domingo, 29 de septiembre de 2019

5. ¿Quién puede interpretar de la Biblia?. Apologetica




5. ¿Quién puede interpretación de la Biblia?

Para responder esta pregunta veamos cuál es el pensamiento de la Iglesia al respecto, y luego veremos los motivos de su actuación. En la Constitución «Dei Verbum», el Concilio Vaticano II dice:

«El oficio de interpretar auténticamente la palabra de Dios, oral o escrita, ha sido encomendado únicamente al Magisterio de la Iglesia, el cual lo ejercita en nombre de Jesucristo. Pero el Magisterio no está por encima de la palabra de Dios, sino a su servicio, para enseñar puramente lo transmitido, pues por mandato divino y con la asistencia del Espíritu Santo, lo escucha devotamente, lo custodia celosamente, lo explica fielmente; y de este único depósito de la fe saca todo lo que propone como revelado por Dios para ser creído.
Así, pues, la Tradición, la Escritura y el Magisterio de la Iglesia, según el plan prudente de Dios, están unidos y ligados entre sí, de modo que ninguno puede subsistir sin los otros; los tres, cada uno según su carácter, y bajo la acción del único Espíritu Santo, contribuyen eficazmente a la salvación de las almas» (DV 10).
Estas afirmaciones se fundan sobre motivos Bíblicos: Jesucristo dio a sus apóstoles el poder y el mandato de enseñar: «…y enséñenles a obedecer todo lo que les he mandado a ustedes» (Mt 28, 20; cf. Mc 16, 15) y de gobernar: «Les aseguro que lo que ustedes aten aquí en la tierra, también quedará atado en el cielo, y lo que ustedes desaten aquí en la tierra, también quedará desatado en el cielo» (Mt 18, 18; Jn 20, 21).  Les dio además poder de santificar a los hombres: «Vayan, pues, a las gentes de todas las naciones y háganlas mis discípulos; bautícenlas en el nombre del Padre, y del Hijo y del Espíritu Santo» (Mt 28, 19; cf. Jn 20, 21; Lc 22,19).
Los verdaderos seguidores de Cristo tienen que aceptar las enseñanzas de los apóstoles: «Vayan por todo el mundo y anuncien a todos la buena noticia. El que crea y sea bautizado, obtendrá la salvación; pero el que no crea será condenado» (Mc 16, 15-16); y obedecer sus mandatos: «El que los escucha a ustedes, me escucha a mí; y el que me rechaza a mí, rechaza al que me envió» (Lc 10, 16; cf. Mt 18, 17).
Además de todo esto, encontramos en la Biblia la prohibición explícita de interpretar la palabra de Dios por cuenta propia: «Pero ante todo tengan esto presente: que ninguna profecía de la Escritura es algo que uno pueda interpretar según el propio parecer, porque los profetas nunca hablaron por iniciativa humana; al contrario, eran hombres que hablaban de parte de Dios, dirigidos por el Espíritu Santo» (2P 1, 20-21).
A continuación, san Pedro subraya la dificultad que presentan ciertas páginas de la Escritura, y lo peligroso que es el que cada uno las interprete a su gusto: «Tengan en cuenta que la paciencia con que nuestro Señor nos trata es para nuestra salvación. Acerca de esto también les ha escrito a ustedes nuestro querido hermano Pablo, según la sabiduría que Dios le ha dado. En cada una de sus cartas él les ha hablado de esto, aunque hay en ellas puntos difíciles de entender que los ignorantes y los débiles en la fe tuercen, como tuercen las demás Escrituras, para su propia condenación» (2P 3, 15-16).
La conducta de la Iglesia Católica, que procede de los Apóstoles y sigue sus normas, evita que un mismo mensaje sea interpretado en manera opuesta, como sucede con los que no aceptan la autoridad del Papa, sucesor de Pedro, ni del Magisterio de la Iglesia.


No hay comentarios.:

Publicar un comentario