Un pecado es una palabra, un acto o una intención, con la
que un hombre atenta, consciente y voluntariamente,
contra el verdadero orden de las coas, previsto, así por el
amor de Dios. [18491851, 18711872]
Pecar significa más que infringir alguna de las normas acordadas
por los hombres. El pecado se dirige libre y conscientemente
contra el amor de Dios y lo ignora. El pecado es en definitiva «el
amor de sí hasta el desprecio de Dios» (san Agustín), y en caso
extremo la criatura pecadora dice: Quiero ser «como Dios» (Gén
3,5). Así como el pecado me carga con el peso de la culpa, me
hiere y me destruye con sus consecuencias, igualmente envenena
y afecta también a mi entorno. En la cercanía de Dios se hacen
perceptibles el pecado y su gravedad. 67, 224239
1849. El pecado es una falta contra la razón, la verdad, la conciencia
recta; es faltar al amor verdadero para con Dios y para con el prójimo,
a causa de un apego perverso a ciertos bienes. Hiere la naturaleza del
hombre y atenta contra la solidaridad humana. Ha sido definido como
―una palabra, un acto o un deseo contrarios a la ley eterna‖ (San
Agustín, Contra Faustum manichaeum, 22, 27; Santo Tomás de
Aquino, Summa theologiae, 1-2, q. 71, a. 6).
1851. Es precisamente en la Pasión, en la que la misericordia de
Cristo vencería, donde el pecado manifiesta mejor su violencia y su
multiplicidad: incredulidad, rechazo y burlas por parte de los jefes y
del pueblo, debilidad de Pilato y crueldad de los soldados, traición de
Judas tan dura a Jesús, negaciones de Pedro y abandono de los
discípulos. Sin embargo, en la hora misma de las tinieblas y del
príncipe de este mundo (cf. Jn 14, 30), el sacrificio de Cristo se
convierte secretamente en la fuente de la que brotará inagotable el
perdón de nuestros pecados.
1872. El pecado es un acto contrario a la razón. Lesiona la
naturaleza del hombre y atenta contra la solidaridad humana
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