El pecado grave destruye en el corazón del hombre la fuerza
divina del amor, sin la que no puede existir la felicidad eterna.
Por ello se llama pecado mortal. El pecado grave aparta de Dios,
mientras que los pecados veniales sólo enturbian la relación con
él. [18521861,1874]
Un pecado mortal corta la relación de un hombre con Dios. Tal pecado
tiene como condición previa que se refiera a una materia grave y que sea
cometido con pleno conocimiento y consentimiento deliberado. Son
pecados veniales los referidos a materias leves, o los pecados que se dan
sin pleno conocimiento de su trascendencia o sin consentimiento
deliberado. Estos últimos pecados afectan a la relación con Dios, pero no
rompen con él.
1852. La variedad de pecados es grande. La Escritura contiene varias
listas. La carta a los Gálatas opone las obras de la carne al fruto del
Espíritu: ―Las obras de la carne son conocidas: fornicación, impureza,
libertinaje, idolatría, hechicería, odios, discordia, celos, iras, rencillas,
divisiones, disensiones, envidias, embriagueces, orgías y cosas
semejantes, sobre las cuales os prevengo como ya os previne, que
quienes hacen tales cosas no heredarán el Reino de Dios‖ (5,19-21;
cf. Rm 1, 28-32; 1 Co 6, 9-10; Ef 5, 3-5; Col 3, 5-8; 1 Tm 1, 9-10;2
Tm 3, 2-5).
1861. El pecado mortal es una posibilidad radical de la libertad
humana como lo es también el amor. Entraña la pérdida de la caridad
y la privación de la gracia santificante, es decir, del estado de gracia.
Si no es rescatado por el arrepentimiento y el perdón de Dios, causa la
exclusión del Reino de Cristo y la muerte eterna del infierno; de modo
que nuestra libertad tiene poder de hacer elecciones para siempre, sin
retorno. Sin embargo, aunque podamos juzgar que un acto es en sí una
falta grave, el juicio sobre las personas debemos confiarlo a la justicia
y a la misericordia de Dios
1874. Elegir deliberadamente, es decir, sabiéndolo y queriéndolo,
una cosa gravemente contraria a la ley divina y al fin último del
hombre, es cometer un pecado mortal. Este destruye en nosotros la
caridad sin la cual la bienaventuranza eterna es imposible. Sin
arrepentimiento, tal pecado conduce a la muerte eterna.
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