viernes, 29 de marzo de 2019

¿Sera esta la nueva 4ta transformacion esperada para los Cristianos?








propuestas Viables

Por: Lic. Jesús Elías Ríos Reyna
Cuarto Poder
Me atrevo a preguntar, ¿Son Televisa y Tv Azteca, el 4° poder en México? A 110 días de la cuarta transformación, el ejecutivo federal ha debido reconocer que se reunió en un domicilio particular; con el asesor de su homólogo estadounidense.
El problema es que el citado domicilio pertenece a Bernardo Gómez, vicepresidente de Televisa. Además Banco Azteca de Ricardo Salinas, miembro del Consejo Asesor Empresarial; obtiene concesión de Tarjetas del Bienestar.
En una nota del 17 de enero, se lee “el de las Tarjetas del Bienestar es un programa ambicioso porque se trata de atender a 25 millones de personas. Esos son los clientes potenciales para todos los bancos participantes”. En su conferencia matutina, AMLO dijo sobre la reunión con el yerno de Donald Trump que esta tuvo lugar en el domicilio de un amigo en común; Bernardo Gómez, miembro también del Consejo Asesor Empresarial. ¿Cuarto Poder o amistad?
Aun cuando el periodismo se está transformando, estas dos televisoras siguen siendo las grandes figuras de la comunicación en el país; casualmente son las que asesoran al presidente y grupo salinas tendrá muchos clientes potenciales. En fin hay temas como la expulsión del diputado Carlos Leal del partido MORENA al que también quiero referirme, hablando de poderes en el senado de la republica hay legisladores Anti Aborto; este diputado se declara conservador y pro familia.
No existe fórmula para la paz, que no incluya la defensa de la vida. Con la paz y la concordia, más que con armas y policías; México puede avanzar. Pero el hambre de poder, convierte al hombre en su peor depredador y enemigo de sí mismo.
En estricto apego a la libertad, cada persona puede manifestar sus ideas; sin imponerlas dicen. Sin embargo, hay realidades innegables como la reproducción humana, que solo se da por la unión de un ovulo y un esperma. ¿O me equivoco? El presidente puede hacer por su libertad, las negociaciones que a su interés y al del estado convengan. Nosotros, los que reconocemos y amamos la naturaleza; en libertad defendamos: la vida, la familia, los valores y construyamos la paz.
Vamos todos por la cuarta transformación: menos televisión y más lectura, menos óseo y más deporte, menos realidad virtual y más familia. Es tiempo de poder: de poder cambiar, de poder sonreír, de poder ayudar; por una sana comunidad
El presidente puede hacer por su libertad, las negociaciones que a su interés y al del estado convengan. Nosotros, los que reconocemos y amamos la naturaleza; en libertad defendamos: la vida, la familia, los valores y construyamos la paz.
No existe fórmula para la paz, que no incluya la defensa de la vida. Con la paz y la concordia, más que con armas y policías; México puede avanzar. Pero el hambre de poder, convierte al hombre en su peor depredador y enemigo de sí mismo.
Vamos todos por la cuarta transformación: menos televisión y más lectura, menos óseo y más deporte, menos realidad virtual y más familia. Es tiempo de poder: de poder cambiar, de poder sonreír, de poder ayudar; por una sana comunidad.




lunes, 25 de marzo de 2019

169. ¿Qué sucede con nosotros cuando celebramos el culto divino?-CATEQUESIS-



Cuando celebramos el culto divino somos  atraídos por el amor de Dios, somos sanados y  transformados. [1076] Todas las celebraciones litúrgicas de la Iglesia y todos  sus SACRAMENTOS están orientados únicamente a  que tengamos vida, y ésta en abundancia. Cuando  celebramos el culto divino nos encontramos con quien  ha dicho de sí mismo «Yo soy el camino y la verdad y  la vida» (Jn 14,6). Quien va al acto litúrgico y está abandonado, recibe de Dios seguridad. Quien va al  culto y se encuentra perdido, encuentra a un Dios que  le espera.

1076. El día de Pentecostés, por la efusión del Espíritu Santo, la Iglesia se manifiesta al mundo (cf. SC 6; LG 2). El don del Espíritu inaugura un tiempo nuevo en la "dispensación del Misterio": el tiempo de la Iglesia, durante el cual Cristo manifiesta, hace presente y comunica su obra de salvación mediante la Liturgia de su Iglesia, "hasta que él venga" (1 Co11,26). Durante este tiempo de la Iglesia, Cristo vive y actúa en su Iglesia y con ella ya de una manera nueva, la propia de este tiempo nuevo. Actúa por los sacramentos; esto es lo que la Tradición común de Oriente y Occidente llama "la Economía sacramental"; esta consiste en la comunicación (o "dispensación") de los frutos del Misterio pascual de Cristo en la celebración de la liturgia "sacramental" de la Iglesia. Por ello es preciso explicar primero esta "dispensación sacramental" (capítulo primero). Así aparecerán más claramente la naturaleza y los aspectos esenciales de la celebración litúrgica (capítulo segundo).

168. ¿Por qué la LITURGIA tiene prioridad en la vida de la Iglesia y de cada individuo?-CATEQUESIS-



«La LITURGIA es la cumbre a la que tiende la  acción de la Iglesia y, al mismo tiempo, la fuente de donde mana toda su fuerza» (Concilio  Vaticano II). [1074] En vida de Jesús las personas acudían en masa ante él,  porque buscaban su cercanía salvífica. También hoy lo  podemos encontrar, porque vive en su Iglesia. En dos  lugares nos garantiza su presencia: en el servicio a los  más pobres (Mt 25,42) Y en la EUCARISTÍA. Allí nos  damos realmente de bruces con él. Si dejamos que se  nos acerque, él nos enseña, nos alimenta, nos  transforma, nos sana y se hace uno con nosotros en la  Santa Misa.

1074. "La liturgia es la cumbre a la que tiende la acción de la Iglesia y, al mismo tiempo, la fuente de donde mana toda su fuerza" (SC 10). Por tanto, es el lugar privilegiado de la catequesis del Pueblo de Dios. "La catequesis está intrínsecamente unida a toda la acción litúrgica y sacramental, porque es en los sacramentos, y sobre todo en la Eucaristía, donde Jesucristo actúa en plenitud para la transformación de los hombres" (CT 23).

