lunes, 23 de septiembre de 2019

337. ¿Cómo somos salvados?- CATEQUESIS-


Ningún hombre se puede salvar a sí mismo. Los cristianos creen que son salvados por  Dios, que para esto ha enviado al mundo a su Hijo Jesucristo. La salvación significa  que somos liberados del poder del pecado por medio del Espíritu Santo y que hemos  salido de la zona de la muerte a una vida sin fin, a una vida en la presencia de Dios.  [1987­1995,2017­2020] San Pablo declara: «Todos pecaron y están privados de la gloria de Dios» (Rom 3,23). El pecado  no puede existir ante Dios, que es completamente justicia y bondad. Si el pecado sólo es digno de  la nada, ¿qué pasa con el pecador? En su amor, Dios ha encontrado una vía que aniquila el  pecado, pero que salva al pecador, lo hace de nuevo estar en su sitio, es decir, justo. Por eso desde  antiguo la redención se denomina también justificación. No nos hacemos justos por nuestras  propias fuerzas. Un hombre no puede ni perdonarse el pecado ni liberarse de la muerte. Para ello  debe actuar Dios en nosotros, y además por misericordia, no porque lo pudiéramos merecer. Dios  nos regala en el Bautismo «la justicia de Dios por la fe en Jesucristo» (Rom 3,22). Por el Espíritu  Santo, que ha sido derramado en nuestros corazones, somos introducidos en la Muerte y la  Resurrección de Jesucristo, morimos al pecado y nacemos a la vida nueva en Dios. Fe, esperanza  y caridad nos vienen de parte de Dios y nos capacitan para vivir en la luz y corresponder a la  voluntad de Dios.

1987. La gracia del Espíritu Santo tiene el poder de santificarnos, es decir, de lavarnos de nuestros pecados y comunicarnos ―la justicia de Dios por la fe en Jesucristo‖ (Rm 3, 22) y por el Bautismo (cf. Rm 6, 3-4): «Y si hemos muerto con Cristo, creemos que también viviremos con él, sabiendo que Cristo, una vez resucitado de entre los muertos, ya no muere más, y que la muerte no tiene ya señorío sobre él. Su muerte fue un morir al pecado, de una vez para siempre; mas su vida, es un vivir para Dios. Así también vosotros, consideraos como muertos al pecado y vivos para Dios en Cristo Jesús» (Rm 6, 8-11).

1995. El Espíritu Santo es el maestro interior. Haciendo nacer al ―hombre interior‖ (Rm 7, 22 ; Ef 3, 16), la justificación implica la santificación de todo el ser: «Si en otros tiempos ofrecisteis vuestros miembros como esclavos a la impureza y al desorden hasta desordenaros, ofrecedlos igualmente ahora a la justicia para la santidad [...] al presente, libres del pecado y esclavos de Dios, fructificáis para la santidad; y el fin, la vida eterna» (Rm 6, 19. 22).

2020. La justificación nos fue merecida por la Pasión de Cristo. Nos es concedida mediante el Bautismo. Nos conforma con la justicia de Dios que nos hace justos. Tiene como finalidad la gloria de Dios y de Cristo y el don de la vida eterna. Es la obra más excelente de la misericordia de Dios. 

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