En el Bautismo nos convertimos en miembros del
Cuerpo de Cristo, en hermanos y hermanas de
nuestro Salvador e hijos de Dios. Somos liberados
del pecado, arrancados de la muerte y destinados
desde ese instante a una vida en la alegría de los
redimidos. [12621274,12791280]
Ser bautizado quiere decir que la historia de mi vida
personal se sumerge en la corriente del amor de Dios.
Dice el papa Benedicto XVI: «Nuestra vida pertenece a
Cristo y ya no nos pertenece a nosotros. Acompañados
por él, asumidos por él en su amor, estamos libres de
todo temor. Él nos abraza y nos lleva allí donde
vayamos; Él, que es la misma Vida» (07.04.2007). 126
1262. Los distintos efectos del Bautismo son significados por los
elementos sensibles del rito sacramental. La inmersión en el agua
evoca los simbolismos de la muerte y de la purificación, pero también
los de la regeneración y de la renovación. Los dos efectos principales,
por tanto, son la purificación de los pecados y el nuevo nacimiento en
el Espíritu Santo (cf. Hch 2,38; Jn 3,5).
1274. El "sello del Señor" (San Agustín, Epistula 98, 5), es el sello
con que el Espíritu Santo nos ha marcado "para el día de la redención"
(Ef 4,30; cf. Ef 1,13-14; 2 Co 1,21-22). "El Bautismo, en efecto, es el
sello de la vida eterna" (San Ireneo de Lyon, Demonstratio
praedicationis apostolicae, 3). El fiel que "guarde el sello" hasta el
fin, es decir, que permanezca fiel a las exigencias de su Bautismo,
podrá morir marcado con "el signo de la fe" (Plegaria Eucarística I o
Canon Romano), con la fe de su Bautismo, en la espera de la visión
bienaventurada de Dios –consumación de la fe– y en la esperanza de
la resurrección.
1280. El Bautismo imprime en el alma un signo espiritual indeleble,
el carácter, que consagra al bautizado al culto de la religión
cristiana. Por razón del carácter, el Bautismo no puede ser reiterado
(cf. DS 1609 y 1624).
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