Siguiendo el ejemplo de Cristo, los acoge con amor. Pero quien, después de un
matrimonio canónico se divorcia y, en vida del cónyuge, establece una nueva
unión, se coloca ciertamente en contradicción con la clara exigencia de Jesús
respecto a la indisolubilidad del matrimonio. Esta exigencia no puede ser
suprimida por la Iglesia. La ruptura de la fidelidad está en contradicción con la
EUCARISTÍA, en la que la Iglesia celebra precisamente la irrevocabilidad del
amor de Dios. Por eso no puede acceder a la sagrada COMUNIÓN quien vive en
una situación tan contradictoria. [1665, 2384]
Lejos de tratar por igual todos los casos concretos, el papa Benedicto XVI habla de una
«situación dolorosa» y exhorta a los pastores a «discernir bien las diversas situaciones,
para ayudar espiritualmente de modo adecuado a los fieles implicados» (Sacramentum
Caritatis, 29). 424
1665. Contraer un nuevo matrimonio por parte de los divorciados
mientras viven sus cónyuges legítimos contradice el plan y la ley de
Dios enseñados por Cristo. Los que viven en esta situación no están
separados de la Iglesia pero no pueden acceder a la comunión
eucarística. Pueden vivir su vida cristiana sobre todo educando a sus
hijos en la fe.
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