No. El ESOTERISMO se equivoca ante la realidad de Dios. Dios es un ser personal; es el amor y el origen de la vida, no una fría energía cósmica. El hombre es querido y creado por Dios, pero él mismo
no es divino, sino una criatura herida por el pecado, amenazada por la muerte, necesitada de redención.
Mientras que las doctrinas esotéricas suponen en su mayoría que el hombre se puede redimir a sí
mismo, los cristianos creen que únicamente les redime Jesucristo y la gracia de Dios. Tampoco la
naturaleza y el cosmos son Dios (PANTEÍSMO). El Creador, con todo su amor por nosotros, es
infinitamente mayor y diferente a todo lo que él ha creado. [2110.2128]
Muchas personas hoy en día hacen yoga por razones de salud, participan en cursos de meditación (MEDITACIÓN)
para estar en silencio y recogimiento, o asisten a talleres de danza para hacer una nueva experiencia de su cuerpo.
No siempre estas técnicas son inofensivas. A veces son el instrumento para una doctrina ajena al cristianismo, el
ESOTERISMO. Ningún hombre sensato debe compartir esta cosmovisión irracional en la que abundan los espíritus,
los duendes y los ángeles (esotéricos), en la que se cree en la magia y los «iniciados» poseen un conocimiento secreto
que se oculta al «pueblo llano». Ya en tiempos del antiguo Israel se desenmascararon las creencias en dioses y
espíritus de los pueblos vecinos. Sólo Dios es el Señor; no hay ningún otro dios fuera de él. Tampoco hay ninguna
técnica mágica mediante la cual se pueda conjurar «la divinidad», imponer sus deseos al universo y salvarse a sí
mismo. Mucho del esoterismo es, desde el punto de vista cristiano, SUPERSTICIÓN y OCULTISMO
2110. El primer mandamiento prohíbe honrar a dioses distintos del
Único Señor que se ha revelado a su pueblo. Proscribe la superstición
y la irreligión. La superstición representa en cierta manera una
perversión, por exceso, de la religión. La irreligión es un vicio opuesto
por defecto a la virtud de la religión.
2128. El agnosticismo puede contener a veces una cierta búsqueda de
Dios, pero puede igualmente representar un indiferentismo, una huida
ante la cuestión última de la existencia, y una pereza de la conciencia
moral. El agnosticismo equivale con mucha frecuencia a un ateísmo
práctico
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