167. ¿Qué es la LITURGIA?-CATEQUESIS-


La LITURGIA es el culto oficial de la  Iglesia. [1077­1112] Una  LITURGIA no es un «evento» que consista  en buenas ideas y canciones estupendas. La  Liturgia no se hace ni se inventa. Es algo vivo que  ha crecido en la fe a lo largo de los siglos. Un acto  de culto es un acontecimiento sagrado y  venerable. La Liturgia se vuelve fascinante  cuando se experimenta que Dios mismo está presente bajo los signos sagrados y en sus  preciosas. oraciones, a menudo muy antiguas. 171 I (1­165), II (166­278), III (279­468), IV 

1077. "Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, que nos ha bendecido con toda clase de bendiciones espirituales, en los cielos, en Cristo; por cuanto nos ha elegido en él antes de la creación del mundo, para ser santos e inmaculados en su presencia, en el amor; eligiéndonos de antemano para ser sus hijos adoptivos por medio de Jesucristo, según el beneplácito de su voluntad, para alabanza de la gloria de su gracia con la que nos agració en el Amado" (Ef 1,3-6).

1112. La misión del Espíritu Santo en la liturgia de la Iglesia es la de preparar la asamblea para el encuentro con Cristo; recordar y manifestar a Cristo a la fe de la asamblea de creyentes; hacer presente y actualizar la obra salvífica de Cristo por su poder transformador y hacer fructificar el don de la comunión en la Iglesia

166. ¿Por qué celebra la Iglesia con tanta frecuencia el culto divino?-CATEQUESIS-



Ya el pueblo de Israel interrumpía el trabajo «siete veces al día» (Sal  119,164) para alabar a Dios. Jesús participó en el culto y la oración de su  pueblo; enseñó a orar a sus discípulos y los reunió en el Cenáculo para  celebrar con ellos el mayor culto de todos: su propia entrega en la  Eucaristía. La Iglesia, que convoca al culto, sigue su mandato: «Haced esto  en memoria mía» (1 Cor 11,24b). [1066­1070] Así como el hombre respira para mantenerse vivo, del mismo modo respira y vive la  Iglesia mediante la celebración del culto divino. Es Dios mismo quien le infunde  diariamente nueva vida y la enriquece mediante su Palabra y sus  SACRAMENTOS. Se puede usar también otra imagen: Cada acto de culto es como  una cita de amor, que Dios escribe en nuestra agenda. Quien ya ha experimentado  el amor de Dios, acude con ganas a la cita. Quien a veces no siente nada y, sin  embargo, acude, muestra a Dios su fidelidad.

1066. En el Símbolo de la fe, la Iglesia confiesa el misterio de la Santísima Trinidad y su "designio benevolente" (Ef 1,9) sobre toda la creación: El Padre realiza el "misterio de su voluntad" dando a su Hijo Amado y al Espíritu Santo para la salvación del mundo y para la gloria de su Nombre. Tal es el Misterio de Cristo (cf. Ef 3,4), revelado y realizado en la historia según un plan, una "disposición" sabiamente ordenada que san Pablo llama "la Economía del Misterio" (Ef 3,9) y que la tradición patrística llamará "la Economía del Verbo encarnado" o "la Economía de la salvación"

1070. La palabra "Liturgia" en el Nuevo Testamento es empleada para designar no solamente la celebración del culto divino (cf. Hch 13,2; Lc 1,23), sino también el anuncio del Evangelio (cf. Rm 15,16; Flp 2,14-17. 30) y la caridad en acto (cf. Rm 15,27; 2 Co 9,12; Flp 2,25). En todas estas situaciones se trata del servicio de Dios y de los hombres. En la celebración litúrgica, la Iglesia es servidora, a imagen de su Señor, el único "Liturgo" (cf. Hb 8, 2. 6), al participar del sacerdocio de Cristo (culto), de su condición profética (anuncio) y de su condición real (servicio de caridad): «Con razón se considera la liturgia como el ejercicio de la función sacerdotal de Jesucristo en la que, mediante signos sensibles, se significa y se realiza, según el modo propio de cada uno, la santificación del hombre y, así, el Cuerpo místico de Cristo, esto es, la Cabeza y sus miembros, ejerce el culto público integral. Por ello, toda celebración litúrgica, como obra de Cristo sacerdote y de su Cuerpo, que es la Iglesia, es acción sagrada por excelencia cuya eficacia, con el mismo título y en el mismo grado, no la iguala ninguna otra acción de la Iglesia» (SC 7).


165. ¿Por qué decimos «Amén» al confesar nuestra fe?-CATEQUESIS-



Decimos Amén —es decir, sí— al confesar  nuestra fe porque Dios nos llama como testigos  de la fe. Quien dice Amén, asiente con alegría y  libremente a la acción de Dios en la Creación y  en la Salvación. [1061­1065] La palabra hebrea «Amén» procede de una familia de  palabras que significan tanto «fe» como «solidez,  fiabilidad, fidelidad». «Quien dice Amén pone su  firma» (san Agustín). Este sí incondicional lo  podemos pronunciar únicamente porque Jesús se ha  revelado para nosotros en su Muerte y Resurrección  como fiel y digno de confianza. Él mismo es el  «Amén» humano a todas las promesas de Dios, así como el «Amén» definitivo de Dios para nosotros

1061. El Credo, como el último libro de la Sagrada Escritura (cf. Ap 22, 21), se termina con la palabra hebrea Amen. Se encuentra también frecuentemente al final de las oraciones del Nuevo Testamento. Igualmente, la Iglesia termina sus oraciones con un Amén.

1065. Jesucristo mismo es el "Amén" (Ap 3, 14). Es el "Amén" definitivo del amor del Padre hacia nosotros; asume y completa nuestro "Amén" al Padre: «Todas las promesas hechas por Dios han tenido su "sí" en él; y por eso decimos por él "Amén" a la gloria de Dios» (2 Co 1, 20): «Por Él, con Él y en Él, a ti, Dios Padre omnipotente, en la unidad del Espíritu Santo, todo honor y toda gloria, por los siglos de los siglos. AMÉN»


164. ¿Cómo se acabará el mundo?-CATEQUESIS-


Al final de los tiempos Dios dispondrá un  cielo nuevo y una tierra nueva. El mal ya no  tendrá poder ni atractivo. Los redimidos  estarán cara a cara ante Dios, como sus  amigos. Sus deseos de paz y justicia se verán  cumplidos. Contemplar a Dios será su  felicidad. El Dios trino habitará entre ellos  y enjugará toda lágrima de sus ojos: ya no  habrá muerte, ni luto, ni lamentos, ni fatiga.  [1042­1050, 1060] 110­112

1042. Al fin de los tiempos el Reino de Dios llegará a su plenitud. Después del Juicio final, los justos reinarán para siempre con Cristo, glorificados en cuerpo y alma, y el mismo universo será renovado: La Iglesia [...] «sólo llegará a su perfección en la gloria del cielo [...] cuando llegue el tiempo de la restauración universal y cuando, con la humanidad, también el universo entero, que está íntimamente unido al hombre y que alcanza su meta a través del hombre, quede perfectamente renovado en Cristo» (LG 48)

1050. "Todos estos frutos buenos de nuestra naturaleza y de nuestra diligencia, tras haberlos propagado por la tierra en el Espíritu del Señor y según su mandato, los encontraremos después de nuevo, limpios de toda mancha, iluminados y transfigurados cuando Cristo entregue al Padre el reino eterno y universal" (GS 39; cf. LG 2). Dios será entonces "todo en todos" (1 Co 15, 22), en la vida eterna: «La vida subsistente y verdadera es el Padre que, por el Hijo y en el Espíritu Santo, derrama sobre todos sin excepción los dones celestiales. Gracias a su misericordia, nosotros también, hombres, hemos recibido la promesa indefectible de la vida eterna» (San Cirilo de Jerusalén, Catecheses illuminandorum 18, 29)

1060. Al fin de los tiempos, el Reino de Dios llegará a su plenitud. Entonces, los justos reinarán con Cristo para siempre, glorificados en cuerpo y alma, y el mismo universo material será transformado. Dios será entonces "todo en todos" (1 Co 15, 28), en la vida eterna.

