miércoles, 17 de julio de 2019

265. ¿Todas las personas están llamadas al matrimonio?-CATEQUESIS-



No todo el mundo está llamado al matrimonio. A algunas personas Jesús les muestra un  camino particular; les invita a vivir renunciando al matrimonio «por el reino de los cielos» (Mt  19,12). También las personas que viven solas por otros motivos distintos pueden tener una vida  plena. [1618­1620] No pocas veces Jesús llama a algunas personas también a una cercanía especial con él. Éste es el caso  cuando experimentan en su interior el deseo de renunciar al matrimonio «por el reino de los cielos». Esta  vocación no supone nunca un desprecio del matrimonio o de la sexualidad. El celibato voluntario sólo puede  ser vivido en el amor y por amor, como un signo poderoso de que Dios es más importante que cualquier otra  cosa. El célibe renuncia a la relación sexual, pero no al amor; sale anhelante al encuentro de Cristo, el  esposo que viene (Mt 25,6). Muchas personas que viven solas por otros distintos motivos sufren por su  soledad, la experimentan únicamente como carencia y desventaja. Pero una persona que no tiene que  preocuparse de una pareja o de una familia, disfruta también de libertad e independencia y tiene tiempo de  hacer cosas importantes y llenas de sentido para las que no tendría tiempo una persona casada. Quizás sea  voluntad de Dios que se ocupe de personas por las que nadie más se preocupa

1618. Cristo es el centro de toda vida cristiana. El vínculo con Él ocupa el primer lugar entre todos los demás vínculos, familiares o sociales (cf. Lc 14,26; Mc 10,28-31). Desde los comienzos de la Iglesia ha habido hombres y mujeres que han renunciado al gran bien del matrimonio para seguir al Cordero dondequiera que vaya (cf. Ap 14,4), para ocuparse de las cosas del Señor, para tratar de agradarle (cf. 1 Co 7,32), para ir al encuentro del Esposo que viene (cf. Mt 25,6). Cristo mismo invitó a algunos a seguirle en este modo de vida del que Él es el modelo: «Hay eunucos que nacieron así del seno materno, y hay eunucos hechos por los hombres, y hay eunucos que se hicieron tales a sí mismos por el Reino de los Cielos. Quien pueda entender, que entienda» (Mt 19,12)

1620. Estas dos realidades, el sacramento del Matrimonio y la virginidad por el Reino de Dios, vienen del Señor mismo. Es Él quien les da sentido y les concede la gracia indispensable para vivirlos conforme a su voluntad (cf. Mt 19,3-12). La estima de la virginidad por el Reino (cf. LG 42; PC 12; OT 10) y el sentido cristiano del Matrimonio son inseparables y se apoyan mutuamente: «Denigrar el matrimonio es reducir a la vez la gloria de la virginidad; elogiarlo es realzar a la vez la admiración que corresponde a la virginidad. Pero lo que por comparación con lo peor parece bueno, no es bueno del todo; lo que según el parecer de todos es mejor que todos los bienes, eso sí que es en verdad un bien eminente» (San Juan Crisóstomo, De virginitate, 10,1; cf. FC, 16)

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