jueves, 15 de agosto de 2019

301. ¿Cómo se llega a ser prudente?-CATEQUESIS-



Se llega a ser prudente aprendiendo a distinguir  lo esencial de lo accidental, a ponerse las metas  adecuadas y a elegir los mejores medios para  alcanzarlas. [1806, 1835] La virtud de la prudencia regula todas las demás.  Porque la prudencia es la capacidad de reconocer lo  justo. Quien quiera vivir bien, debe saber qué es el  «bien» y reconocer su valor. Como el comerciante en el  Evangelio: «al encontrar una perla de gran valor se va  a vender todo lo que tiene y la compra» (Mt 13,46). Sólo  el hombre que es prudente puede aplicar la justicia, la  fortaleza Y la templanza para hacer el bien.

1806. La prudencia es la virtud que dispone la razón práctica a discernir en toda circunstancia nuestro verdadero bien y a elegir los medios rectos para realizarlo. ―El hombre cauto medita sus pasos‖ (Pr 14, 15). ―Sed sensatos y sobrios para daros a la oración‖ (1 P 4, 7). La prudencia es la ―regla recta de la acción‖, escribe santo Tomás (Summa theologiae, 2-2, q. 47, a. 2, sed contra), siguiendo a Aristóteles. No se confunde ni con la timidez o el temor, ni con la doblez o la disimulación. Es llamada auriga virtutum: conduce las otras virtudes indicándoles regla y medida. Es la prudencia quien guía directamente el juicio de conciencia. El hombre prudente decide y ordena su conducta según este juicio. Gracias a esta virtud aplicamos sin error los principios morales a los casos particulares y superamos las dudas sobre el bien que debemos hacer y el mal que debemos evitar.

1835. La prudencia dispone la razón práctica para discernir, en toda circunstancia, nuestro verdadero bien y elegir los medios justos para realizarlo.

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