163. ¿Qué es el Juicio Final?-CATEQUESIS-



El JUICIO FINAL se celebrará al final de los tiempos, cuando vuelva  Cristo. «Los que hayan hecho el bien saldrán a una resurrección de  vida; los que hayan hecho el mal, a una resurrección de juicio» (Jn  5,29). [1038­1041,1058­1059] Cuando Cristo venga en su gloria, toda su luz caerá sobre nosotros. La verdad  saldrá abiertamente a la luz: nuestros pensamientos, nuestras obras, nuestra  relación con Dios y los hombres: nada quedará oculto, Conoceremos el sentido  último de la Creación, comprenderemos los maravillosos caminos de Dios  para nuestra salvación y por fin recibiremos la respuesta a la pregunta de por  qué el mal puede ser tan poderoso, cuando es Dios en realidad el único que  tiene poder. El Juicio Final es también una fecha de juicio para nosotros. Aquí se decide si somos despertados para la vida eterna o si somos separados para  siempre de Dios. Aquellos que hayan elegido la vida vivirán para siempre en  la gloria de. Dios y le alabarán en cuerpo y alma. 110­112,157

1038. La resurrección de todos los muertos, "de los justos y de los pecadores" (Hch 24, 15), precederá al Juicio final. Esta será "la hora en que todos los que estén en los sepulcros oirán su voz [...] y los que hayan hecho el bien resucitarán para la vida, y los que hayan hecho el mal, para la condenación" (Jn 5, 28-29). Entonces, Cristo vendrá "en su gloria acompañado de todos sus ángeles [...] Serán congregadas delante de él todas las naciones, y él separará a los unos de los otros, como el pastor separa las ovejas de las cabras. Pondrá las ovejas a su derecha, y las cabras a su izquierda [...] E irán éstos a un castigo eterno, y los justos a una vida eterna." (Mt 25, 31. 32. 46).

1041. El mensaje del Juicio final llama a la conversión mientras Dios da a los hombres todavía "el tiempo favorable, el tiempo de salvación" (2 Co 6, 2). Inspira el santo temor de Dios. Compromete para la justicia del Reino de Dios. Anuncia la "bienaventurada esperanza" (Tt 2, 13) de la vuelta del Señor que "vendrá para ser glorificado en sus santos y admirado en todos los que hayan creído" (2 Ts 1, 10)

1058. La Iglesia ruega para que nadie se pierda: "Jamás permitas [...] Señor, que me separe de ti" (Oración antes de la Comunión, 132: Misal Romano). Si bien es verdad que nadie puede salvarse a sí mismo, también es cierto que "Dios quiere que todos los hombres se salven" (1 Tm 2, 4) y que para Él "todo es posible" (Mt 19, 26).  

martes, 19 de marzo de 2019

162.Pero si Dios es amor, ¿cómo puede existir el infierno?-CATEQUESIS-



No es Dios quien condena a los hombres. Es el  mismo hombre quien rechaza el amor  misericordioso de Dios y renuncia  voluntariamente a la vida (eterna),  excluyéndose de la comunión con Dios. [1036­ 1037] Dios desea la comunión incluso con el último de los  pecadores; quiere que todos se conviertan y se salven.  Pero Dios ha hecho al hombre libre y respeta sus  decisiones. Ni siquiera Dios puede obligar a amar.  Como amante es «impotente» ante alguien que elige  el infierno en lugar del cielo. 51, 53

1036. Las afirmaciones de la Escritura y las enseñanzas de la Iglesia a propósito del infierno son un llamamiento a la responsabilidad con la que el hombre debe usar de su libertad en relación con su destino eterno. Constituyen al mismo tiempo un llamamiento apremiante a la conversión: "Entrad por la puerta estrecha; porque ancha es la puerta y espacioso el camino que lleva a la perdición, y son muchos los que entran por ella; mas ¡qué estrecha la puerta y qué angosto el camino que lleva a la Vida!; y pocos son los que la encuentran" (Mt 7, 13-14): «Como no sabemos ni el día ni la hora, es necesario, según el consejo del Señor, estar continuamente en vela. Para que así, terminada la única carrera que es nuestra vida en la tierra, merezcamos entrar con Él en la boda y ser contados entre los santos y no nos manden ir, como siervos malos y perezosos, al fuego eterno, a las tinieblas exteriores, donde "habrá llanto y rechinar de dientes"» (LG 48). 

1037. Dios no predestina a nadie a ir al infierno (cf. DS 397; 1567); para que eso suceda es necesaria una aversión voluntaria a Dios (un pecado mortal), y persistir en él hasta el final. En la liturgia eucarística y en las plegarias diarias de los fieles, la Iglesia implora la misericordia de Dios, que "quiere que nadie perezca, sino que todos lleguen a la conversión" (2 P 3, 9): «Acepta, Señor, en tu bondad, esta ofrenda de tus siervos y de toda tu familia santa, ordena en tu paz nuestros días, líbranos de la condenación eterna y cuéntanos entre tus elegidos» (Plegaria eucarística I o Canon Romano, 88: Misal Romano) 

161. ¿Qué es el infierno?-CATEQUESIS



El infierno es el estado de la separación eterna de Dios, la  ausencia absoluta de amor. [1033­1037] Quien muere conscientemente y por propia voluntad en pecado  mortal, sin arrepentirse y rechazando para siempre el amor  misericordioso y lleno de perdón, se excluye a sí mismo de la  comunión con Dios y con los bienaventurados. Si hay alguien que en  el momento de la muerte pueda de hecho mirar al amor absoluto a la  cara y seguir diciendo no, no lo sabemos. Pero nuestra libertad hace  posible esta decisión. Jesús nos alerta constantemente del riesgo de  separarnos definitivamente de él, cuando nos cerramos a la  necesidad de sus hermanos y hermanas: «Apartaos de mí, malditos  [ ... ] lo que no hicisteis con uno de éstos, los más pequeños, tampoco  lo hicisteis conmigo» (Mt 25,41.45) 53

1033. Salvo que elijamos libremente amarle no podemos estar unidos con Dios. Pero no podemos amar a Dios si pecamos gravemente contra Él, contra nuestro prójimo o contra nosotros mismos: "Quien no ama permanece en la muerte. Todo el que aborrece a su hermano es un asesino; y sabéis que ningún asesino tiene vida eterna permanente en él" (1 Jn 3, 14-15). Nuestro Señor nos advierte que estaremos separados de Él si omitimos socorrer las necesidades graves de los pobres y de los pequeños que son sus hermanos (cf. Mt 25, 31-46). Morir en pecado mortal sin estar arrepentido ni acoger el amor misericordioso de Dios, significa permanecer separados de Él para siempre por nuestra propia y libre elección. Este estado de autoexclusión definitiva de la comunión con Dios y con los bienaventurados es lo que se designa con la palabra "infierno".

