SU MISIÓN REDENTORA
JESUS equivalente
a: Yoshua (en hebreo) o Yeshua (en arameo), cuyo nombre
significa Yahveh Salva. Recibió el
título de MESIAS, Maschíaj (en
hebreo) o CRISTO, kjristós (en
griego), equivalente a Christus (en
latín) que quiere decir UNGIDO, ESCOJIDO o SAGRADO (término que identificaban a
los reyes, sacerdotes y profetas del pueblo escogido por Dios); de aquí surge
la combinación de JESUCRISTO, Iesus
Christus (en latín). También se le relaciona en las Escrituras con el
distintivo de HIJO DE DIOS, Ben Elohim (en hebreo), SEÑOR, Maran
(en hebreo), Kyrios (en griego) o Dominus (en latín). En el arte
cristiano aparece el símbolo IHS,
que compone las iniciales de Iesus
Hominum Salvator, Jesús Salvador de los hombres.
Para demostrar su naturaleza y misión divina realizó grandes
prodigios como curar a los ciegos, leprosos, paralíticos, mudos, resucitar a
los muertos, como a su amigo Lázaro, expulsar demonios, transformar el agua en
vino, multiplicar en dos oportunidades los panes y los peces para dar de comer
a más de cinco mil personas, calmar la tempestad con su voz, caminar sobre las
aguas, y dejar ver su resplandor glorioso en el monte Tabor a sus tres más
cercanos seguidores: Pedro, Santiago el MAYOR y Juan, el discípulo amado.
La
predicación de Jesús era de fácil comprensión, resumiendo los mandatos de la
ley mosaica en dos grandes principios: “Amar a Dios sobre todas las cosas, y al
prójimo como a ti mismo”. También hablaba de que su cuerpo y su sangre se
convertirían en una NUEVA ALINZA o PACTO ETERNO en el que no solamente estaban
incluidos los judíos sino también los paganos, llamados a formar por el
bautismo una única Iglesia Universal (Católica en griego). Para llevar este
mensaje se valió especialmente de ejemplos y comparaciones con la vida
cotidiana (parábolas). Sin embargo, fueron muchos los que no aceptaron tales palabras,
pues mientras Jesús les hablaba de un REINO DE LOS CIELOS (Regnum Christi), ellos esperaban un rey guerrero como había sido
David, que los liberara del yugo de
los idólatras romanos, y los
convirtiera en “reyes de este mundo”; esperanza que todavía anhelan muchos de
los llamados judíos ortodoxos. Todo esto le ocasionó una serie de grandes
peligros, destierros, intentos de asesinatos, calumnias y traiciones por parte
del Sanedrín (consejo de ancianos), al mando del Sumo Pontífice Anás y su yerno
Caifás (El primero gobernó el sanedrín hasta el año 16, y Caifás del 16 al 40),
quienes se valieron de la codicia de Judas Iscariote para vender a su Maestro
por treinta monedas de plata, precio que era pagado en aquel tiempo por un
esclavo, según el pacto de la ley de Moisés.
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