En el ANTIGUO TESTAMENTO se vivía la
enfermedad a menudo como una prueba
difícil contra la que uno se podía rebelar, y
en la que, sin embargo, se podía reconocer
también la mano de Dios. Ya en los profetas
surge la idea de que el sufrimiento no es
sólo una maldición y no siempre es la
consecuencia de pecados personales, sino
que el sufrimiento aceptado con paciencia
puede ser también un modo de vivir para
los demás. [1502]
1502. El hombre del Antiguo Testamento vive la enfermedad de cara
a Dios. Ante Dios se lamenta por su enfermedad (cf. Sal 38) y de Él,
que es el Señor de la vida y de la muerte, implora la curación
(cf. Sal 6,3; Is 38). La enfermedad se convierte en camino de
conversión (cf. Sal 38,5; 39,9.12) y el perdón de Dios inaugura la
curación (cf. Sal 32,5; 107,20; Mc 2,5-12). Israel experimenta que la
enfermedad, de una manera misteriosa, se vincula al pecado y al mal;
y que la fidelidad a Dios, según su Ley, devuelve la vida: "Yo, el
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Señor, soy el que te sana" (Ex 15,26). El profeta entrevé que el
sufrimiento puede tener también un sentido redentor por los pecados
de los demás (cf. Is 53,11). Finalmente, Isaías anuncia que Dios hará
venir un tiempo para Sión en que perdonará toda falta y curará toda
enfermedad (cf. Is 33,24).
CRISTO, MÉDICO
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