1037. Dios no predestina a nadie a ir al infierno (cf. DS 397; 1567); para que eso suceda es necesaria una aversión voluntaria a Dios (un pecado mortal), y persistir en él hasta el final. En la liturgia eucarística y en las plegarias diarias de los fieles, la Iglesia implora la misericordia de Dios, que "quiere que nadie perezca, sino que todos lleguen a la conversión" (2 P 3, 9): «Acepta, Señor, en tu bondad, esta ofrenda de tus siervos y de toda tu familia santa, ordena en tu paz nuestros días, líbranos de la condenación eterna y cuéntanos entre tus elegidos» (Plegaria eucarística I o Canon Romano, 88: Misal Romano)

160. ¿Podemos ayudar a los difuntos que se encuentran en el estado del purgatorio?-CATEQUESIS-



Sí. Puesto que todos los bautizados forman una  comunión y están unidos entre sí, los vivos  pueden ayudar a las almas de los difuntos que  están en el purgatorio. [1032] Una vez que el hombre ha muerto, ya no puede hacer  nada para sí mismo. El tiempo de la prueba activa se ha  terminado. Pero nosotros podemos hacer algo por los  difuntos que están en el purgatorio. Nuestro amor  alcanza el más allá. Por medio de nuestros ayunos,  oraciones y buenas obras, y especialmente por la  celebración de la Sagrada EUCARISTÍA, podemos  pedir gracia para los difuntos. 146

1032. Esta enseñanza se apoya también en la práctica de la oración por los difuntos, de la que ya habla la Escritura: "Por eso mandó [Judas Macabeo] hacer este sacrificio expiatorio en favor de los muertos, para que quedaran liberados del pecado" (2 M 12, 46). Desde los primeros tiempos, la Iglesia ha honrado la memoria de los difuntos y ha ofrecido sufragios en su favor, en particular el sacrificio eucarístico (cf. DS 856), para que, una vez purificados, puedan llegar a la visión beatífica de Dios. La Iglesia también recomienda las limosnas, las indulgencias y las obras de penitencia en favor de los difuntos: «Llevémosles socorros y hagamos su conmemoración. Si los hijos de Job fueron purificados por el sacrificio de su padre (cf. Jb 1, 5), ¿por qué habríamos de dudar de que nuestras ofrendas por los muertos les lleven un cierto consuelo? [...] No dudemos, pues, en socorrer a los que han partido y en ofrecer nuestras plegarias por ellos» (San Juan Crisóstomo, In epistulam I ad Corinthios homilia 41, 5).

159. ¿Qué es el purgatorio?-CATEQUESIS-



El purgatorio, a menudo imaginado como un lugar, es más  bien un estado. Quien muere en gracia de Dios (por tanto, en  paz con Dios y los hombres), pero necesita aún purificación  antes de poder ver a Dios cara a cara, ése está en el  purgatorio. [1030­1031] Cuando Pedro traicionó a Jesús, el Señor se volvió y miró a Pedro: «y  Pedro salió fuera y lloró amargamente». Éste es un sentimiento como  el del purgatorio. Y un purgatorio así nos espera probablemente a la  mayoría de nosotros en el momento de nuestra muerte: el Señor nos  mira lleno de amor, y nosotros experimentamos una vergüenza  ardiente y un arrepentimiento doloroso por nuestro comportamiento  malvado o quizás «sólo» carente de amor. Sólo después de este dolor  purificador seremos capaces de contemplar su mirada amorosa en la  alegría celestial perfecta

1030. Los que mueren en la gracia y en la amistad de Dios, pero imperfectamente purificados, aunque están seguros de su eterna salvación, sufren después de su muerte una purificación, a fin de obtener la santidad necesaria para entrar en la alegría del cielo. 

1031. La Iglesia llama purgatorio a esta purificación final de los elegidos que es completamente distinta del castigo de los condenados. La Iglesia ha formulado la doctrina de la fe relativa al purgatorio sobre todo en los Concilios de Florencia (cf. DS 1304) y de Trento (cf. DS 1820; 1580). La tradición de la Iglesia, haciendo referencia a ciertos textos de la Escritura (por ejemplo 1 Co 3, 15; 1 P 1, 7) habla de un fuego purificador: «Respecto a ciertas faltas ligeras, es necesario creer que, antes del juicio, existe un fuego purificador, según lo que afirma Aquel que es la Verdad, al decir que si alguno ha pronunciado una blasfemia contra el Espíritu Santo, esto no le será perdonado ni en este siglo, ni en el futuro (Mt 12, 31). En esta frase podemos entender que algunas faltas pueden ser perdonadas en este siglo, pero otras en el siglo futuro (San Gregorio Magno, Dialogi 4, 41, 3).

158. ¿En qué consiste el cielo?-CATEQUESIS-



El cielo es el momento sin fin del amor. Nada  nos separa ya de Dios, a quien ama nuestra  alma y ha buscado durante toda una vida.  Junto con todos los ángeles y santos  podemos alegrarnos por siempre en y con  Dios. [1023­1026, 1053] Quien contempla a una pareja que se mira  tiernamente; quien contempla a un bebé que busca  mientras mama los ojos de su madre, como si  quisiera almacenar para siempre su sonrisa,  percibe una lejana intuición del cielo. Poder mirar  a Dios cara a cara es como un único y eterno  momento de amor.

