y para dejarse tocar por la luz sanadora de Dios hasta el  último rincón del alma

1458. Sin ser estrictamente necesaria, la confesión de los pecados veniales, sin embargo, se recomienda vivamente por la Iglesia (cf. Concilio de Trento: DS 1680; CIC 988 §2). En efecto, la confesión habitual de los pecados veniales ayuda a formar la conciencia, a luchar contra las malas inclinaciones, a dejarse curar por Cristo, a progresar en la vida del Espíritu. Cuando se recibe con frecuencia, mediante este sacramento, el don de la misericordia del Padre, el creyente se ve impulsado a ser él también misericordioso (cf. Lc 6,36): «Quien confiesa y se acusa de sus pecados hace las paces con Dios. Dios reprueba tus pecados. Si tú haces lo mismo, te unes a Dios. Hombre y pecador son dos cosas distintas; cuando oyes, hombre, oyes lo que hizo Dios; cuando oyes, pecador, oyes lo que el mismo hombre hizo. Deshaz lo que hiciste para que Dios salve lo que hizo. Es preciso que aborrezcas tu obra y que ames en ti la obra de Dios Cuando empiezas a detestar lo que hiciste, entonces empiezan tus buenas obras buenas, porque repruebas las tuyas malas. [...] Practicas la verdad y vienes a la luz» (San Agustín, In Iohannis Evangelium tractatus 12, 13)

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