lunes, 6 de mayo de 2019

197. ¿Por qué mantiene la Iglesia la práctica del Bautismo de niños? -CATEQUESIS-



La Iglesia mantiene desde tiempos inmemoriales el Bautismo de los niños. Para ello hay  una única razón: antes de que nosotros optemos por Dios, Dios ya ha optado por nosotros.  El Bautismo es, por tanto, una gracia, un regalo inmerecido de Dios, que nos acepta  incondicionalmente. Los padres creyentes que quieren lo mejor para su hijo, quieren  también el Bautismo, en el cual el niño es arrancado del influjo del pecado original y del  poder de la muerte. [1250, 1282]   El Bautismo de niños supone que los padres cristianos educan al niño bautizado en la fe. Es una  injusticia privar al niño del Bautismo por una liberalidad mal entendida. Lo mismo que no se puede  privar al niño del amor, para que después pueda él mismo decidirse por el amor, sería una injusticia  si los padres creyentes privaran a su hijo de la gracia de Dios recibida en el Bautismo. Así como todo  ser humano nace con la capacidad de hablar, pero debe aprender a hablar, igualmente todo hombre  nace con la capacidad de creer, pero debe aprender a conocer la fe. No obstante, no se puede imponer  el Bautismo a nadie. Si se recibe el Bautismo de niño, hay que «ratificarlo» después personalmente a  lo largo de la vida; es decir, hay que decir «sí» al Bautismo para que éste dé fruto. 

1250. Puesto que nacen con una naturaleza humana caída y manchada por el pecado original, los niños necesitan también el nuevo nacimiento en el Bautismo (cf. DS 1514) para ser librados del poder de las tinieblas y ser trasladados al dominio de la libertad de los hijos de Dios (cf. Col 1,12-14), a la que todos los hombres están llamados. La pura gratuidad de la gracia de la salvación se manifiesta particularmente en el bautismo de niños. Por tanto, la Iglesia y los padres privarían al niño de la gracia inestimable de ser hijo de Dios si no le administraran el Bautismo poco después de su nacimiento (cf. CIC can. 867; CCEO, can. 681; 686,1).

1282. Desde los tiempos más antiguos, el Bautismo es dado a los niños, porque es una gracia y un don de Dios que no suponen méritos humanos; los niños son bautizados en la fe de la Iglesia. La entrada en la vida cristiana da acceso a la verdadera libertad.

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