En Apocalipsis 7 encontramos el número de los que se podrán salvar: 144
mil. Este número tan pequeño en comparación a la gran cantidad de gente que ha
habido y habrá, no deja de preocupar a quien tiene deseo de salvarse. ¿Por qué
el Señor estableció para salvar a tan poca gente?
La enseñanza
que divulgan los Testigos de Jehová con respecto al número de los salvados esta
tomado de Ap 14, 1.3. Pero, según ellos, para que uno no se desanime y se adhiera
a su secta, dan otra posibilidad de salvarse a medias.
He aquí lo que enseñan en su libro «La verdad que lleva a la Vida Eterna»:
«Vi al Cordero, que estaba de pie sobre el monte Sión.
Con él había ciento cuarenta y cuatro mil personas que tenían escrito en la
frente el nombre del Cordero y de su Padre. Y cantaban un canto nuevo delante
del trono y delante de los cuatro seres vivientes y de los ancianos. Ninguno
podía aprender aquel canto, sino solamente los ciento cuarenta y cuatro mil que
fueron salvados de entre los de la tierra» (Ap 14,1.3).
«Los que son llamados por Dios para participar en tal
servicio celestial son pocos. Como Jesús dijo, son un “rebaño pequeño”. Años
después de su regreso al cielo, Jesús dio a saber el número exacto en una visión
dada al apóstol Juan, quien escribió: “Vi y ¡miren! El Cordero de pie sobre el
monte Sión y con él ciento cuarenta y cuatro mil… que han sido comprados de la
Tierra.
No obstante, los del “rebaño pequeño” que va al cielo
no son los únicos que reciben salvación. Como hemos visto, tendrá súbditos
terrestres felices. Jesús se refirió a éstos como sus “otras ovejas” de las
cuales aún ahora una gran muchedumbre sirve a Dios fielmente» (Pág. 77).
El sistema que usan los Testigos de Jehová consiste en sacar los textos que
les conviene, pero esto es muy arbitrario. No tienen en cuenta el contexto,
mueven a su antojo el punto y la coma, y cambian el sentido en la traducción.
Ante todo hay que notar que, en el Apocalipsis, san Juan utiliza con
profusión el simbolismo de los números: el 12 significa la perfección y el
1,000 una multitud indeterminada. Los144, 000 (12 al cuadrado significa la
perfección y 1,000 una multitud indeterminada) representan, por consiguiente,
la multitud de los fieles de Cristo, que son un número indefinido.
Es un error craso el despojar estos números del simbolismo, pues de
tomarlos al pie de la letra, esta afirmación se opondría a otros textos
bíblicos que afirman que la salvación esta abierta a todos, y no a un número
determinado de personas: «…pues él quiere que todos se salven y lleguen a
conocer la verdad» (1Tm 2, 4).
La distinción que hacen los Testigos entre los 144, 000 y los demás
«terrestres felices», no tiene fundamento alguno en la Biblia, sino y solamente
en su fantasía. Dios en efecto, quiere que todos los hombres, sin distinción,
lleguen al Reino de los Cielos.
Dice San Pablo: «No hay diferencia entre los judíos y los no judíos;
pues el mismo Señor es Señor de todos, y da con abundancia a todos los que lo
invocan. Porque esto es lo que dice: “Todos los que invoquen el nombre del
Señor, alcanzarán la salvación”» (Ro 10, 12-13).
Lo mismo afirma San Pedro: «… Ahora entiendo que deveras Dios no hace diferencia
entre una persona y otra, sino que en cualquier nación acepta a los que lo
reverencian y hacen lo bueno» (Hch 10, 34-35).
En ninguna parte del evangelio leemos que Cristo vino solamente para un
grupo de privilegiados. Al contrario, su interés para con los pecadores
demuestra su deseo de salvar a todos los hombres: «Pues el Hijo del
hombre ha venido a buscar y salvar lo que se había perdido» (Lc 19, 10). Por eso
ordenó a sus Apóstoles que fueran a predicar «a toda la creación»: «Y les dijo: “Vayan
por todo el mundo y anuncien a todos la buena noticia”» (Mc 16, 15).
El evangelio también ignora cualquier otro género de salvación que no sea
la felicidad celestial. Nuestro Señor mismo nos dijo en qué consiste esta
felicidad: «Y la vida eterna consiste en que te conozcan a ti, el
único Dios verdadero, y a Jesucristo, a quien tú enviaste» (Jn 17, 3).
En cuanto a los textos que presentan los Testigos de Jehová para describir
la nueva tierra, que prometen a los que no pueden formar parte de los 144,000,
son de dos clases: del Antiguo Testamento y del Apocalipsis. En el Antiguo
Testamento, los profetas describían la felicidad que esperaba a los desterrados
valiéndose de imágenes poéticas y de prosperidad material. Así acentuaban la
alegría que daría el Mesías. El texto del Apocalipsis que hace mención del
«cielo nuevo y tierra nueva» (Ap 21, 1), es idéntico al de Isaías 65, 17. Se
trata claramente de una imagen de la Patria Celestial.
San Juan no pone ninguna oposición entre el cielo y la tierra, como si dos
grupos diferentes debieran habitar el uno y la otra. Al contrario, aparece
claramente que se trata de una sociedad completa y única de todos los que serán
salvados: «Vi la ciudad santa, la nueva Jerusalén, que bajaba
del cielo, de la presencia de Dios. Estaba arreglada como una novia vestida
para su prometido. Y oí una fuerte voz que venía del tono, y que decía: Aquí
está el lugar donde Dios vive con los hombres. Vivirá con ellos, y ellos serán
sus pueblos, y Dios mismo estará con ellos como su Dios» (Ap 21, 2-3).
Evidentemente, el «cielo nuevo y la tierra nueva» forman una sola patria,
la de los bienaventurados que alcanzarán la salvación.
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