martes, 3 de septiembre de 2019

316. ¿Cómo se pueden distinguir entre pecado mortal y pecado venial? -CATEQUESIS-



El pecado grave destruye en el corazón del hombre la fuerza  divina del amor, sin la que no puede existir la felicidad eterna.  Por ello se llama pecado mortal. El pecado grave aparta de Dios,  mientras que los pecados veniales sólo enturbian la relación con  él. [1852­1861,1874] Un pecado mortal corta la relación de un hombre con Dios. Tal pecado  tiene como condición previa que se refiera a una materia grave y que sea  cometido con pleno conocimiento y consentimiento deliberado. Son  pecados veniales los referidos a materias leves, o los pecados que se dan  sin pleno conocimiento de su trascendencia o sin consentimiento  deliberado. Estos últimos pecados afectan a la relación con Dios, pero no  rompen con él.

1852. La variedad de pecados es grande. La Escritura contiene varias listas. La carta a los Gálatas opone las obras de la carne al fruto del Espíritu: ―Las obras de la carne son conocidas: fornicación, impureza, libertinaje, idolatría, hechicería, odios, discordia, celos, iras, rencillas, divisiones, disensiones, envidias, embriagueces, orgías y cosas semejantes, sobre las cuales os prevengo como ya os previne, que quienes hacen tales cosas no heredarán el Reino de Dios‖ (5,19-21; cf. Rm 1, 28-32; 1 Co 6, 9-10; Ef 5, 3-5; Col 3, 5-8; 1 Tm 1, 9-10;2 Tm 3, 2-5).

1861. El pecado mortal es una posibilidad radical de la libertad humana como lo es también el amor. Entraña la pérdida de la caridad y la privación de la gracia santificante, es decir, del estado de gracia. Si no es rescatado por el arrepentimiento y el perdón de Dios, causa la exclusión del Reino de Cristo y la muerte eterna del infierno; de modo que nuestra libertad tiene poder de hacer elecciones para siempre, sin retorno. Sin embargo, aunque podamos juzgar que un acto es en sí una falta grave, el juicio sobre las personas debemos confiarlo a la justicia y a la misericordia de Dios

1874. Elegir deliberadamente, es decir, sabiéndolo y queriéndolo, una cosa gravemente contraria a la ley divina y al fin último del hombre, es cometer un pecado mortal. Este destruye en nosotros la caridad sin la cual la bienaventuranza eterna es imposible. Sin arrepentimiento, tal pecado conduce a la muerte eterna. 

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