domingo, 29 de septiembre de 2019

6. ¿Qué son los libros apócrifos?. Apologetica



LIBROS APOCRIFOS


En la literatura cristiana ha existido una colección de libros a los que se les ha dado el nombre de «apó-crifos» (no inspirado). El canon bíblico contiene 7 libros que los católicos consideramos parte de las Sagradas Escrituras, se les ha llamado –aunque inexactamente– «Deuterocanónicos». Las otras iglesias, no católicas, los llaman «apócrifos».
En este comentario no hablaremos de los «deuterocanónicos», sino de los libros apócrifos. Éstos fueron compuestos con fines religiosos, y pretendieron ser escritura sagrada, pero no fueron aceptados como tales por la Iglesia.
El género literario «evangelio» es de origen cristiano. En ninguna otra producción literaria del mundo circundante se puede encontrar algo parecido. Tiene dimensión histórico-biográfica, pero con una dimensión teológica, es decir, esta historia, narrada en los evangelios, ha revelado algo de Dios.
En cuanto al término apócrifo, éste viene de la palabra griega apókrifos –cosa oculta, escondida–, que tenía relación, sobre todo, con las religiones que destinaban ciertos libros para los iniciados en algún misterio. Por eso eran llamados libros escondidos (apócrifos). Entre los cristianos se le dio este nombre a ciertos escritos que desarrollaban temas ambiguos, a pesar de que se presentaban con carácter sagrado. Los autores de estos libros eran desconocidos. Fue por ello que el término «apócrifo» adquirió el sentido de «sospechoso de herejía» o «poco recomendable».
Pero no sólo hay evangelios apócrifos, pues esta literatura, surge alrrededor de los textos inspirados.  La mayoría de los apócrifos desarrollaron temas análogos a los de los escritos canónicos, y pretendieron pasar por libros inspirados. Sin embargo, la Iglesia nunca los recibió oficialmente en su canon.
Existen, particularmente, una serie de escritos llamados «apócrifos del Nuevo Testamento». Estos incluyen diversos evangelios, hechos, epístolas y apocalipsis. Tienen dos características: no son canónicos, y su pretensión de reemplazar o equipararse a los escritos inspirados, con intenciones no siempre confesables, salta a la vista.
Los evangelios apócrifos procuran, en general, informar sobre la vida y doctrina de Jesús, sus antecedentes familiares. Todo parece indicar que estos textos encontraron terreno fecundo en la imaginación del pueblo sencillo, cuya ingenuidad y piedad se vio aprovechada por grupos de herejes. Utilizando la manera de presentar en los evangelios la doctrina del Maestro, trataron de justificar sus afirmaciones con ese estilo. Así intentaron consolidarse en el cristianismo tendencias docéticas, maniqueas, gnósticas, etc. Y lo que iniciara con relatos orales, concluyó en los escritos que fueron apoyados en nombres de personajes célebres, porque eran testigos de Jesús: Pedro, Felipe, Santiago, etc.
En los escritos de los Padres antiguos se nota el sentir de la Iglesia respecto a estos libros; entre ellos san Agustín, consideraba que los apócrifos podían contener algo de verdad. Esta postura influyó de algún modo, y tanto en la Iglesia oriental como en occidente se tomaron datos de estos libros, hasta el punto que algunas de sus fiestas se sustentaron, en tales relatos y entraron a la liturgia, pero no por ello se consideraron canónicos.
Actualmente los libros apócrifos son bastante estudiados y dan mucha información sobre el entorno religioso de su época. Pero no podrán ser equiparados nunca con los textos que la Iglesia ha recibido como Sagrada Escritura, es decir, como revelación divina y norma de fe.
La Iglesia, que es Madre y Maestra, se ha preocupado siempre de señalar los libros heréticos. Es interesante notar que en la liturgia, y especialmente en la celebración de la Palabra, nunca se utilizaron los libros apócrifos en la línea de los textos revelados.

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