En muchos pasajes de la Sagrada Escritura Dios se muestra como el
misericordioso, especialmente en la parábola del hijo pródigo (Lc 15),
en la que el padre sale al encuentro del hijo perdido y lo acoge sin
condiciones, para celebrar con él una fiesta del reencuentro y de la
reconciliación. [1846, 1870]
Ya en el ANTIGUO TESTAMENTO dice Dios por medio del profeta Ezequiel:
«Yo no me complazco en la muerte del malvado, sino en que el malvado se
convierta de su conducta y viva» (Ez 33,11). Jesús ha sido enviado «a las ovejas
descarriadas de Israel» (Mt 15,24). Y sabe que «no tienen necesidad de médico
los sanos, sino los enfermos» (Mt 9,12). Por eso come con publicanos y pecadores,
antes de, al final de su vida terrena, interpretar incluso su muerte como
iniciativa del amor misericordioso de Dios: «Ésta es mi sangre de la alianza, que
es derramada por muchos para el perdón de los pecados» (Mt 26,28). 227, 524
1846. El Evangelio es la revelación, en Jesucristo, de la misericordia
de Dios con los pecadores (cf. Lc 15). El ángel anuncia a José: ―Tú le
pondrás por nombre Jesús, porque él salvará a su pueblo de sus
pecados‖ (Mt 1, 21). Y en la institución de la Eucaristía, sacramento
de la redención, Jesús dice: ―Esta es mi sangre de la Alianza, que va a
ser derramada por muchos para remisión de los pecados‖ (Mt 26, 28).
1870. “Dios encerró [...] a todos los hombres en la rebeldía para
usar con todos ellos de misericordia” (Rm 11, 32).
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