1023. Los que mueren en la gracia y la amistad de Dios y están perfectamente purificados, viven para siempre con Cristo. Son para siempre semejantes a Dios, porque lo ven "tal cual es" (1 Jn 3, 2), cara a cara (cf. 1 Co 13, 12; Ap 22, 4): «Definimos con la autoridad apostólica: que, según la disposición general de Dios, las almas de todos los santos [...] y de todos los demás fieles muertos después de recibir el Bautismo de Cristo en los que no había nada que purificar cuando murieron [...]; o en caso de que tuvieran o tengan algo que purificar, una vez que estén purificadas después de la muerte [...] aun antes de la reasunción de sus cuerpos y del juicio final, después de la Ascensión al cielo del Salvador, Jesucristo Nuestro Señor, estuvieron, están y estarán en el cielo, en el Reino de los cielos y paraíso celestial con Cristo, admitidos en la compañía de los ángeles. Y después de la muerte y pasión de nuestro Señor Jesucristo vieron y ven la divina esencia con una visión intuitiva y cara a cara, sin mediación de ninguna criatura» (Benedicto XII: Const. Benedictus Deus: DS 1000; cf. LG 49)

1026. Por su muerte y su Resurrección Jesucristo nos ha "abierto" el cielo. La vida de los bienaventurados consiste en la plena posesión de los frutos de la redención realizada por Cristo, quien asocia a su glorificación celestial a aquellos que han creído en Él y que han permanecido fieles a su voluntad. El cielo es la comunidad bienaventurada de todos los que están perfectamente incorporados a Él.  

157. ¿Seremos llevados a juicio después de la muerte?-CATEQUESIS-



El llamado juicio especial o particular tiene lugar en el momento  de la muerte de cada individuo. El juicio universal, que también  se llama final, tendrá lugar en el último día, es decir, al final de  los tiempos, en la venida del Señor. [1021­1022] Al morir, cada hombre llega al momento de la verdad. Ya nada puede ser  eliminado o escondido, nada puede ser cambiado. Dios nos ve como somos.  Llegamos ante su juicio, que todo lo hace «justo», porque, si hemos de  estar en la cercanía santa de Dios, sólo podemos ser «justos» (tan justos  como Dios nos quiso cuando nos creó). Quizá debamos pasar aún por un  proceso de purificación, quizá podamos gozar inmediatamente del abrazo  de Dios. Pero quizá estemos tan llenos de maldad y odio, de tanto «no» a  todo, que apartemos para siempre nuestro rostro del amor, de Dios. Y una  vida sin amor no es otra cosa que el infierno. 163

1021. La muerte pone fin a la vida del hombre como tiempo abierto a la aceptación o rechazo de la gracia divina manifestada en Cristo (cf. 2 Tm 1, 9-10). El Nuevo Testamento habla del juicio principalmente en la perspectiva del encuentro final con Cristo en su segunda venida; pero también asegura reiteradamente la existencia de la retribución inmediata después de la muerte de cada uno como consecuencia de sus obras y de su fe. La parábola del pobre Lázaro (cf. Lc 16, 22) y la palabra de Cristo en la Cruz al buen ladrón (cf. Lc 23, 43), así como otros textos del Nuevo Testamento (cf. 2 Co 5,8; Flp 1, 23; Hb 9, 27; 12, 23) hablan de un último destino del alma (cf. Mt 16, 26) que puede ser diferente para unos y para otros. 1022. Cada hombre, después de morir, recibe en su alma inmortal su retribución eterna en un juicio particular que refiere su vida a Cristo, bien a través de una purificación (cf. Concilio de Lyon II: DS 856; Concilio de Florencia: DS 1304; Concilio de Trento: DS 1820), bien para entrar inmediatamente en la bienaventuranza del cielo (cf. Concilio de Lyon II: DS 857; Juan XXII: DS 991; Benedicto XII: DS 1038 679 393 1470 954 260, 326 1718 1011 1000-1001; Concilio de Florencia: DS 1305), bien para condenarse inmediatamente para siempre (cf. Concilio de Lyon II: DS 858; Benedicto XII: DS 1002; Concilio de Florencia: DS 1306). «A la tarde te examinarán en el amor» (San Juan de la Cruz, Avisos y sentencias, 57)

156. ¿Qué es la vida eterna?-CATEQUESIS-



La vida eterna comienza con el Bautismo.  Va más allá de la muerte y no tendrá fin.  [1020] Cuando estamos enamorados no queremos que  este estado acabe nunca. «Dios es amor», dice la  primera carta de san Juan (1 Jn 4,16). «El amor»,  dice la primera carta a los Corintios, «no pasa  nunca» (1 Cor 13,8). Dios es eterno, porque es  amor; y el amor es eterno porque es divino.  Cuando estamos en el amor entramos en la  presencia infinita de Dios. 285

1020. El cristiano que une su propia muerte a la de Jesús ve la muerte como una ida hacia Él y la entrada en la vida eterna. Cuando la Iglesia dice por última vez las palabras de perdón de la absolución de Cristo sobre el cristiano moribundo, lo sella por última vez con una unción fortificante y le da a Cristo en el viático como alimento para el viaje. Le habla entonces con una dulce seguridad: «Alma cristiana, al salir de este mundo, marcha en el nombre de Dios Padre Todopoderoso, que te creó, en el nombre de Jesucristo, Hijo de Dios vivo, que murió por ti, en el nombre del Espíritu Santo, que sobre ti descendió. Entra en el lugar de la paz y que tu morada esté junto a Dios en Sión, la ciudad santa, con Santa María Virgen, Madre de Dios, con san José y todos los ángeles y santos [...] Te entrego a Dios, y, como criatura suya, te pongo en sus manos, pues es tu Hacedor, que te formó del polvo de la tierra. Y al dejar esta vida, salgan a tu encuentro la Virgen María y todos los ángeles y santos [...] Que puedas contemplar cara a cara a tu Redentor» (Rito de la Unción de Enfermos y de su cuidado pastoral, Orden de recomendación de moribundos, 146-147). 

lunes, 11 de marzo de 2019

¿Como combate la pederastia clerical la iglesia?-NOTICIA




Por: Lic. Jesús Elías Ríos Reyna

El pasado mes de febrero, el vaticano fue la cede en la cual se acordó combatir la pederastia sacerdotal. El máximo líder de la iglesia católica, Jorge Mario Bergoblio (El PAPA Francisco) pidió al episcopado mexicano dejar de encubrir este delito.

101 casos siguen un proceso ministerial, en 64 de las 93 diócesis mexicanas. Sin embargo se desconoce si los procesos canónicos están a la par con los civiles, la iglesia no niega sus errores; aunque le falta mucho por hacer.

Mons. Rogelio Cabrera López, Arzobispo de la Provincia Eclesiástica de Monterrey y Presidente de la Conferencia del Episcopado Mexicano (CEM); indicó que la dependencia a su cargo hará: una más rigurosa selección y formación de sus sacerdotes, elaborará mejores protocolos de seguridad para proteger a las víctimas y denunciará a todos sus curas pederastas ante las autoridades civiles, sin ningún miramiento. ¿Será el inicio de la depuración?

101 casos parecen pocos, la realidad de nuestro país a ese respecto podría ser más espantosa, los católicos mexicanos merecen sacerdotes y obispos que inspiren a la recta conducta; más aún a la verdadera conversión.

