La esperanza es la virtud por la que
anhelamos, con fortaleza y constancia, aquello
para lo que estamos en la tierra: para alabar y
servir a Dios; aquello en lo que consiste
nuestra verdadera felicidad: encontrar en Dios
nuestra plenitud; y en donde está nuestra
morada definitiva: Dios. [18171821,1843]
La esperanza es confianza en lo que Dios nos ha
prometido en la Creación, en los profetas y
especialmente en Jesucristo, aunque todavía no lo
veamos, Para que podamos esperar con paciencia la
verdad se nos da el Espíritu Santo de Dios.1—3
1817. La esperanza es la virtud teologal por la que aspiramos al
Reino de los cielos y a la vida eterna como felicidad nuestra, poniendo
nuestra confianza en las promesas de Cristo y apoyándonos no en
nuestras fuerzas, sino en los auxilios de la gracia del Espíritu Santo.
―Mantengamos firme la confesión de la esperanza, pues fiel es el autor
de la promesa‖ (Hb 10,23). ―El Espíritu Santo que Él derramó sobre
nosotros con largueza por medio de Jesucristo nuestro Salvador para
que, justificados por su gracia, fuésemos constituidos herederos, en
esperanza, de vida eterna‖ (Tt 3, 6-7).
1821. Podemos, por tanto, esperar la gloria del cielo prometida por
Dios a los que le aman (cf. Rm 8, 28-30) y hacen su voluntad (cf. Mt 7,
21). En toda circunstancia, cada uno debe esperar, con la gracia de
Dios, ―perseverar hasta el fin‖ (cf. Mt 10, 22; cf. Concilio de Trento:
DS 1541) y obtener el gozo del cielo, como eterna recompensa de
Dios por las obras buenas realizadas con la gracia de Cristo. En la
esperanza, la Iglesia implora que ―todos los hombres [...] se salven‖
(1Tm 2, 4). Espera estar en la gloria del cielo unida a Cristo, su
esposo:
«Espera, espera, que no sabes cuándo vendrá el día ni la hora. Vela con
cuidado, que todo se pasa con brevedad, aunque tu deseo hace lo cierto
dudoso, y el tiempo breve largo. Mira que mientras más peleares, más
mostrarás el amor que tienes a tu Dios y más te gozarás con tu Amado
con gozo y deleite que no puede tener fin» (Santa Teresa de Jesús,
Exclamaciones del alma a Dios, 15, 3)
1843. Por la esperanza deseamos y esperamos de Dios con una firme
confianza la vida eterna y las gracias para merecerla.
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