Jesús prometió a sus discípulos, y con ello
también a nosotros, que nos sentaríamos un
día a la mesa con él. Por eso cada Santa
Misa es «memorial de la pasión, plenitud de
la gracia, prenda de la gloria futura»
(oración «O sacrum convivium» recogida en
la antífona del Magníficat en las II Vísperas
de la fiesta de Santísimo Cuerpo y Sangre
de Cristo). [14021405]
1402. En una antigua oración, la Iglesia aclama el misterio de la
Eucaristía: O sacrum convivium in quo Christus sumitu. Recolitur
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memoria passionis Eius; mens impletur gratia et futurae gloriae nobis
pignus datur ("¡Oh sagrado banquete, en que Cristo es nuestra comida;
se celebra el memorial de su pasión; el alma se llena de gracia, y se
nos da la prenda de la gloria futura!") (Solemnidad del Santísimo
Cuerpo y Sangre de Cristo, Antífona del «Magnificat» para las II
Vísperas: Liturgia de las Horas). Si la Eucaristía es el memorial de la
Pascua del Señor y si por nuestra comunión en el altar somos
colmados "de gracia y bendición" (Plegaria Eucarística I o Canon
Romano 96: Misal Romano), la Eucaristía es también la anticipación
de la gloria celestia
1405. De esta gran esperanza, la de los cielos nuevos y la tierra
nueva en los que habitará la justicia (cf. 2 P 3,13), no tenemos prenda
más segura, signo más manifiesto que la Eucaristía. En efecto, cada
vez que se celebra este misterio, "se realiza la obra de nuestra
redención" (LG 3) y "partimos un mismo pan [...] que es remedio de
inmortalidad, antídoto para no morir, sino para vivir en Jesucristo para
siempre" (San Ignacio de Antioquía, Epistula ad Ephesios, 20, 2).
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