En otras palabras, será mejor que la iglesia pase de los brillantes discursos o predicas, a las acciones concretas. Son tiempos para una transformación de fondo, que conduzca al crecimiento de la iglesia en personas y en compromiso.

México se duele de políticos corruptos, pero también de clérigos similares; y que decir del común de las personas, que pretenden imitar el ejemplo tanto de unos como de otros. Es tiempo de una transformación, necesitamos inspiración.

Obispos y sacerdotes, no encubran más a los curas que faltan a su compromiso. Pueblo católico, denuncia con verdad a quienes tras una sotana cometen delitos diversos, incluido el de pederastia. No olvides orar siempre, con la mirada en Dios.

La inspiración primera del hombre es su ser superior (DIOS), el hombre mismo es inspiración para otros. Para construir un país diferente, su sociedad necesita ser diferente. Si eres igual que los demás, no te quejes; hazte ejemplo positivo.

La pederastia puede erradicarse con la denuncia cierta, la cautelosa investigación y el debido proceso, canónico y judicial. Esto, no viene del 2010 ni termina hoy; a menos que se haga lo correcto: denunciar, investigar, procesar y sobre todo orar.

155. ¿Cómo nos ayuda Cristo en la muerte, si confiamos en él?-CATEQUESIS-



Cristo nos sale al encuentro y nos conduce a la vida eterna. «No  me recogerá la muerte, sino Dios» (santa Teresa del Niño  Jesús). [1005­1014,1016,1019] Contemplando la pasión y la muerte de Jesús incluso la muerte puede  ser más llevadera. En un acto de confianza y de amor al Padre podemos  decir «sí», como hizo Jesús en el Huerto de los Olivos. Esta actitud se  denomina «sacrificio espiritual». El que muere se une con el sacrificio  de Cristo en la cruz. Quien muere así, confiando en Dios y en paz con  los hombres, es decir, sin pecado grave, está en el camino de la  comunión con Cristo resucitado. Cuando morimos, no caemos más que  hasta las manos de Dios. Quien muere no viaja a la nada, sino que  regresa al hogar del amor del Dios que le ha creado. 102

1005. Para resucitar con Cristo, es necesario morir con Cristo, es necesario "dejar este cuerpo para ir a morar cerca del Señor" (2 Co 5,8). En esta "partida" (Flp 1,23) que es la muerte, el alma se separa del cuerpo. Se reunirá con su cuerpo el día de la resurrección de los muertos (cf. Credo del Pueblo de Dios, 28).

1014. La Iglesia nos anima a prepararnos para la hora de nuestra muerte ("De la muerte repentina e imprevista, líbranos Señor": Letanías de los santos), a pedir a la Madre de Dios que interceda por nosotros "en la hora de nuestra muerte" (Avemaría), y a confiarnos a san José, patrono de la buena muerte: «Habrías de ordenarte en toda cosa como si luego hubieses de morir. Si tuvieses buena conciencia no temerías mucho la muerte. Mejor sería huir de los pecados que de la muerte. Si hoy no estás aparejado, ¿cómo lo estarás mañana?» (De imitatione Christi 1, 23, 1). «Y por la hermana muerte, ¡loado mi Señor! Ningún viviente escapa de su persecución; ¡ay si en pecado grave sorprende al pecador! ¡Dichosos los que cumplen la voluntad de Dios!» (San Francisco de Asís, Canticum Fratris Solis)

1019. Jesús, el Hijo de Dios, sufrió libremente la muerte por nosotros en una sumisión total y libre a la voluntad de Dios, su Padre. Por su muerte venció a la muerte, abriendo así a todos los hombres la posibilidad de la salvación. 


154. ¿Qué pasa con nosotros cuando morimos?-CATEQUESIS-



En la muerte se separan el cuerpo y el alma. El  cuerpo se descompone, mientras que el alma  sale al encuentro de Dios y espera a reunirse en  el último día con su cuerpo resucitado. [992­ 1004, 1016­1018] El cómo de la resurrección de nuestro cuerpo es un  misterio. Una imagen nos puede ayudar a asumirlo:  cuando vemos un bulbo de tulipán no podemos saber  qué hermosa flor se desarrollará en la oscuridad de la  tierra. Igualmente no sabemos nada de la apariencia  futura de nuestro nuevo cuerpo. Sin embargo, san  Pablo está seguro: «Se siembra un cuerpo sin gloria,  resucita glorioso» (1 Cor 15,43a).

992. La resurrección de los muertos fue revelada progresivamente por Dios a su Pueblo. La esperanza en la resurrección corporal de los muertos se impuso como una consecuencia intrínseca de la fe en un Dios creador del hombre todo entero, alma y cuerpo. El creador del cielo y de la tierra es también Aquél que mantiene fielmente su Alianza con Abraham y su descendencia. En esta doble perspectiva comienza a expresarse la fe en la resurrección. En sus pruebas, los mártires Macabeos confiesan: «El Rey del mundo, a nosotros que morimos por sus leyes, nos resucitará a una vida eterna» (2 M 7, 9). «Es preferible morir a manos de los hombres con la esperanza que Dios otorga de ser resucitados de nuevo por él» (2 M 7, 14; cf. 2 M 7, 29; Dn 12, 1-13).

1004. Esperando este día, el cuerpo y el alma del creyente participan ya de la dignidad de ser "en Cristo"; donde se basa la exigencia del respeto hacia el propio cuerpo, y también hacia el ajeno, particularmente cuando sufre: «El cuerpo es [...] para el Señor y el Señor para el cuerpo. Y Dios, que resucitó al Señor, nos resucitará también a nosotros mediante su poder. ¿No sabéis que vuestros cuerpos son miembros de Cristo? [...] No os pertenecéis [...] Glorificad, por tanto, a Dios en vuestro cuerpo» (1 Co 6, 13-15. 19-20)

1018. Como consecuencia del pecado original, el hombre debe sufrir "la muerte corporal, de la que el hombre se habría liberado, si no hubiera pecado" (GS 18) 

153. ¿Por qué creemos en la resurrección de la «carne»?-CATEQUESIS-



El término bíblico «carne» designa al hombre en su condición  de debilidad y de mortalidad. Pero Dios no contempla la  carne humana como algo de escaso valor. En Jesús él mismo  tomó «carne» (ENCARNACIÓN), para salvar al hombre. Dios  no sólo salva el espíritu del hombre, salva al hombre todo  entero, en cuerpo y alma. [988­991,997­1001,1015] Dios nos ha creado con cuerpo (carne) y alma. Al final del mundo él  no abandonará la «carne», ni a su creación como si fuera un juguete  viejo. En el «último día» nos resucitará en la carne. Esto quiere decir  que seremos transformados, pero que nos encontraremos, no  obstante, en nuestro elemento. Tampoco para Jesucristo fue un mero  episodio el estar en la carne. Cuando el Resucitado se apareció, los  discípulos contemplaron sus heridas corporales.

