En la Iglesia somos bautizados. En la Iglesia recibimos la fe que ella
ha conservado íntegra a través de los siglos. En la Iglesia escuchamos
la Palabra viva de Dios y aprendemos cómo debemos vivir si
queremos agradar a Dios. Mediante los SACRAMENTOS, que Jesús
ha confiado a sus discípulos, la Iglesia nos edifica, conforta y
consuela. En la Iglesia arde el fuego de los santos, para que nos
dejemos encender en él. En la Iglesia se celebra la sagrada
EUCARISTÍA en la que la entrega y el poder de Cristo se renueva de
tal modo para nosotros que, unidos a él, nos convertimos en su
cuerpo y vivimos por su fuerza. Nadie puede ser cristiano al margen
de la Iglesia, a pesar de las debilidades humanas que hay en ella.
[20302031, 2047]
2030. El cristiano realiza su vocación en la Iglesia, en comunión con
todos los bautizados. De la Iglesia recibe la Palabra de Dios, que
contiene las enseñanzas de la ―ley de Cristo‖ (Ga 6, 2). De la Iglesia
recibe la gracia de los sacramentos que le sostienen en el camino. De
la Iglesia aprende el ejemplo de la santidad; reconoce en la
Bienaventurada Virgen María la figura y la fuente de esa santidad; la
discierne en el testimonio auténtico de los que la viven; la descubre en
la tradición espiritual y en la larga historia de los santos que le han
precedido y que la liturgia celebra a lo largo del santoral.
2031. La vida moral es un culto espiritual. Ofrecemos nuestros
cuerpos ―como una hostia viva, santa, agradable a Dios‖ (Rm 12, 1) en
el seno del Cuerpo de Cristo que formamos y en comunión con la
ofrenda de su Eucaristía. En la liturgia y en la celebración de los
sacramentos, plegaria y enseñanza se conjugan con la gracia de Cristo
para iluminar y alimentar el obrar cristiano. La vida moral, como el
conjunto de la vida cristiana, tiene su fuente y su cumbre en el
Sacrificio Eucarístico.
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