martes, 9 de julio de 2019

250. ¿Cómo entiende la Iglesia el sacramento del Orden?-CATEQUESIS-



Los sacerdotes de la Antigua Alianza consideraban su tarea la  mediación entre lo celestial y lo terreno, entre Dios y su pueblo.  Puesto que Cristo es el único «mediador entre Dios y los hombres»  (1 Tim 2,5), es él quien ha cumplido y finalizado ese sacerdocio.  Después de Cristo sólo puede existir un sacerdocio ordenado en  Cristo, en el sacrificio de Cristo en la Cruz y a través de la  vocación de Cristo y la misión apostólica. [1539­1553, 1592] El sacerdote católico que administra los sacramentos, no actúa por su  propio poder o en virtud de su perfección moral (de la que  desgraciadamente carece a menudo), sino «in persona Christi». El  sacramento del Orden le confiere el poder transformador, sanador y  salvífica de Cristo. Dado que un sacerdote no tiene nada por sí mismo, es  ante todo un servidor. De aquí que un signo para reconocer a un auténtico  sacerdote sea el asombro humilde ante su propia vocación. 215 

1539. El pueblo elegido fue constituido por Dios como "un reino de sacerdotes y una nación consagrada" (Ex 19,6; cf. Is 61,6). Pero dentro del pueblo de Israel, Dios escogió una de las doce tribus, la de Leví, para el servicio litúrgico (cf. Nm 1,48-53); Dios mismo es la parte de su herencia (cf. Jos 13,33). Un rito propio consagró los orígenes del sacerdocio de la Antigua Alianza (cf. Ex 29,1-30; Lv 8). En ella los sacerdotes fueron establecidos "para intervenir en favor de los hombres en lo que se refiere a Dios para ofrecer dones y sacrificios por los pecados" (Hb 5,1)

1553. "En nombre de toda la Iglesia", expresión que no quiere decir que los sacerdotes sean los delegados de la comunidad. La oración y la ofrenda de la Iglesia son inseparables de la oración y la ofrenda de Cristo, su Cabeza. Se trata siempre del culto de Cristo en y por su Iglesia. Es toda la Iglesia, cuerpo de Cristo, la que ora y se ofrece, per Ipsum et cum Ipso et in Ipso, en la unidad del Espíritu Santo, a Dios Padre. Todo el cuerpo, caput et membra, ora y se ofrece, y por eso quienes, en este cuerpo, son específicamente sus ministros, son llamados ministros no sólo de Cristo, sino también de la Iglesia. El sacerdocio ministerial puede representar a la Iglesia porque representa a Cristo. 

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