988. El Credo cristiano –profesión de nuestra fe en Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo, y en su acción creadora, salvadora y santificadora– culmina en la proclamación de la resurrección de los muertos al fin de los tiempos, y en la vida eterna.

997. ¿Qué es resucitar? En la muerte, separación del alma y el cuerpo, el cuerpo del hombre cae en la corrupción, mientras que su alma va al encuentro con Dios, en espera de reunirse con su cuerpo glorificado. Dios en su omnipotencia dará definitivamente a nuestros cuerpos la vida incorruptible uniéndolos a nuestras almas, por la virtud de la Resurrección de Jesús.

1001. ¿Cuándo? Sin duda en el "último día" (Jn 6, 39-40. 44. 54; 11, 24); "al fin del mundo" (LG 48). En efecto, la resurrección de los muertos está íntimamente asociada a la Parusía de Cristo: «El Señor mismo, a la orden dada por la voz de un arcángel y por la trompeta de Dios, bajará del cielo, y los que murieron en Cristo resucitarán en primer lugar» (1 Ts 4, 16).


152. ¿Por qué creemos en la resurrección de los muertos?-CATEQUESIS-



Creemos en la resurrección de los muertos  porque Cristo ha resucitado de entre los  muertos, vive para siempre y nos hace  participes de esta vida eterna. [988­991] Cuando un hombre muere, su cuerpo es enterrado o  incinerado. A pesar de ello creemos que hay una vida  después de la muerte para esa persona. Jesús se ha  mostrado en su Resurrección como Señor de la  muerte; su palabra es digna de fe: «Yo soy la  resurrección y la vida: el que cree en mí, aunque  haya muerto, vivirá» (Jn 11,25b). 103­108

988. El Credo cristiano –profesión de nuestra fe en Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo, y en su acción creadora, salvadora y santificadora– culmina en la proclamación de la resurrección de los muertos al fin de los tiempos, y en la vida eterna.

991. Creer en la resurrección de los muertos ha sido desde sus comienzos un elemento esencial de la fe cristiana. "La resurrección de los muertos es esperanza de los cristianos; somos cristianos por creer en ella" (Tertuliano, De resurrectione mortuorum 1, 1): «¿Cómo andan diciendo algunos entre vosotros que no hay resurrección de muertos? Si no hay resurrección de muertos, tampoco Cristo resucitó. Y si no resucitó Cristo, vana es nuestra predicación, vana también vuestra fe [...] ¡Pero no! Cristo resucitó de entre los muertos como primicias de los que durmieron» (1 Co 15, 12-14. 20).


151. ¿Qué posibilidades hay en la Iglesia para el perdón de los pecados?-CATEQUESIS-



El perdón de los pecados se da  fundamentalmente en el  SACRAMENTO del  Bautismo. Después es necesario el  sacramento de la Reconciliación (Penitencia,  Confesión) para el perdón de los pecados  graves. Para los pecados veniales se  recomienda también la Confesión. La lectura  de la Sagrada Escritura, la oración, el ayuno  y la realización de buenas obras tienen  también un efecto expiatorio. [976­980,984­ 987] 226­239

976. El Símbolo de los Apóstoles vincula la fe en el perdón de los pecados a la fe en el Espíritu Santo, pero también a la fe en la Iglesia y en la comunión de los santos. Al dar el Espíritu Santo a su Apóstoles, Cristo resucitado les confirió su propio poder divino de perdonar los pecados: "Recibid el Espíritu Santo. A quienes perdonéis los pecados, les quedan perdonados; a quienes se los retengáis, les quedan retenidos" (Jn 20, 22-23). (La Segunda parte del Catecismo tratará explícitamente del perdón de los pecados por el Bautismo, el sacramento de la Penitencia y los demás sacramentos, sobre todo la Eucaristía. Aquí basta con evocar brevemente, por tanto, algunos datos básicos).

980. Por medio del sacramento de la Penitencia, el bautizado puede reconciliarse con Dios y con la Iglesia: «Los Padres tuvieron razón en llamar a la penitencia "un bautismo laborioso" (San Gregorio Nacianceno, Oratio 39, 17). Para los que han caído después del Bautismo, es necesario para la salvación este 1263 1264 1446 1422-1484 1444 553 1463 605 1442 1465 sacramento de la Penitencia, como lo es el Bautismo para quienes aún no han sido regenerados» (Concilio de Trento: DS 1672)

987. "En la remisión de los pecados, los sacerdotes y los sacramentos son como instrumentos de los que quiere servirse nuestro Señor Jesucristo, único autor y dispensador de nuestra salvación, para borrar nuestras iniquidades y darnos la gracia de la justificación" (Catecismo Romano, 1, 11, 6).

150. ¿Puede realmente la Iglesia perdonar los pecados?-CATEQUESIS-



Sí. Jesús no sólo perdonó él mismo los  pecados, también confió a la Iglesia la  misión y el poder de librar a los hombres de  sus pecados. [981­983,986­987] Mediante el ministerio del sacerdote se concede al  pecador el perdón de Dios y la culpa queda  borrada tan completamente como si nunca  hubiera existido. Esto lo puede realizar un  PRESBÍTERO sólo porque Jesús le hace partícipe  de su propio poder divino de perdonar pecados.  225­239

981. Cristo, después de su Resurrección envió a sus Apóstoles a predicar "en su nombre la conversión para perdón de los pecados a todas las naciones" (Lc 24, 47). Este "ministerio de la reconciliación" (2 Co 5, 18), no lo cumplieron los Apóstoles y sus sucesores anunciando solamente a los hombres el perdón de Dios merecido para nosotros por Cristo y llamándoles a la conversión y a la fe, sino comunicándoles también la remisión de los pecados por el Bautismo y reconciliándolos con Dios y con la Iglesia gracias al poder de las llaves recibido de Cristo: La Iglesia «ha recibido las llaves del Reino de los cielos, a fin de que se realice en ella la remisión de los pecados por la sangre de Cristo y la acción del Espíritu Santo. En esta Iglesia es donde revive el alma, que estaba muerta por los pecados, a fin de vivir con Cristo, cuya gracia nos ha salvado» (San Agustín, Sermo 214, 11)

987. "En la remisión de los pecados, los sacerdotes y los sacramentos son como instrumentos de los que quiere servirse nuestro Señor Jesucristo, único autor y dispensador de nuestra salvación, para borrar nuestras iniquidades y darnos la gracia de la justificación" (Catecismo Romano, 1, 11, 6)

