De la «comunión de los santos» forman parte todas las personas que han puesto
su esperanza en Cristo y le pertenecen por el bautismo, hayan muerto ya o vivan
todavía. Puesto que somos un cuerpo en Cristo, vivimos en una comunión que
abarca el cielo y la tierra. [946962]
La Iglesia es más grande y está más viva de lo que pensamos. A ella pertenecen los vivos y
los muertos, ya se encuentren en un proceso de purificación o estén en la gloria de Dios.
Conocidos y desconocidos, grandes santos y personas insignificantes. Nos podemos ayudar
mutuamente sin que la muerte lo impida. Podemos invocar a nuestros santos patronos y a
nuestros santos favoritos, pero también a nuestros parientes difuntos, de quienes pensamos
que ya están junto a Dios. Yal contrario, podemos socorrer a nuestros difuntos que se
encuentran aún en un proceso de purificación, mediante nuestras oraciones. Todo lo que
cada uno hace o sufre en y para Cristo, beneficia a todos. La conclusión inversa supone,
desgraciadamente, que cada pecado daña la comunión. 126
946. Después de haber confesado "la Santa Iglesia católica", el
Símbolo de los Apóstoles añade "la comunión de los santos". Este
artículo es, en cierto modo, una explicitación del anterior: "¿Qué es la
Iglesia, sino la asamblea de todos los santos?" (San Nicetas de
Remesiana, Instructio ad competentes 5, 3, 23 [Explanatio Symboli,
10]: PL 52, 871). La comunión de los santos es precisamente la
Iglesia.
962. "Creemos en la comunión de todos los fieles cristianos, es decir,
de los que peregrinan en la tierra, de los que se purifican después de
muertos y de los que gozan de la bienaventuranza celeste, y que todos
se unen en una sola Iglesia; y creemos igualmente que en esa
comunión está a nuestra disposición el amor misericordioso de Dios y
de sus santos, que siempre ofrecen oídos atentos a nuestras
oraciones" (Pablo VI, Credo del Pueblo de Dios, 30).
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