lunes, 11 de noviembre de 2019

14. ¿Está cerca el fin del mundo?. Apologetica


OBJECIÓN:
Leyendo Mt 24 y considerando los acontecimientos actuales, ¿no parece que ya estamos muy cerca del fin del mundo?

No hay duda de que si uno quiere apoyar esta conclusión con algunas frases de la Biblia, encontraría bastante material. Lo incorrecto de este proceder es tomar algunos textos prescindiendo de los demás, que afirman lo contrario, y cerrar los ojos ante las realidades históricas, que han demostrado lo contrario de ciertas afirmaciones categóricas al respecto.

Nuestro Señor Jesucristo habla de su venida con una fuerza que no admite duda alguna, el anuncio de su Segunda Venida –Parusia- es el núcleo de su enseñanza: «En cuanto al día y la hora nadie lo sabe, ni aun los ángeles del cielo, ni el Hijo. Solamente lo sabe el Padre» (Mt 24, 36).

Cristo compara la incertidumbre de su venida con el asalto nocturno de un ladrón (Mt 24, 42-44). Las parábolas sobre la vigilancia (Mt 24, 36; 25, 13) ilustran el mismo concepto: la absoluta certeza de su venida y la absoluta incerteza sobre el tiempo de su llegada.

Los primeros cristianos estaban muy preocupados por no saber entender los textos que parecen anunciar la inminente venida del Señor Jesús. San Pablo los amonesta:

«Ahora, hermanos, en cuanto al regreso de nuestro Señor Jesucristo y a nuestra reunión con él, les rogamos que no cambien fácilmente de manera de pensar ni se dejen asustar por nadie que diga haber tenido una revelación del Espíritu, o haber recibido una enseñanza dada de palabra o por carta, según la cual, nosotros habríamos afirmado que el día del regreso del Señor ya llegó. No se dejen engañar de ninguna manera. Pues antes de aquel día tiene que venir la rebelión contra Dios, cuando aparezca el hombre malvado, el que está condenado a la perdición» (2Ts 2, 1-3).

Los Apóstoles no sabían cuándo sería la venida del Señor. Y si tenían la sensación de que ésta era inminente, se sirvieron de ello para subrayar las enseñanzas de Jesús, exhortando a los discípulos a estar preparados:

«Pero el día del Señor vendrá como un ladrón. Entonces los cielos se desharán con un ruido espantoso, los elementos serán destruidos por el fuego, y la tierra, con todo lo que hay en ella, quedará sometida al juicio de Dios» (2P 3, 10).

Todo esto debe hacernos pensar en nuestro encuentro con el Señor, que coincide con el momento de nuestra muerte. Cada vez que uno de nuestros hermanos pasa a la otra vida, debemos reflexionar sobre el fin del mundo material, y prepararnos como se debe para nuestra propia muerte. Hay que corregir ciertas desviaciones que no nos llevan al Reino de Dios.

Como ya se ha dicho, además de saber interpretar la p alabra de Dios, es necesario conocer la realidad histórica. Desde hace mucho tiempo algunos «falsos profetas» han anunciado el inminente fin del mundo y hasta fijaron fechas en que éste debía ocurrir. Muchos creían que el año dos mil iba a marcar este fin del mundo. Pero no fue así. Últimamente los Testigos de Jehová han ido asustando a la gente para crear un estado de nerviosismo entre los desprevenidos y asegurarles la salvación a cuantos se adhieren a su secta.

El fundador de esta secta, que entre otros errores niega la divinidad de Jesucristo, Carlos Rusell, profetizó que la venida del Señor iba a ser el año 1914. Según él, en esta fecha Jerusalén iba a ser una ciudad libre del dominio pagano. También profetizó que en 1914 se acabaría la Iglesia Católica. Y no sólo eso, sino que este mismo año marcaría también la destrucción de todos los gobiernos, bancos, escuelas e iglesias.

Cuando llegó el fatídico año, viendo que no había ocurrido nada, los Testigos de Jehová postergaron la fecha una y otra vez. Rusell murió en 1916. Lo sucedió Joseph F. Rutherford, que continuó anunciando el fin del mundo con nuevas fechas, fruto de «nuevos estudios». Para él, el año 1925 era el año del reino de Dios; en esta fecha iban a resucitar 70 patriarcas. Para acoger a estos resucitados, los Testigos de Jehová construyeron una hermosa mansión llamada «la Casa de los Patriarcas» en San Diego, California. Pero Rutherford terminó ocupándola, y hasta hoy nadie ha hecho caso a su profecía. ¿Hasta cuándo continuará engañando a los desprevenidos?

Para no caer en lo ridículo, es mejor atenerse a las palabras de Cristo, que aseguró que nadie sabe ni el día ni la hora, y que es preciso estar siempre prevenidos (Mc 13, 32).




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