Los sacerdotes de la Antigua Alianza consideraban su tarea la
mediación entre lo celestial y lo terreno, entre Dios y su pueblo.
Puesto que Cristo es el único «mediador entre Dios y los hombres»
(1 Tim 2,5), es él quien ha cumplido y finalizado ese sacerdocio.
Después de Cristo sólo puede existir un sacerdocio ordenado en
Cristo, en el sacrificio de Cristo en la Cruz y a través de la
vocación de Cristo y la misión apostólica. [15391553, 1592]
El sacerdote católico que administra los sacramentos, no actúa por su
propio poder o en virtud de su perfección moral (de la que
desgraciadamente carece a menudo), sino «in persona Christi». El
sacramento del Orden le confiere el poder transformador, sanador y
salvífica de Cristo. Dado que un sacerdote no tiene nada por sí mismo, es
ante todo un servidor. De aquí que un signo para reconocer a un auténtico
sacerdote sea el asombro humilde ante su propia vocación. 215
1539. El pueblo elegido fue constituido por Dios como "un reino de
sacerdotes y una nación consagrada" (Ex 19,6; cf. Is 61,6). Pero dentro
del pueblo de Israel, Dios escogió una de las doce tribus, la de Leví,
para el servicio litúrgico (cf. Nm 1,48-53); Dios mismo es la parte de
su herencia (cf. Jos 13,33). Un rito propio consagró los orígenes del
sacerdocio de la Antigua Alianza (cf. Ex 29,1-30; Lv 8). En ella los
sacerdotes fueron establecidos "para intervenir en favor de los
hombres en lo que se refiere a Dios para ofrecer dones y sacrificios
por los pecados" (Hb 5,1)
1553. "En nombre de toda la Iglesia", expresión que no quiere decir
que los sacerdotes sean los delegados de la comunidad. La oración y la
ofrenda de la Iglesia son inseparables de la oración y la ofrenda de
Cristo, su Cabeza. Se trata siempre del culto de Cristo en y por su
Iglesia. Es toda la Iglesia, cuerpo de Cristo, la que ora y se ofrece, per
Ipsum et cum Ipso et in Ipso, en la unidad del Espíritu Santo, a Dios
Padre. Todo el cuerpo, caput et membra, ora y se ofrece, y por eso
quienes, en este cuerpo, son específicamente sus ministros, son
llamados ministros no sólo de Cristo, sino también de la Iglesia. El
sacerdocio ministerial puede representar a la Iglesia porque representa
a Cristo.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario