lunes, 11 de noviembre de 2019

13. ¿Está prohibido comer la sangre de los animales?. Apologetica




OBJECIÓN:
Entre las cosas esenciales que los apóstoles mandaron observar en el concilio de Jerusalén, está la prohibición de comer la sangre de animales (Hch 15, 29). ¿Por qué los católicos no observan este precepto tan importante?

A quienes no han profundizado suficientemente en la palabra de Dios, esto podría ponerlos en crisis. Como dijimos en el tema anterior, no hay que tomar los textos de la Biblia aisladamente, pues se corre el peligro de contraponerlos y mal interpretarlos. Es importante tener presente aquellos textos que aparentemente son contradictorios para estudiarlos y comprender la verdadera enseñanza.

Ante todo veamos por qué se prohibía comer la sangre de los animales. En el Antiguo Testamento la sangre es considerada el «alma» que da la vida: «Yo pediré cuentas a cada hombre y a cada animal de la sangre de cada uno de ustedes. A cada hombre le pediré cuentas de la vida de su prójimo» (Gn 9, 5).

«… Porque todo ser vive por la sangre que está en él, y yo se la he dado a ustedes en el altar para que por medio de ella puedan ustedes pagar el rescate por su vida, pues es la sangre la que paga el rescate por la vida. “Por lo tanto, digo a los israelitas: Ninguno de ustedes, ni de los extranjeros que viven entre ustedes, debe comer sangre”» (Lv 17, 11-12); «Pero de ninguna manera deben comer la sangre, porque la sangre es la vida; así que no deben comer la vida junto con la carne» (Dt 12, 23).

Puesto que la vida pertenece a Dios, que es quien la da, es natural que le prohíba al hombre comer la sangre (Sal 104, 29). Esta es la mentalidad judía y la conclusión lógica que sacan los apóstoles cuando surgen los primeros problemas entre los paganos convertidos y los judíos, que quieren imponerles todas sus tradiciones. Pero una vez superado el problema coyuntural con los judíos, la enseñanza queda clara y sin peligro de ser mal interpretada.

Excepto uno de ellos (Hch 21, 25) todos los textos del Nuevo Testamento, relativos a este tema, declaran superada esta mentalidad. Veamos algunos:
«Luego Jesús llamó a la gente y dijo: “Escuchen y entiendan: lo que entra por la boca del hombre no es lo que lo hace impuro. Al contrario, lo que hace impuro al hombre es lo que sale de su boca”» (Mt 15, 11).

«Porque el reino de Dios no es cuestión de comer o beber determinadas cosas, sino de vivir en justicia, paz y alegría por medio del Espíritu Santo» (Rm 14, 17).
«Por tanto, que nadie los critique a ustedes por lo que comen o beben, o por cuestiones tales como días de fiesta, lunas nuevas o sábados» (Col 2, 16-17).
«Claro que el que Dios nos acepte no depende de lo que comemos; pues no vamos a ser mejores por comer, ni peores por no comer. Pero eviten que esa libertad que ustedes tienen hagan caer en pecado a los que son débiles en su fe» (1Co 8, 8-9).

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