sábado, 10 de agosto de 2019

290. ¿Cómo nos ayuda Dios a llegar a ser hombres libres?-CATEQUESIS-



Cristo quiere que nosotros, «liberados para la libertad» (Gál  5,1), seamos capaces de amar fraternalmente. Por eso nos da el  Espíritu Santo, que nos hace libres e independientes de los  poderes de este mundo, y nos fortalece para una vida de amor y  de responsabilidad. [1739­1742,1748] Cuanto más pecamos, tanto más pensamos sólo en nosotros mismos,  tanto peor podemos desarrollarnos libremente. En el pecado nos  volvemos además inútiles para hacer el bien y vivir el amor. El Espíritu  Santo, que ha sido derramado en nuestros corazones, nos concede un  corazón lleno de amor a Dios y a los hombres, Percibimos al Espíritu  Santo como el poder que nos conduce a la libertad interior, que nos abre  al amor y que nos hace instrumentos cada vez mejores para el bien y el  amor. 120,310­311

1739. Libertad y pecado. La libertad del hombre es finita y falible. De hecho el hombre erró. Libremente pecó. Al rechazar el proyecto del amor de Dios, se engañó a sí mismo y se hizo esclavo del pecado. Esta primera alienación engendró una multitud de alienaciones. La historia de la humanidad, desde sus orígenes, atestigua desgracias y opresiones nacidas del corazón del hombre a consecuencia de un mal uso de la libertad

1742. Libertad y gracia. La gracia de Cristo no se opone de ninguna manera a nuestra libertad cuando ésta corresponde al sentido de la verdad y del bien que Dios ha puesto en el corazón del hombre. Al contrario, como lo atestigua la experiencia cristiana, especialmente en la oración, a medida que somos más dóciles a los impulsos de la gracia, se acrecientan nuestra íntima verdad y nuestra seguridad en las pruebas, como también ante las presiones y coacciones del mundo exterior. Por el trabajo de la gracia, el Espíritu Santo nos educa en la libertad espiritual para hacer de nosotros colaboradores libres de su obra en la Iglesia y en el mundo. «Dios omnipotente y misericordioso, aparta de nosotros todos los males, para que, bien dispuesto nuestro cuerpo y nuestro espíritu, podamos libremente cumplir tu voluntad» (Domingo XXXII del Tiempo ordinario, Colecta: Misal Romano)

1748. “Para ser libres nos libertó Cristo” (Ga 5, 1).  

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