OBJECIÓN:
¿Con que derecho enseñan los católicos doctrinas que no están en la Biblia?
¿No manifesto Cristo que reprueba la Tradición cuando dijo: «Porque ustedes
dejan el mandato de Dios para seguir las tradiciones de los hombre»? (Mc 7, 8).
Siempre es peligroso formarse una idea usando frases sueltas de la Biblia.
Puede haber el peligro de sacar conclusiones completamente opuestas a la
voluntad de Dios.
En primer lugar hay que aclarar qué entiende la Iglesia Católica por
Tradición. Es la misma palabra de Dios comunicada a los hombres oralmente.
Parte de la Tradición está contenida en la Sagrada Escritura, y parte llegó a
nosotros a través de las enseñanzas de la Iglesia, a la cual el mismo
Jesucristo le confió este ministerio: «Vayan, pues, a las gentes de todas las naciones, y
háganlas mis discípulos; bautícenlas en el nombre del Padre, del Hijo y del
Espíritu Santo» (Mt 28,19).
Por lo tanto, la Escritura es un fruto de la Tradición: las dos tienen la
misma importancia. Por varios años, los Apóstoles enseñaron la palabra de Dios
oralmente, luego, se sintió la necesidad de poner por escrito algunos hechos y
dichos de nuestro Señor, que los Apóstoles habían visto y escuchado. San Juan
termina su evangelio diciendo: «Jesús hizo muchas otras cosas; tantas, que si se
escribieran una por una, creo que en todo el mundo no cabrían los libros en que podrían escribirse»
(Jn 21, 25).
San Pablo presenta varios textos más que documentan la exisencia y la
importancia de la Tradición: «Así que, hermanos, sigan firmes y no se olviden de
las tradiciones que les hemos enseñado personalmente y por carta» (2Ts 2, 15). En otra
carta dice: «Sigan practicando lo que les enseñé y las
instrucciones que les di, lo que me oyeron decir y lo que me vieron hacer:
háganlo así y el Dios de paz estará con ustedes» (Flp 4, 9) y tambien
en: «Lo
que me has oído decir delante de muchos testigos, encárgaselo a hombres de
confianza que sean capaces de enseñar a otros» (2Tm 2, 2).
Cabe recordar un testimonio
importantísimo del siglo II. Es san Ireneo que vivió en los años 140-205: «En todas las iglesias del mundo se conserva viva la
tradición de los apóstoles, pues podemos contar a todos y cada uno de sus
sucesores hasta nosotros. ¡Cómo sería largo enumerar aquí la lista de obispos
que sucesivamente han ocupado las silla de Roma, la mayor y más antigua de las
iglesias, conocidas en todas partes y fundada por San Pedro y San Pablo! La
tradición de esta Sede basta para confundir la soberbia de aquellos que por su
malicia se han apartado de la verdad, pues, ciertamente, la preeminencia de la
Iglesia de Roma es tal, que todas las Iglesias que aún conservan la tradición
apostólica están en todo de acuerdo con sus enseñanzas».
Unos cincuenta años más tarde,
Orígenes, condenando la opinión herética de que la Biblia era la única fuente
de fe, escribió: «Lo único
verdaderamente cierto es lo que en nada se aparte de la Tradición eclesiástica
y apostólica».
También el Concilio Vaticano II
explica la fe de la Iglesia en la Tradición: «La Tradición y la Escritura están estrechamente unidas y
compenetradas; manan de la misma fuente, se unen en un mismo caudal, corren
hacia el mismo fin. La Sagrada Escritura es la palabra de Dios, en cuanto
escrita por inspiración del Espíritu Santo. La Tradición recibe la palabra de
Dios, encomendada por Cristo y el Espíritu Santo a los Apóstoles, y la trasmite
íntegra a los sucesores de estos; para que ellos, iluminados por el Espíritu de
la Verdad, la conserven, la expongan y la difundan fielmente en su predicación.
Por eso la Iglesia no saca exclusivamente de la Escritura la certeza de todo lo
revelado. Y así, ambas, se han de recibir y respetar con el mismo espíritu de
devoción» (DV 9).
No hay comentarios.:
Publicar un comentario