149. ¿Se puede adorar a María? -CATEQUESIS-



No. Sólo se debe adorar a Dios. Pero podemos  venerar a María como Madre de nuestro Señor.  [971] Entendemos por adoración el reconocimiento humilde e  incondicional de la absoluta sublimidad de Dios por  encima de todas las criaturas. María es una criatura  como nosotros. En la fe es nuestra Madre. Y debemos  honrar a los padres. Y esto se ajusta a la Biblia, porque  María misma dice: «Me felicitarán todas las  generaciones» (Lc 1,48b). Por eso la Iglesia tiene  santuarios marianos de peregrinación, fiestas, canciones  y oraciones marianas, como por ejemplo el  ROSARIO,  que es un resumen de los evangelios.  353,484

971. "Todas las generaciones me llamarán bienaventurada" (Lc 1, 48): "La piedad de la Iglesia hacia la Santísima Virgen es un elemento intrínseco del culto cristiano" (MC 56). La Santísima Virgen «es honrada con razón por la Iglesia con un culto especial. Y, en efecto, desde los tiempos más antiguos, se venera a la Santísima Virgen con el título de "Madre de Dios", bajo cuya protección se acogen los fieles suplicantes en todos sus peligros y necesidades [...] Este culto [...] aunque del todo singular, es esencialmente diferente del culto de adoración que se da al Verbo encarnado, lo mismo que al Padre y al Espíritu Santo, pero lo favorece muy poderosamente" (LG 66); encuentra su expresión en las fiestas litúrgicas dedicadas a la Madre de Dios (cf. SC 103) y en la oración mariana, como el Santo Rosario, "síntesis de todo el Evangelio" (MC 42).

martes, 5 de marzo de 2019

148. ¿Puede María ayudarnos realmente?-CATEQUESIS-



Sí. Que María ayuda es una experiencia desde el  comienzo de la Iglesia. Millones de cristianos lo  testifican. [967­970] Como Madre de Jesús, María es también nuestra  Madre. Las buenas madres interceden siempre por  sus hijos. Y esta Madre con más motivo. Ya sobre la  tierra abogó ante Jesús por otros: por ejemplo cuando  libró de una situación embarazosa a una pareja de  novios en Caná. En la sala de Pentecostés oró en  medio de los discípulos. Puesto que su amor por  nosotros no cesa nunca, podemos estar seguros de que  intercede por nosotros en los dos momentos más  importantes de nuestra vida: «ahora y en la hora de  nuestra muerte». 85 150 I 

967. Por su total adhesión a la voluntad del Padre, a la obra redentora de su Hijo, a toda moción del Espíritu Santo, la Virgen María es para la Iglesia el modelo de la fe y de la caridad. Por eso es "miembro supereminente y del todo singular de la Iglesia" (LG 53), incluso constituye "la figura" [typus] de la Iglesia (LG 63).

970. "La misión maternal de María para con los hombres de ninguna manera disminuye o hace sombra a la única mediación de Cristo, sino que manifiesta su eficacia. En efecto, todo el influjo de la Santísima Virgen en la salvación de los hombres [...] brota de la sobreabundancia de los méritos de Cristo, se apoya en su mediación, depende totalmente de ella y de ella saca toda su eficacia" (LG 60). "Ninguna creatura puede ser puesta nunca en el mismo orden con el Verbo encarnado y Redentor. Pero, así como en el sacerdocio de Cristo participan de diversas maneras tanto los ministros como el pueblo fiel, y así como la única bondad de Dios se difunde realmente en las criaturas de distintas maneras, así también la única mediación del Redentor no excluye, sino que suscita en las criaturas una colaboración diversa que participa de la única fuente" (LG 62).


147. ¿Por qué ocupa María un lugar tan destacado en la comunión de los santos?-CATEQUESIS-



María es la Madre de Dios. Estuvo unida a  Jesús en su vida terrena como ninguna otra  persona, una cercanía que no se interrumpe  tampoco en el cielo. María es la Reina del  cielo y está muy cercana a nosotros en su  sentimiento maternal. [972] Porque ella se confió en cuerpo y alma y  asumiendo el riesgo ante una empresa peligrosa,  aunque fuera divina, María fue acogida en el cielo  también en cuerpo y alma. Quien vive y cree  como María, llega al cielo. 80­85


972. Después de haber hablado de la Iglesia, de su origen, de su misión y de su destino, no se puede concluir mejor que volviendo la mirada a María para contemplar en ella lo que es la Iglesia en su misterio, en su "peregrinación de la fe", y lo que será al final de su marcha, donde le espera, "para la gloria de la Santísima e indivisible Trinidad", "en comunión con todos los santos" (LG 69), aquella a quien la Iglesia venera como la Madre de su Señor y como su propia Madre: «Entre tanto, la Madre de Jesús, glorificada ya en los cielos en cuerpo y alma, es la imagen y comienzo de la Iglesia que llegará a su plenitud en el 1545 308 2673-2679 1172 2678 773, 829 2853 siglo futuro. También en este mundo, hasta que llegue el día del Señor, brilla ante el Pueblo de Dios en marcha, como señal de esperanza cierta y de consuelo» (LG 68).


146. ¿Qué significa la «comunión de los santos»?-CATEQUESIS-



De la «comunión de los santos» forman parte todas las personas que han puesto  su esperanza en Cristo y le pertenecen por el bautismo, hayan muerto ya o vivan  todavía. Puesto que somos un cuerpo en Cristo, vivimos en una comunión que  abarca el cielo y la tierra. [946­962] La Iglesia es más grande y está más viva de lo que pensamos. A ella pertenecen los vivos y  los muertos, ya se encuentren en un proceso de purificación o estén en la gloria de Dios.  Conocidos y desconocidos, grandes santos y personas insignificantes. Nos podemos ayudar  mutuamente sin que la muerte lo impida. Podemos invocar a nuestros santos patronos y a  nuestros santos favoritos, pero también a nuestros parientes difuntos, de quienes pensamos  que ya están junto a Dios. Yal contrario, podemos socorrer a nuestros difuntos que se  encuentran aún en un proceso de purificación, mediante nuestras oraciones. Todo lo que  cada uno hace o sufre en y para Cristo, beneficia a todos. La conclusión inversa supone,  desgraciadamente, que cada pecado daña la comunión. 126

946. Después de haber confesado "la Santa Iglesia católica", el Símbolo de los Apóstoles añade "la comunión de los santos". Este artículo es, en cierto modo, una explicitación del anterior: "¿Qué es la Iglesia, sino la asamblea de todos los santos?" (San Nicetas de Remesiana, Instructio ad competentes 5, 3, 23 [Explanatio Symboli, 10]: PL 52, 871). La comunión de los santos es precisamente la Iglesia. 

962. "Creemos en la comunión de todos los fieles cristianos, es decir, de los que peregrinan en la tierra, de los que se purifican después de muertos y de los que gozan de la bienaventuranza celeste, y que todos se unen en una sola Iglesia; y creemos igualmente que en esa comunión está a nuestra disposición el amor misericordioso de Dios y de sus santos, que siempre ofrecen oídos atentos a nuestras oraciones" (Pablo VI, Credo del Pueblo de Dios, 30).