Jesús vivió célibe y con ello quiso expresar su amor indiviso a Dios Padre.
Asumir la forma de vida de Jesús y vivir en castidad «por el reino de los cielos»
(Mt 19,12) es desde tiempos de Jesús un signo del amor, de la entrega plena al
Señor y de la total disponibilidad para el servicio. La Iglesia católica latina
exige esta forma de vida a sus OBISPOS y PRESBÍTEROS, las Iglesias
católicas orientales únicamente a sus obispos. [15791580, 1599]
El celibato, en palabras del papa Benedicto XVI, no puede significar «quedarse privados
de amor, sino que debe significar dejarse tomar por la pasión por Dios». Un
SACERDOTE debe, como célibe, ser fecundo representando la paternidad de Dios y de
Jesús. Además añade el Papa: «Cristo necesita sacerdotes que sean maduros y varoniles,
capaces de ejercer una verdadera paternidad espiritual
1580. En las Iglesias orientales, desde hace siglos está en vigor una
disciplina distinta: mientras los obispos son elegidos únicamente entre
los célibes, hombres casados pueden ser ordenados diáconos y
presbíteros. Esta práctica es considerada como legítima desde tiempos
remotos; estos presbíteros ejercen un ministerio fructuoso en el seno
de sus comunidades (cf. PO 16). Por otra parte, el celibato de los
presbíteros goza de gran honor en las Iglesias orientales, y son
numerosos los presbíteros que lo escogen libremente por el Reino de
Dios. En Oriente como en Occidente, quien recibe el sacramento del
Orden no puede contraer matrimonio
1599. En la Iglesia latina, el sacramento del Orden para el
presbiterado sólo es conferido ordinariamente a candidatos que están
dispuestos a abrazar libremente el celibato y que manifiestan
públicamente su voluntad de guardarlo por amor del Reino de Dios y
el servicio de los hombres
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