Un hombre sabe que ha pecado porque su
conciencia le acusa y le mueve a confesar
sus faltas ante Dios. [1797,1848] 229,295298
1797. Para el hombre que ha cometido el mal, el veredicto de su
conciencia constituye una garantía de conversión y de esperanza.
1848. Como afirma san Pablo, ―donde abundó el pecado, [...]
sobreabundó la gracia‖ (Rm 5, 20). Pero para hacer su obra, la gracia
debe descubrir el pecado para convertir nuestro corazón y conferirnos
―la justicia para la vida eterna por Jesucristo nuestro Señor‖ (Rm 5,
20-21). Como un médico que descubre la herida antes de curarla,
Dios, mediante su Palabra y su Espíritu, proyecta una luz viva sobre el
pecado:
«La conversión exige el reconocimiento del pecado, supone el juicio
interior de la propia conciencia, y éste, puesto que es la comprobación de
la acción del Espíritu de la verdad en la intimidad del hombre, llega a ser
al mismo tiempo el nuevo comienzo de la dádiva de la gracia y del amor:
―Recibid el Espíritu Santo‖. Así, pues, en este ―convencer en lo referente
al pecado‖ descubrimos una «doble dádiva»: el don de la verdad de la
conciencia y el don de la certeza de la redención. El Espíritu de la verdad
es el Paráclito» (DeV 31).
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