María es la Madre de Dios. Estuvo unida a
Jesús en su vida terrena como ninguna otra
persona, una cercanía que no se interrumpe
tampoco en el cielo. María es la Reina del
cielo y está muy cercana a nosotros en su
sentimiento maternal. [972]
Porque ella se confió en cuerpo y alma y
asumiendo el riesgo ante una empresa peligrosa,
aunque fuera divina, María fue acogida en el cielo
también en cuerpo y alma. Quien vive y cree
como María, llega al cielo. 8085
972. Después de haber hablado de la Iglesia, de su origen, de su
misión y de su destino, no se puede concluir mejor que volviendo la
mirada a María para contemplar en ella lo que es la Iglesia en su
misterio, en su "peregrinación de la fe", y lo que será al final de su
marcha, donde le espera, "para la gloria de la Santísima e indivisible
Trinidad", "en comunión con todos los santos" (LG 69), aquella a
quien la Iglesia venera como la Madre de su Señor y como su propia
Madre:
«Entre tanto, la Madre de Jesús, glorificada ya en los cielos en cuerpo y
alma, es la imagen y comienzo de la Iglesia que llegará a su plenitud en el
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308
2673-2679
1172
2678
773, 829
2853
siglo futuro. También en este mundo, hasta que llegue el día del Señor,
brilla ante el Pueblo de Dios en marcha, como señal de esperanza cierta y
de consuelo» (LG 68).
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