Quien anhela el reino de Dios tiene en cuenta
la lista de prioridades de Jesús: las
bienaventuranzas. [17161717, 17251726]
Comenzando por Abraham, Dios ha hecho promesas
a su pueblo. Jesús las retorna, amplía su validez
hasta el cielo y las convierte en su propio programa
de vida: el Hijo de Dios se hace pobre para compartir
nuestra pobreza, se alegra con los que están alegres
y llora con los que lloran (Rom 12,15); no recurre a la
violencia, sino que ofrece la otra mejilla (Mt 5,39);
tiene misericordia, siembra la paz y con ello muestra
el camino más seguro hacia el cielo.
1725. Las bienaventuranzas recogen y perfeccionan las promesas de
Dios desde Abraham ordenándolas al Reino de los cielos. Responden
al deseo de felicidad que Dios ha puesto en el corazón del hombre.
1726. Las bienaventuranzas nos enseñan el fin último al que Dios
nos llama: el Reino, la visión de Dios, la participación en la
naturaleza divina, la vida eterna, la filiación, el descanso en Dios.
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